¿Cómo?

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El dulce aroma de la mañana embriagó la nariz de Luisa, los rayos del Sol iluminaron con delicadeza el rostro de la joven, ésta comenzó a estirarse sin abrir los ojos. Sabía que todo había sido un sueño, uno extraño y perturbador.

―¡Abuelo José! ―Gritó Luisa quitándose la cobija de encima, esperando a recibir el aroma a panqueques con tocino y el "buenos días" de su abuelo.

Pero esa no era la cabaña. No había abuelo, ni panqueques. Sólo ella. En ese extraño mundo.

Luisa soltó un suspiro y apoyó sus pies en el suelo. Un ruido hizo que se sobresaltara de la cama, volteó con rapidez "¡Los por qué!" Pero sólo era ese raro chico acomodando una mochila en la mesa más cercana.

Tal vez. ¿Ese en realidad era su nombre?

—Despertaste. —Tal vez la veía de reojo, y después de cerrar la mochila con delicadeza, y estar seguro de que nada se le pasaba por alto, se acercó a ella —. Tal vez me alegra que lo hayas hecho, te quedaste dormida parte de la tarde y toda la noche, tienes el sueño pesado —Sacó un conjunto de ropa de entre algunos trapos —. Tal vez hace frío a donde vamos, así que te traje esto, tal vez te guste.

Luisa miró su conjunto de ropa, quizás tenía razón, una sudadera sucia, unos shorts y unos tenis no eran suficiente, tomó entre sus manos la ropa. Unos pantalones y camisa holgados de colores café y blanco la cubrirían; a pesar de su mal gusto, la tela era suave y calientita, e incluso el muchacho la había cortado y cosido para que estuviera a un tamaño aproximado de su cuerpo, ya que el muchacho era mucho más alto que Luisa, si, iba a servir, se puso aquellas prendas encima de las que ya tenía, para después meter el libro en la mochila que Tal vez le había preparado, y ambos se encaminaron hacia afuera, para iniciar su viaje.

—¿A dónde iremos? —Preguntó Luisa curiosa.

—Tal vez en la ciudad Cómo hay alguien que nos ayude. —Luisa esperaba que fuera su forma de hablar y no estuviera dudando, resultaba tan difícil entender realmente lo que significaban sus palabras, sin embargo... Luisa lo miró mientras caminaban. No era feo, a pesar de ser tan raro y su extraña manera de comerse las uñas nervioso, sus ojos eran preciosos. No. Luisa agitó la cabeza, tenía que salir de ahí en cuanto antes.

—Espero que no esté muy lejos... —dijo la muchacha para distraerse.

—Tal vez está a unos pasos.

Siguieron caminando por el mullido bosque, Luisa no lograba reconocer el camino por el que habían venido, esperaba que no se perdieran, Luisa frotó sus manos alrededor de sus brazos, hacía frío, menos mal que Tal vez le había dado esas ropas. Siguieron caminando, a Luisa le pareció una eternidad, habían pasado horas en ese bosque y aún no veían ni una sola casa.

—¿Sabes a dónde vas? —Preguntó la chica, nerviosa.

—Tal vez claro —Luisa aguantó la respiración, ¿Eso era un sí o un no? Soltó un suspiro abrumada, y miró al muchacho, se veía muy tranquilo, tal vez sí sabía a dónde iba.

Al ver algunas casitas sobresaliendo de las hojas del bosque, Luisa sintió un enorme alivio, al fin habían llegado a la ciudad... ¿Cómo se llamaba?

La ciudad Cómo era preciosa, se elevaba por una montaña llena de edificios, pero no los que Luisa conocía, estos eran grandes, pero hechos de roca blanca, tapizados con bellas alfombras a los costados, coloridas y llenas de símbolos y dibujos por doquier, en cada puerta había varios letreros colgados donde estaban escritas palabras en un dialecto que Luisa no lograba entender.

Las ruinas del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora