Un pie frente al otro, esperaba que estuviera tomando el camino correcto, pues la nieve y sus lágrimas no le dejaban ver nada, Luisa secó sus ojos con la manga de su camisa, apretó la piel de oso contra sí y siguió caminando a pesar de que no estaba segura a donde se dirigía realmente; cuando pisó algo duro, miró hacia arriba, un edificio hecho de piedra se levantaba ante ella, y a su alrededor, fragmentos de edificios, casas y pilares, parecidos ser carcomidos por el tiempo, las circunstancias y la naturaleza.
Las Ruinas del Tiempo.
Tocó un par de veces la imponente y fría puerta de madera, el aire la empujó hacia la helada entrada y siguió tocando como desesperada, si no le abrían pronto, se congelaría, empezaba a sentir sus mejillas entumecidas.
Después de unos minutos interminables, un anciano de gran barba larga blanca abrió la puerta, cuando vio a la joven soltó un pequeño grito.
—¡Pero niña! ¿Qué haces aquí afuera? —Dejó pasar a Luisa, ayudándole a caminar—. Deja traerte algo caliente.
Luisa observó el lugar, parecía más un palacio que un templo, un patio gigante se abría ante ella, donde varias plantas, flores, y una fuente en medio, lo decoraban, alrededor varias puertas se acomodaban con distintos números y materiales, el patio estaba cubierto por una cúpula de cristal, donde copos de nieve decoraban ligeramente la vista, dejando el patio y a sus plantas, intacto.
No cabía duda que era un lugar precioso, pues los cristales y las decoraciones hechas de diamante y piedras preciosas le daban un brillo muy peculiar al templo.
El anciano volvió con una taza de chocolate caliente y se la ofreció a Luisa.
—Gracias —Luisa bebió un sorbo y sintió que su alma regresaba a su cuerpo—. Necesito su ayuda... yo...
—Deja primero te doy algunas ropas secas, un resfrío es mortal con este clima. —La llevó a una de las puertas, donde había una habitación con dos camas, el anciano le entregó un vestido de cuello y manga larga, de color azul oscuro con blanco y se retiró.
Luisa salió del cuarto rápidamente, para su sorpresa, el vestido la mantenía más caliente que todos los abrigos, y sólo se dejó los pantalones y las botas, entre sus manos, descansaba la camisa que Tal vez le había ofrecido, Luisa la apretó contra sí aguantando las lágrimas, al ver al anciano regando unas flores, corrió hacia él.
—Ah, qué bueno que te quedó, tenemos miles de conjuntos para los que lo necesiten.
—Necesito su ayuda ¿Usted es uno de los ancianos, hechiceros... eso?
El anciano dejó la regadera a un lado. —Bueno, estás en las Ruinas del Tiempo.
—Por favor, necesito su ayuda. —La voz de Luisa se cortaba debido al dolor y a la impotencia.
—Hmm... puedo escuchar que no eres de aquí... ya veo, sí... ya había pasado antes —El anciano caminó por el jardín—. Por aquí.
Luisa lo miró sin entender nada, pero lo siguió entre el hermoso jardín de diferentes colores tan vivos como si estuvieran en un bosque mágico. Allí dentro se sentía todo tan extrañamente tranquilo, como si el tiempo se detuviera, como si la nieve y las ventiscas de fuera no existieran. El anciano caminaba con tranquilidad, acariciando algunas hojas que sus manos alcanzaban a tocar, tarareaba una melodía mientras Luisa lo seguía de cerca.
Llegaron a una estancia enorme, estaba más oscura que el jardín, tan solo siendo iluminada por quinqués y algunos rayos de luz natural que lograban filtrarse entre unas ventanas, enormes relojes adornaban las paredes, todos marcando una hora diferente. Ningún reloj era igual a otro. Las columnas eran de completamente de piedra entrelazadas unas contra las otras como si fueran una especie de telaraña, dando la sensación de que el lugar era inestable y misterioso, lejos del jardín, el ambiente se sentía más frío. Más allá de eso, no había demasiadas cosas, más que algunos sillones y tres tronos de piedra a lo alto, donde estaban sentados dos hombres.
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Las ruinas del tiempo
Teen FictionLuisa solo quiere volver a su hogar después de que una noche tormentosa es transportada a un extraño mundo donde las personas hablan como si fueran las palabras mismas, allí se encontrará con Tal vez, un joven asustadizo dispuesto a ayudarla pero co...