Las ruinas del tiempo

En casa

Luisa...

Luisa...

—¡Luisa! —La voz ronca de su abuelo despertó a Luisa de un salto, estaba acostada en el pasto, llena de hojas y tierra, sus shorts estaban sucios, sus rodillas con algunos raspones y su sudadera sucia y polvorienta, se quitó una flor de la frente y la dejó a un lado, el brillo de la Luz del sol la cegó un poco, pero pudo ver la sombra de su abuelo sobre ella.

—¡Por Dios, Luisa! —Su madre se acercó a ella preocupada. —¿Estás bien cariño?

Luisa se tallaba el rostro sucio por la tierra, parpadeando un par de veces —Creí que estaban en...

—Tu abuelo nos llamó, hubo una gran tormenta ayer, en cuanto nos dijo que habías desaparecido, vinimos de inmediato, estuvimos buscándote durante horas —dijo el padre de Luisa, hincándose a su lado. Luisa miró con suma impresión sus trajes ahora sucios de tierra.

—Nunca hay que jugar afuera mientras hay una tormenta, cariño —David la miraba preocupado, aunque estaba más feliz de verla sana y salva.

—¿Ayer? —Pero habían pasado días. Luisa pronto se acostumbró a la luz.

—Lo más importante es que estás bien —Marianne acarició su desaliñado cabello, abrazándola después con cuidado—. Menos mal no estás herida, unos cuantos raspones pero nada que no se pueda cuidar. —Luisa los observó por un largo rato, y sonriendo de oreja a oreja, se puso en cuclillas lo más rápido que pudo.

—Oh, los quiero tanto. —Los abrazó a ambos con fuerza.

—Y nosotros a ti, querida —Se levantaron junto a ella con cuidado, y Luisa se acercó a su abuelo con una sonrisa.

—Iremos por algo de ropa para ti, cariño —La madre jaló con rapidez a su esposo al auto que estaba a algunos metros.

Luisa limpió algo de tierra de su rostro, miró a su abuelo, lo abrazó con todas sus fuerzas, y después de un rato de risas, le entregó el libro.

El abuelo acarició el libro con cuidado. —Supongo que tú tienes mucho que contarme.

Luisa puso su mano encima de la de su abuelo.

—No tienes idea.

José abrió la mano, allí descansaba un pequeño guerrero de plata sin brazo derecho.

Después de todo, no iba a ser un verano tan aburrido.