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Ike era un niño pequeño y siempre Kyle tuvo el gran consejo de sus padres "Debes ser ejemplo para Ike" pero Kyle ahora debatía mientras que veía cómo la vela de su buró se apagaba a cada momento, ¿pero era uN Ejemplo? La respuesta más clara era un "NO".
Él era el bicho extraño de una sociedad cómo está y eso le dolía a mares, sin decir que ya no sería un buen ejemplo para su pequeño hermanito quien siempre lo veía con orgullo.
Así era "Su hermano mayor era el mejor, era un hermano inteligente y amable" pero yo no era el mejor y sobre la inteligencia, está ineficiente en estos momento porque su inteligencia había llegado hasta el momento donde se vistió de dama, ahora era solo un mentiroso.

Pero en las manos de Kyle estaba ese tacto cálido que el azabache tenía, ese toque que le daba un sutil cosquilleo en el pecho; querer eso era ¿Malo? Lo era. A ratos Kyle se maldecía y luego su lastima hacia sí mismo florecía intentado darle un aliento de alivio así mismo.
La vela ya consumida le daba la libertad para dormir, ya era demasiado tarde como para continuar pensando en lo bueno y lo malo de sus propios actos.

En la mañana siguiente sus ojos solo abrieron debido al sol golpeando su vista; hoy era especial, el cumpleaños de Ike sería ese día tan lindo que por la ventana se veía claramente; Ike siempre tuvo como un ejemplo a Kyle y así copiaba los hábitos de este, estudiar música, las ciencias y la literatura, matemáticas no era algo divertido para Ike y por debido a aquello Kyle obsequiaba a Ike un libro cada año, y esta vez sería un encantador libro llamado Rapunzel, Ike tenía unos diez años ahora y esa lectura era perfecta para el, un cuento bastante dulce que Kyle había leído a los ocho con ayuda de su madre.

Compro aquel libro unos semanas antes y junto a este compro un encantador marcador de tonos suaves en color crema, el marcador tenía letras en dorado que decía "El mundo de los cuentos" aquella frase había sido escrita por Kyle para su pequeño hermanito.

—¡Kyle!—

Se escuchó tras la puerta de su habitación, mientras el pequeño tocaba la puerta esperando la voz de su hermano mayor.

—Pasa Ike—

Dijo el pelirrojo mientras vestía su ropa común, arreglaba su camisa y chaqueta para verse ordenado como siempre su madre le había enseñado.

—Kyle, ¿Que libro me regalaras este año? —
Preguntó el menor de los Broflovski mientras abraza a su hermano mayor; en la mente de Kyle seguía siendo un niño de siete años, Ike era todo para el, aunque no siempre se llevaran tan bien como debían.

—Mhm... Un libro de terror—

Pero el rostro del pelinegro dio a notar susto, Kyle siempre para vengarse de alguna maldad que menor hacia, antes de dormir le leía algún cuento de la revista, Fallen Megazin; ¿Un acto de maldad? La verdad si, pero al final de la noche, Ike terminaba pidiéndole dormir junto él.

—Es una broma, no seas llorón, ya tienes diez—
Dijo Kyle dándole un poco peso a sus propias palabras crueles; tomó de uno de los cajones de su mueble el libro envuelto en papel, era un papel café a Kyle no le agradaba lo tétrico que se veía en el y decidió pintarlo a su propio gusto.

—Feliz cumpleaños, Ike —
Entregó el libro a su pequeño hermano quien con cuidado de conservar los dibujos que su hermano había bosquejado en el papel; al verle el empaste en verde el pelinegro leía la inscripción "Rapunzel" y en su interior el cinto del marcador colgaba de uno de los costados.

—¿Es de una princesa?—

Preguntó Ike con intriga de su nueva lectura.

—Así es, ¿No te gusta ?—
Dijo cabizbajo el pelirrojo quien miraba a su hermano menor con un rostro de tristeza, tal vez Ike ya está grande para un libro infantil; pero hasta ese momento no lo había pensado así, después de todo Ike siempre sería su hermanito menor.

—¡SI ME GUSTA!—
Exclamé en un grito de euforia el menor, el pequeño no dudó en abrazar a su hermano mayor; y aunque Kyle no lo supiera, los mejores regalos eran los de el, porque la ropa luego le quedaba ajustada y los juguetes ya solo quedaban en su habitación, como una colección que su padre le obsequiaba cada año, pero los regalos de Kyle podía leerlos mil veces y siempre le daban una sensación de alegría, suspenso y hasta tristeza y lo más importante, jamás se aburriría leerlos.

—Hermano gracias—
Dijo el pelinegro abriendo el libro mientras salía de la habitación, Kyle en una sonrisa sé sintió feliz por aquella sonrisa que su hermano tenía al leer.

"No seré un ejemplo para Ike, pero aún puedo hacerlo feliz con algo pequeño" pensó Kyle mientras salía de su habitación, procurando no ver al pequeño caer o chocar con algún objeto o pared.

En la cocina de la casona los sirvientes no paraban de trabajar, la fiesta de diez años para Ike era o debía ser perfecta, eran sus diez años y su primera fiesta de nobles; En la mente Kyle divagaba en la fiesta de sus diez años, él como todos le hablaba como un adulto, y eso había marcado en Kyle una imagen distinta de si mismo, era el progenitor y sin contar que también era un hermano mayor.

"Espero que Ike no pase por lo mismo" pensó para sí mismo mientras veía al pequeño leer en la gran mesa de la familia, Kyle quería que Ike fuera un niño para siempre porque la vida no era linda, la gente aparentaba por obligación y esas eran mojigaterías; Kyle quería ser algo que no podía, ¿y si Ike quería algo distinto? Terminaría como el, y eso no quería, ver a Ike en un foso como él.

—Hace diez años te convertiste en hermano mayor —

Escuchó a su padre en sus espaldas, en Kyle se sentía el orgullo de ser hermano mayor, siempre orgulloso de su hermano pequeño, felicitando sus logros y cambiando sus malos hábitos.
—No hace mucho lloraba por tener miedo a la oscuridad— susurró Kyle mientras caminaba hasta la mesa viendo a su madre ya sentada en ella.

"Ike, debes ser mejor, mejor que yo"

Sirenita [KyMan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora