"In another life I would make you stay, so I don't have to say you were the one that got away."
La arena se me metía entre la uña y el dedo, no dejaba de dibujar sobre ella. El vinto me revolvía el pelo y yo no podía más que suspirar.
En alguna parte de ese cielo, estaría durmiendo ella.- Si me pedís que me quede, me voy a quedar con vos -dijo, me agarró de las manos y no me soltaba, yo tampoco quería que lo hiciera.
- Boluda, es tu carrera, es tu futuro -le dije. Mi voz sonaba como sin no se me estuviese rompiendo el corazón, como si abandonar al amor de mi fucking vida fuese algo de todos los dias.
- Pero no sabemos cuándo nos vamos a volver a ver. Semanas, meses, ¡años! ¡Años, Bárbara! -me dijo con los ojitos aguados. Si no me iba ya, iba a terminar mal. Yo solamente quería verla triunfar.
- Mica, eso no importa -la abracé y junté nuestras frentes, ella cerró los ojos y las lágrimas le adornaron las mejillas rojas de bronca-. Vos te mereces volar más alto, llegar más lejos. Tenés un talento que el mundo tiene que reconocer -le susurré, y empecé a darle besitos en la frente.
- Pero vos sos mi mundo -soltó entre sollozos. Y a mí se me cayó el mundo.
Puedo jurar que me arrepiento, pero nunca se lo voy a decir porque la amo demasiado.
En Micaela encontré algo distinto, algo que me calentaba el corazón. Quería hacerla reír todo el tiempo, había sacado la parte más goma de mí. La abrazaba, le daba besitos constantemente, nos habíamos acostumbrado a vernos todos los días, todo el tiempo.
Quizás por eso nos resultaba tan difícil el hecho de que ella se tuviese que ir a Barcelona.
Pero si le hubiese pedido que se quedara, no me lo habría perdonado nunca. Porque por ella es que yo compongo, porque verla boludear constantemente me saca de mis oscuridades, porque su existencia para mí es un mimo al alma.
Ella allá arriba, en un avión, rumbo a su éxito, y yo acá abajo, amándola más que a nadie, más que nadie también. Deseando con mi vida que todo vaya bien.
Para mis adentros lloraba, porque la única persona que había entendido mi desorden mental era ella. Me sacó a ganchos hasta el último de mis secretos y nunca se asustó de quien yo era realmente.
No me ordenó. Se desordenó conmigo.
Empezó a ser la única compañía que quería, a borrarme las ganas de llorar, a mostrarme cuán hermosa podía ser. Ella me enseñó a que podía quererme entera, siendo yo misma, con los adornos que quisiera o recién salida de la ducha. Qué importaba, si era yo. Qué importaba si era ella.
Hundí los dedos en la arena y me acordé de nuestro primer beso, ese que no fue actuado, ese que no fue un reto, ese que fue nuestro.
Me había prometido que me iba a cocinar y yo flashee terrible cena. Cuando llegué a mi departamento, teníamos fideos con brócoli. Se excusó diciendo que no sabía que más podía hacerme porque soy vegetariana. Le dije que no mintiera, que ya sabía que no podía hacer nada más. Se enojó. La tuve que abrazar para que me diera bola. Seguía sin hacerme caso y empecé a hacerle cosquillas, se tiró al piso y se golpeó la cabeza, la tarada se la re dió con la esquina de la mesa y yo pensé que se me moría ahí. Me tiré al piso y empecé a llorar cuando vi que no reaccionaba.- Epa, tontita, ¿qué pasó? -me dijo como si no le hubiese pasado nada, me agarró una mano, tenía una ligera sonrisa pero la expresión de dolor se le notaba de acá a la china.
- Micaela, lagarta, casi me matas del susto -y la besé como si no se me hubiese ocurrido hacer algo mejor.
Después de eso se rió mucho, y la tuve que llevar al hospital. No era muy grave, según la enfermera, pero ella sola así no se iba a ir a su casa.
Durante mucho tiempo ignoramos lo que había pasado esa noche, hasta que la curiosidad mató a la lagarta y vino a preguntarme un par de cosas, entre ellas "¿Y querés salir conmigo?".
Pasamos las mil y una para que nadie se enterara de lo nuestro. Disimulabamos todo lo que podíamos, no nos mostrabamos públicamente, no queríamos que nadie interfiera en lo nuestro, porque eso era, nuestro.El cielo se había tornado gris y el viento había levantado más fuerza. El frío me estaba traspasando la campera, y decidí que era hora de que volviera al departamento antes de terminar mal.
Empecé a ponerme las zapatillas y me levanté. Miré la arena que profesaba "Barbica" con letra chueca, sonreí, pegué media vuelta y me las tomé.
Llegando a la moto, veo que había alguien ahí. El pulso se me descompaginó entero cuando le conocí la sonrisa y no pude hacer más que correr. Qué mierda me importaba si mis medias eran un arenal después.
La abracé con toda la fuerza que pude y empecé a besarla por los primeros lugares que tenía cerca de la boca.- Micaela, ¿qué mierda haces que no estás en un avión yéndote a la concha del hámster? -ella mordía su labio y su sonrisa no tenía más lugar en su cara.
- Es que el vuelo se cancelaba por mal tiempo, así que no perdí la mejor oportunidad de mi vida -dijo mirándome directo a los ojos. Me derretí entera.
- Pero la mejor oportunidad de tu vida está en Barcelona -dije poco convencida.
- La mejor oportunidad de mi vida está en tus abrazos -me besó y ni siquiera pensé en impedirselo, hasta que se separó de mí-. ¿Vamos a tu departamento y te hago fideos con brócoli? -me reí y rodé los ojos.
- Mica...
- OOOOO -me interrumpió, alcé una ceja- podemos ir a preparar tu pinche maleta para que te vayas a Barcelona conmigo, wey -dijo sacando dos boletos de avión de su campera. Empecé a llorar antes de enterarme.
- Micaela Micaela Micaela Micaela -repetia sin poder creérmelo.
- Me amas, lo sé -dijo, y se tiró un mechón de pelo por encima del hombro. Toda una diosa.
- Más de lo que nunca podría cantarte -y la volví a besar.
En esta y en cualquier otra vida, ella decidió quedarse, y yo no voy a tener que decir que fue la única que se fue.
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