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—¿Qué paso? —preguntó Jason con voz paciente, mientras la observaba con aquellos ojos intensos, que más de una vez le había dado la sensación de que podían leer su interior.
—Nada —respondió Abigail—. No paso nada, eso es lo extraño. Me tenía allí, a su merced y no me hizo nada. Solo me olfateo y luego se fue.
—Solo te olfateo —repitió Jason, pensativo—. ¿Estas segura de no recordar ni un solo detalle más?
—Estaba oscuro, pero esos ojos... no podré olvidarlos, tan dorados como pequeños soles.
Jason que seguía en cuclillas frente a ella, permaneciendo en silencio con la mirada perdida dejando que su mente se escabullera, se dirigiera a un lugar lejano de aquella ciudad, de Abigail. Algo estaba mal con el relato, pero no entendía el que y tampoco el como llegar a la respuesta cuando la misma Abigail era tan vaga por el miedo que había pasado y lo poco que observó. Finalmente desistió a intentar encontrar un sentido, nada tenía sentido. Así que se irguió.
Ella hizo lo mismo sin antes dejar escapar un quejido, todo su cuerpo dolía y más que antes. Ahora que la adrenalina la había abandonado al igual que la cafeína cuando pierde el efecto, provocaba que los pesares como el poco descanso afecten al cuerpo, y que este a su vez se vuelva mucho más pesado, y el cerebro quede como un estúpido ante el sueño. Aún así con los dolores y cansancio, siguió caminando aunque a un paso más lento que antes, lo cual atrajo la atención de su compañero por unos leves segundos, pareciendo mas una mirada de soslayo que lo que realmente significaba para Jason. Preocupación, mucha preocupación por lo frágil que podría llegar a ser Abigail, al final era una mortal que podía morir con mucha facilidad, como en las fauces de un animal que se consideraba domesticado; un perro. Sin embargo para ella era imposible descifrar los sentimientos o cambios de emoción en Jason, y su pequeña inquietud paso desapercibida, invisible ante sus ojos que se mantenían divagando a su alrededor. Observaba las calles o el cielo que ante la súbita oscuridad, se podía apreciar de mejor forma el mar de estrellas que llenaba todo el cielo. Quizás no era igual de bella y sorprendente como en las imágenes de excursionistas en bosques, montañas o lugares donde no hubiera luz eléctrica, pero no podía negar que su mirada se encontraba embelesada ante las que lograba ver como en la belleza de la luna, que irradiaba esa deslumbrante luz que a veces lograba opacar todo lo que la rodeaba. Realmente amaba poder ver el cielo junto a todo lo que ocultaba en el día y aunque fuera contradictorio, estaba agradecida que aquel ser, hubiera cortado la luz de los focos en varios metros de distancia. Tal vez en una comunidad entera.

Estuvieron caminando por casi cuatro horas en las cuales Abigail sufrió más de un sentimiento negativo, murmurando su descontento por no haber tomado algún vehículo hasta su destino, al final ella llevaba dinero suficiente como para pagar hasta el centro de la ciudad. No obstante Jason lo rechazo de forma tajante dos veces, antes de que se diera por rendida a conseguir algún lujo pequeño como descansar sus adoloridos pies —aunque sea por unos pequeños minutos situada en el asiento cómodo, cálido y relajado de un taxi con aquel particular aroma de perfumes, humo y otras esencias de los pasajeros anteriores—. 
Mucho antes del alba llegaron a su destino, el cual con una calidez y belleza les daba la bienvenida. Era igual a las demás casas; de dos pisos, con un jardín delantero y un portón hecho de fierro bañado en una pintura negra inmaculado. Pero lo que la diferenciaba y causaba tanta placidez era el color de las paredes, que llevaban un celeste claro que a esas horas daba más impresión de azúl, y el jardín que bien cuidado tenía flores de varios colores, como violeta, naranja, amarillo y rojo. No lograba imaginar a Jason cuidando de ellas con tanta dedicación, es más, estaba segura que sus padres lo debían de hacer; regarlas y podarlas. Pero, ¿Jason vivía con sus padres? ¿Qué dirían ellos al verla? ¿Tan siquiera sabían de su llegada? Abigail no había hablado mucho del tema, como de ningún otro aparte de sus sueños, de los seres y su situación, cayendo en cuenta de que no conocía absolutamente nada de aquel chico alto, cabello caoba y de belleza vislumbrante y atrayente. Realmente no le había preguntado nada, ni tampoco lo había pensado por un solo segundo, dejándose guiar solo por su instinto que confiaba a ciegas en un completo desconocido. Nunca entendió muy bien eso, y mucho menos lo haría ahora, pero algo en él, más allá de su físico o su carácter, le transmitía familiaridad, confianza, protección y. . . Quizás amor.
Jason abrió el portón moviéndose a un lado para dejarla entrar primero, lo que causó un leve temblor en Abigail, que recién comenzaba a sufrir del nerviosismo de la situación. Es su casa, su mundo pequeño donde estarán sus secretos, pensaba apretando la correa del bolso, sintiendo más que nunca el peso que ejercía en su hombro izquierdo. Ya no habría vuelta atrás. Desde el momento en que acepto seguirlo en la escuela perdió ese derecho de correr e irse, y ahora nuevamente elegía seguirlo sin cuestionarse sobre él. Cruzo el jardín y entró en la casa.

Locura infinita. ★Jason the toymaker★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora