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Sin embargo aún con aquel jardín que le sonreía atrayéndola con cada brisa para que disfrutará, no podía estar del todo feliz. Su sonrisa se mantenía tensa, falsa, y sospechaba que su padre ya lo intuía o no le habría mostrado tal creación en un momento donde las cosas se encontraban algo alborotadas en el trabajo.

—Es maravilloso, padre. Igual que todas tus creaciones, que son hermosas. No sé cómo lo logras... —Las palabras de a poco perdían entusiasmo, y su rostro que antes podía parecer brillante, se encontraba apagado. Ya no podía aguantarlo y no quería hacerlo tampoco, así que decidió hablar—: ¿Por qué yo no puedo hacer estas cosas? Te ayudaría con todo lo que necesites. Ya no tendrías que esforzarte en crear más lugares, y podría ser independiente. Viajar afuera sin que temas que me ocurra algo.
El rostro de Abadón, que ante la presencia de su única hija permanecía amable, se había quebrado por un rictus de impaciencia. Por primera vez en solo segundos la miro con el desdén de un hombre contemplando una simple basura, para luego cambiarla a una expresión de molestia habitual.
—Abigail ya hemos hablado sobre eso. Hay ciertas cosas que aunque quisiera, no pudiste heredar de mí, y entre esas está la independencia para salir fuera de mi territorio. Y por favor, no pienses más sobre esas locas ideas que no te servirán de mucho.

Sin embargo mentía.
 Las locas e inútiles ideas como le encantaba llamarlas. No significaban que fueran inservibles o estúpidas imaginaciones de una adolescente, sino que correría el riesgo de que el pensamiento terco de su hija por conocer un mundo fuera de los territorios a su mando, le dieran respuestas que jamás debería conocer. Lo peor de todo su elaborado experimento, es que Abigail ya había dado el primer paso y para la mala suerte de él, no todos los soldados aceptaban sus ordenes sin chistar. Que desgracia para Abadón el día que tomo a Jason a su mando y permitió que se acercará a su más querida hija, abriéndole los ojos a maravillas y desgracias para las cuales nunca estuvo preparada.

Con un suave beso en su frente, Abadón se despidió permitiendo que pasará la tarde en aquel nuevo y hermoso jardín, donde podría leer junto a los sonidos calmantes de las ramas en movimiento por la brisa, no obstante aunque pasará hoja tras hoja del libro intentando concentrarse en la maravillosa trama del caballero que viajaba con una princesa escondida, para escapar de los traidores del reino que querían asesinarla, no podía. Por su cabeza solo pasaba una cosa que se repetía una y otra y otra vez, tenía que encontrar a Jason, necesitaba hablar con él y lograr que la espera del viaje se acortará. Cerro el libro de golpe observando a su alrededor en busca de algún rostro familiar, pero simples miradas desconocidas le devolvían el gesto con rapidez o recelo. Abigail nunca entendería porque siempre la aislaban con tanta insistencia cuando no les hizo nada en absoluto.
Camino con normalidad por las calles de piedra sin mostrar su agitación o curiosidad por encontrar a alguien en específico. Puesto que aunque su padre le diera sonrisas y despedidas, sabía que siempre la estaban vigilando, por lo que espero hasta estar cerca de un callejón creado por dos casas hechas de piedras de sillería; el beneficio que tenían estas hermosas arquitecturas, era su tamaño inmenso y su estilo gótico que siempre la había embelesado. Entro con rapidez en el callejón y corrió escondiéndose en un pequeño espacio donde las sombras la camuflaban. Tal como esperaba Abigail, dos hombres pasaron junto al callejón mientras miraban en su busqueda.
—Supongo que después de todo, no estaría completamente indefensa, padre —murmuro con el hormigueo de la adrenalina creada por la rebeldía—. Y te admiro mucho, pero esta vez no me quedaré sin hacer nada.

Se mantuvo agachada y escondida por varios minutos hasta que estaba convencida de que nadie más la seguiría. Por suerte llevaba un paño de color idéntico al de su vestido bajo el falso, el cual utilizo de velo para cubrir su cabellera y parte del rostro. Cuando salió del callejón intento parecer lo más normal sin mirar a sus espaldas o caminar con rapidez, al final los pocos que merodeaban por el lugar que en su mayoría eran hombres, no le prestaban atención, aunque en un par de calles más adelante cuando apenas llegaba a los principios de Hosk, descubrió una multitud de personas que la asombro por la cantidad reunida —cuando mayormente los habitantes ni palabras se daban—, quienes murmuraban entre ellos sobre la conmoción que estaban causando las razas de los esbirros de un mundo desconocido para ella.
—Esto es una estupidez, ¿por qué debemos solucionar su problema? —escupió con molestia una mujer de cabellera dorada—. No vine para esto.
—¿Qué pensabas? Somos soldados, se supone que debemos hacer lo que nos ordenen —le respondió un hombre diez centímetros más bajo, cuyo cabello largo era de un azulado brillante.

Abigail sentía como la curiosidad le picaba, sin embargo no era tiempo de escuchar a escondidas, además le daría más preguntas que respuestas. Así que negó con la cabeza y siguió su camino hasta salir de allí yendo al lugar donde se encontró por primera vez con Jason. Cerca de un pilar había una fuente con la pequeña estatua de una mujer con cola en vez de piernas, cuyos cabellos se alzaban terminando con pequeñas cabezas de serpientes que amenazaban con su mordedura. Tristemente su belleza no atraía a nadie y siempre permanecía en una soledad que ella comprendía como si fuese propia. O bueno, así fue hasta que diviso el cuerpo de un hombre alto que admiraba el agua caer en cascadas.
—Jason —lo llamó a medida que corría hacia él. Su corazón latía con fuerza y una sonrisa tonta apareció en su rostro, estaba feliz y nerviosa por verlo.
No obstante al llegar a su lado pudo notar su mirada envuelta en la melancolía mientras contemplaba el agua caer. El infantil sentimiento que por un momento burbujeo de lo más profundo de ella, se apagó deshaciendo aquel ceño de alegría. No entendía del todo, pero una presión había aparecido en su pecho junto a unas intensas ganas de abrazarlo.
—¿Qué ocurre? —preguntó temiendo que la respuesta fuera a causa de su padre.
Sin embargo Jason dio un ligero brinco girándose con rapidez hacia ella, sorprendido.
—Lo lamento, no me di cuenta de que estabas aquí. —Sus palabras eran un lejano recuerdo del brillo carismático que alguna vez fue, lo que lastimo más a Abigail—. También debería disculparme por tardar tanto en buscarte, pero últimamente el tiempo no ha sido favorable conmigo, sé que tuviste que estar ansiosa todos estos días, y que no debería excusarme.

No.
No, no quería escucharlo así, no quería saber que esas disculpas podrían llevar a un adiós eterno, no quería que él se alejará y lo más probable es que haya se dirigieran sus palabras.
—¡Detente! —gritó apretando con fuerza el libro entre sus brazos—, por favor no continúes. Si dirás que no podremos ir más allá de este bosque, que no nos veremos más, por favor, detente —suplicaba. Su rostro le ardía y la vista le era nublada por las lágrimas. La única persona que le sonrió, le hablo y le otorgó felicidad, parecía perder el brillo que lo diferenciaba; aquella luz tan cálida y reconfortante. No lo aceptaba, no permitiría que se volviera igual que los demás. 

Locura infinita. ★Jason the toymaker★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora