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Lo que daba ironía al pensar que  un ser de tanta belleza pudiera ser tan asqueroso y despiadado en su interior, ocultándolo hábilmente ante los demás, como lo hacía con sus ojos. Que en ese lugar donde era dueño de todo, podía mostrar con libertad. Pero en otros reinos los cambiaba a colores tan comunes como el café o el celeste claro.

Las cadenas se tensaron por la fuerza con la que tiraban los brazos, siendo acompañadas por dos truenos que golpearon el mundo con fuerza; agitándolo con la brisa que revolvía los cabellos y ramas de cada árbol, siendo de gran ayuda para sofocar los gritos que por fin para el deleite de los presentes, salían de los labios de Jason junto con la sangre que escapaba cada vez que tosía. La melodía cada vez se introducía más, dañando todo a su paso como un virus hambriento, que buscaba un lugar especial donde vivir, dormir, permanecer como su dulce hogar de donde no lo sacarían.
Lo estaba destrozando, sentía como se movía en cada sector de su interior, como lo acariciaba, lo golpeaba y saboreaba. Lo volvió loco en tan solo segundos de los cuales solo un deseo se repetía una y otra vez, cada vez más fuerte, más eufórico, más alto que le resonaba en la mente como si lo estuviera gritando en voz alta, mientras tiraba de sus muñecas con ferocidad. Ya no importaba el daño que pudiera hacerse, menos si se rompía los huesos, necesitaba soltarse, sujetar su cabeza, su cuerpo, apretarlo, abrazarse. Necesitaba salir de ahí rápido, sin embargo las cadenas no cedían por más que Jason las jalara con todas sus fuerzas y se provocará hematomas en las muñecas. Estas solo chirriaban en respuesta por lo tensas que permanecían y nada más.
Nunca lo lograría, de eso estaba seguro, no como su mente que se negaba a creerlo, gritando con desesperación por la ayuda que no llegaría y que Jason no admitiría en voz alta aún si estuviera aterrorizado. Es más, ni siquiera entendía a quién le gritaba, o el por qué ayuda buscaba. Al parecer ya estaba completamente desquiciado y todo por culpa de una estúpida melodía que no dejaba de tocar en su cerebro. Sus notas eran agudas, pocas graves, pero siempre terminaba con seis notas agudas que retumbaban en los rincones de su cabeza, golpeando más fuerte su cerebro como si fuera apuñalado con hojas recién afiladas, para así ser desarmado y armado de una manera diferente, desordenada.

Locura infinita. ★Jason the toymaker★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora