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Verla con aquella alegría inocente mientras se perdía en el firmamento de sus fantasías dulces y románticas, siempre causaban un dolor en el pecho de Jason; era parecido como si unas pinzas sujetarán cada espacio donde alguna vez estuvo su alma y jalará, apretando y cortando. Era doloroso pero no insoportable, por lo que siempre ocultaba esa tristeza en una máscara de felicidad. No pensaba hacerle daño y mucho menos que creyera que era la culpable, además sus únicos momentos donde podía admirarla y hacerla feliz, eran aquellos y no los desaprovecharía por nada del mundo.
Con delicadeza sujeto el rostro de Bianca entre sus manos y lo acercó para besarla como si fueran los únicos en aquel momento, no era algo hambriento, pero si intenso. Podía sentir como los latidos de ella aumentaban, y sus labios temblorosos por el nerviosismo se movían con mayor insistencia. Cuando invadió su interior saboreando el dulzor de los pastelillos que había comido recientemente, un jadeo bajo se hizo presente. Para Bianca trataba de sensaciones nuevas; placeres pecaminosos que le gustaban, sin embargo para Jason era un tesoro que siempre debía esperar.

En medio de aquel bosque con ellos como los únicos presentes, el amor y la pasión florecieron envolviéndolos en un cálido manto de besos, caricias, jadeos y promesas susurradas. Los pájaros cantaban a su alrededor junto con el melodioso sonido del agua caer.
—Jason, yo... yo te amo —susurro Bianca con los labios enrojecidos e hinchados—. Se que pensarás que estoy loca, pero realmente siento que nuestro amor va más allá, como si fuéramos dos almas gemelas.
Con un último beso, él la envolvió entre sus brazos deseando en silencio que esta vez no la alejarán de su lado, pero el destino como su maldición no se lo permitirían y por desgracia otras personas los encontraron y como era de esperarse, la condenaron a muerte por haber dado su cuerpo a otro hombre, engañando a su prometido.

Por supuesto Jason intento salvarla, llevarla lejos, pero los behemá siempre lo detenían activando aquella maldita caja musical que lo torturaba hasta el desmayo. Y Abigail que lo observo todo desde lejos, sentía el dolor cuando él lo sentía al igual que la ira y la soledad, la desesperación. El amor podía ser bello, único, magnifico, como también una espada que te destroza hasta el punto de no dejar nada de ti.

No hizo falta que Abigail escuchará la melodía para saber que ya se marcharía, el recuerdo había llegado a su final y lo último que vio fue a un hombre destrozado, que lloraba la pérdida de su amada bajo una lluvia incesante mientras unas sombras largas y borrosas, lo observaban con gestos de burla.
Al próximo lugar que llegaría sería quizás el último que la caja le permitiera ver.

El cielo estaba nublado, a lo lejos un bullicio de personas que gritaban y reían la llamo para averiguar que ocurría. Allí se encontraban una multitud grande de personas que vestían prendas negras, sus rostros eran algo borrosos, pero se podía identificar claramente lo que exclamaban. Un hombre, cuya hermosura era abrumadora estaba siendo arrastrado hasta unos bloques de piedra, donde fue encadenado. Su cabellera caoba brillante y larga cubría su rostro, de sus brazos desnudos caían hileras de sangre, al igual que de su pecho. Lo único que vestía eran unos vaqueros holgados de un color negro, y nada más.
Abigail se movía entre la multitud para ver con mayor claridad la razón de lo que sucedía, ya que era evidente que estaban condenando a alguien, o mejor dicho torturándolo. Miro a su alrededor para identificar en que época se encontraba, pero la ciudad que debía ser la capital se encontraba lejos, y lo único que pudo divisar fue una casa de adoquines, a lo cual pertenecería a la edad media. Sin embargo existían cosas que la confundían como el color de algunos arboles que se inclinaban a tonos oscuros y formas nunca antes vistas por ella, o el hecho de que la presencia de animales era carente cuando precisamente en la edad media había muchos de ellos y más en lugares alejados de la ciudad y cubiertos por frondosos árboles. Olvidando aquel problema, volvió su vista a la escena que todos clamaban con tanta emoción e inmediatamente se arrepintió de su decisión.
El hombre que era acusado y de quien ovacionaban su muerte, no era nadie más que Jason, quien miraba hacía el cielo con vacío en los ojos, sus manos estaban alzadas a sus lados y por el movimiento de su pecho, el respirar le estaba costando un poco, lo que atraía las risas burlonas de los expectantes que no dejaban de gritar ofensas.
—Ahora tienes lo que mereces, maldito traidor —grito uno de la multitud, causando que las otras voces también se elevaran.
—Ya no brillas tanto, ¿no? —Rió una mujer.
—¿Qué harás ahora que no podrás volver nunca jamás a lo que amabas?
—Serás un monstruo —gritó un hombre recibiendo un "si", exclamado por toda la multitud a su alrededor.

Abigail estaba furiosa, ¿por qué pasaba eso? ¿Quiénes eran para acusarlo de aquella manera? Se giro hacía ellos gritando para callarlos, que se marcharan, que lo dejarán en paz, pero nada salió de sus labios, nada se hizo presente más que la dolorosa presión que sentía en la garganta y el pecho. Miro a Jason sabiendo que no podría hacer nada, solo estaba allí para mirar y buscar respuestas, no obstante eso no significaba que no sintiese algo. Estaba destrozada por dentro, tenía miles de emociones confusas y revueltas, y el dolor la abrazaba consolando a la tristeza.
—¿Es qué esto no te hace nada? —pregunto un hombre, que a diferencia de los demás podía ver a detalle, su vestimenta igual era diferente; de un color rojo, y su cabellera corta brillaba en un castaño oscuro. Se inclino con una sonrisa maliciosa hacía Jason y tomándolo del mentón, le dijo con malicia—: Quizás no te importe que te hagamos a ti pero, ¿y si le ocurre algo a tu preciosa mascota?
Solo con esa pequeñas palabras, tuvo de inmediato una reacción de Jason, que lo miro con fuego brillando en sus hermosos ojos miel.
—Tócala y sabrás lo que es realmente el infierno por toda tu maldita existencia.
—Vaya con que si estas vivo, por un momento creí que no respirabas. —Con una risa, el hombre de vestimenta roja, lo soltó, peinando su cabellera hacía atrás—. Lástima que Abadón no me permitirá tocarla, ya que al ser parte de él, no quiere que sea más profanada.
Aquel nombre vibró en lo más profundo de Abigail, lo recordaba, Jason lo había nombrado cuando ella le describió el hombre que había visto en la muerte de Tomás y el solo pensarlo le atrajo la repugnancia de todo lo vivido.

Locura infinita. ★Jason the toymaker★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora