40. Vuelta a la realidad

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RAOUL

Aún no puedo creer que se marchara sin despedirse, que simplemente desapareciera del mapa y de mi vida.

Sabía que la había cagado, que le había hecho daño y que, siendo lo ultimo que deseaba en este mundo, le utilicé y perdí su confianza... pero nunca creí que fuese a actuar así.

Durante las semanas de aislamiento en mi cuarto siempre albergué la esperanza de volver a verle, sin saber bien lo que esperar de aquel proceso pero decidido a dejar de mentirme y mentirle al mundo. Dejar de fingir ser una persona que no era. Solo debía averiguar el camino, un camino que había tratado de empezar varias veces en los últimos años pero que hasta el momento siempre había abandonado incapaz de seguir caminándolo. Lo bueno de perderlo todo es que dejas de tener miedo.

Tus mentiras me hacen daño.

Finalmente he asumido que no tenía ningún sentido tratar de no decepcionar a unos y a cambio hacerlo con otros. No puedo seguir permitiendo que mi vida se convierta en una continua decepción mal gestionada. Ahora lo veo tan claro.

Así que tras dos meses de encierro anoche salí de mi habitación, como si nada hubiera pasado, preparado para  volver a cenar con mi familia. Me resultó curioso que a estas alturas siguieran poniendo un plato en la mesa para mi. Es increíble la fe que pueden llegar a tener unos padres en sus hijos, verdad?

Me senté con ellos tratando de disimular los nervios, con una sonrisa en la boca y un rubor que consumía mi cara.

- Lamento mi aspecto. Después de comer me ducho - la verdad es que mi pinta debía ser deplorable porque llevaba días sin hacerlo.

- No pasa nada, cariño. Nos alegra verte. Te apetece ensalada? - la sonrisa de mi madre era angustiosamente tensa y triste

- No creo que esa sea la pregunta correcta en este momento, mamá...

Esa conversación iba a tener lugar cuanto antes, mis nervios no iban a permitir preámbulos. En realidad tenía el estómago cerrado y mi intención realmente no era hacer una actividad tan básica como alimentarme.

- Raoul...

- Raoul - le interrumpió mi padre - no nos debes ninguna explicación - su tono era el mismo que utilizaban con Alvaro y sus salidas de tono pero notaba que no estaba enfadado conmigo, creo que solo trataba de proteger a mi madre.

- Quizás no. Aunque yo creo que si, papá. No sé. En realidad da igual,  yo necesito hacerlo... siempre y cuando vosotros estéis preparados...

Dudaron un momento en el que intercambiaron miradas cómplices y finalmente un gesto de aprobación entre ellos. Ese gesto me infundió un poco más de valor. No soy tonto y mis padres tampoco, lo que tenía que decir era algo que ya sabían y que entre todos habíamos jugado a ignorar.

- Cariño, nada puede ser peor que verte así - La tensión que había en los hombros de mi madre se transformó en 1.000 lágrimas que recorrían sus mejillas y viajaban hasta mi corazón como cuchillos. Tus mentiras, Raoul, no solo le hacen daño a él - Es que no sabemos qué es lo mejor para ti o lo que necesitas...

- Lo habéis hecho bien, mamá - besé su mejilla y le tendí mi mano para que sintiera un ancla al que aferrarse - esto no es culpa vuestra.

- No debimos organizar ese cumpleaños - se lamentó mi padre - juntarlos a todos y obligarte a...

Saber que ellos lo estaban pasando tan mal y se culpaban de todo terminó de darme las fuerzas que me faltaban.

- Mamá, papá, el cumpleaños fue perfecto - dije cortante.

El Faro de LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora