Una Habitación | WooGyu

8.

Woo Hyun ya no puede declinar la decisión que ha tomado de jugar con los sentimientos de Sung Kyu, y es que, aunque suene algo desquiciado, no encontró otra mejor forma para vengarse del muchacho de ojos pequeños. Al final, todo se reduce a un simple desquite puesto que piensa que Sung Kyu nunca imaginó las consecuencias de sus pesadas bromas, y ahora Woo Hyun quiere que estén parejos, aunque su plan sea un poco más... cruel.
     —Este helado es delicioso —dice Sung Kyu antes de lamer la cuchara por enésima vez.
     Woo Hyun lo ha llevado a un local en el centro comercial donde venden su helado italiano preferido y, aunque son algo costosos, no puede darse el lujo de escatimar en la revancha que tiene preparada contra Kim.
     —Siempre han sido muy buenos; desde niño he venido aquí para comerlos. Mi favorito es el de fresa.
     —El mío también.
     —Sí, ya lo noté. Ese es el tercero que te acabas.
     Sung Kyu hace un puchero y, por un incrédulo momento, Woo Hyun cree que se ve adorable.
     —Yo pagaré los míos, aunque tú me hayas invitado, ¿de acuerdo?
     Y Nam se carcajea por unos segundos.
     —Lo siento, no quise ser grosero. Fue sólo un comentario. —Woo Hyun se le acerca por encima de la mesa y le acaricia la mano con suavidad—. Discúlpame, por favor.
     Entonces el resto del mantecado se atora en la garganta de Sung Kyu. El toque de Woo Hyun ha sido inesperado y aquello ha hecho que sus nervios se disparen.
     Hace días que Nam se muestra muy afectuoso (demasiado en realidad), y eso resulta un verdadero peligro puesto que el muchacho ha empezado a interesarle, pero no de la forma convencional en la que lo haría un buen amigo. Porque a Sung Kyu le ha comenzado a gustar Woo Hyun de la misma forma romántica que lo haría una chica. O eso piensa, aunque no esté muy seguro de lo que significa; Sung Kyu nunca se ha enamorado antes.
     —¿Sucede algo? —pregunta Woo Hyun con interés al verlo distraído.
     Pero Kim no lo puede evitar; su compañero de habitación le hace sentir cosas extrañas. Como escalofríos en la columna, o un raro bochorno que de pronto sube hasta su nuca. Su corazón late más rápido también y siente que las palabras que le dedica se atoran con torpeza entre sus dientes.
     —No, no pasa nada.
     Woo Hyun le sonríe, y aquella imagen se convierte en todo lo que Sung Kyu quiere recordar cuando vaya a dormir esa noche.
     —¿Podemos irnos? —cuestiona, deseando que Woo Hyun acepte.
     No está seguro de poder soportar más aquella salida con su 'amigo'. Las cosas están cambiando de rumbo y Sung Kyu tiene qué evitar que algo aún más extraño suceda. Nam no parece ser el mismo de siempre.
     —Está bien —responde, y una falsa tranquilidad inunda el pecho de Kim, pues piensa que su amigo volverá a ser él mismo una vez que regresen a casa de los hermanos Lee.
     Sin embargo, Sung Kyu no sabe lo equivocado que está, porque nada más al entrar en la habitación, Woo Hyun se detiene frente a él cuando cierra la puerta del cuarto y lo mira a los ojos por unos segundos. Kim no sabe qué hacer y sólo aguanta la respiración, pero Nam se le acerca un poco más y su espalda termina chocando en la madera.
     —Woo Hyun —murmura con nerviosismo cuando el nombrado lo acorrala contra la puerta—. ¿Qué haces? —cuestiona en un susurro mientras su corazón quiere escapar por su garganta.
     —No sé —dice, y sus ojos color avellana se posan con intensidad sobre los del mayor—. Algo raro me pasa contigo. Creo que...
     Woo Hyun guarda silencio ante el rostro rojo de Sung Kyu y por un segundo quiere parar; aquello no parece ser tan buena idea después de todo.
      Lo fue en días pasados, pero era más fácil imaginarlo que hacerlo; no obstante, ya no puede retroceder. La venganza está a la vuelta de la esquina y sabe que aquello resultara puesto que Sung Kyu se muestra incómodo, pero no de la forma para rechazarlo, sino más bien como todas aquellas niñas a las que hipnotizaba con la mirada; las que estaban locas por salir con él o las que decían estar enamoradas.
     Tal vez sea más fácil de lo que piensa. Sung Kyu se ve tan indefenso; tan frágil.
     —Creo que me gustas, Sung Kyu —dice al fin, provocando que los ojos del joven se abran de golpe y sus orejas también se pinten de rojo.
     Y el silencio se instala entre los dos. Sung Kyu no sabe qué decir, por un momento cree que ha escuchado mal; aunque en el fondo sabe que no ha sido así porque ambos están demasiado cerca y eso lo hace más fácil.
     Los centímetros entre los dos disminuyen un tanto más y Sung Kyu entreabre los labios, creyendo que ya es tiempo de aceptar lo que siente. No puede seguir engañándose a sí mismo cuando en realidad sabe muy bien qué decir.
     Sung Kyu es gay, y ni todas las chicas hermosas del mundo pueden hacer que cambie de opinión ahora.
     —Pues, yo sí estoy seguro que tú me gustas, Woo Hyun. Y no sé cómo pasó, sólo sé que empecé a sentir algo por ti. Sólo sé que tú me haces... feliz.
     Y ante la confesión de Sung Kyu, Woo Hyun está más que satisfecho. Durante un tiempo se imaginó que sería más complicado hacer que cayera en su trampa pues el muchacho se mostraba indiferente, reservado, incluso un tanto hostil; pero la realidad es otra. Kim es sensible y es dócil. Tal vez más de lo que hubiera esperado.
     Y, pese a lo 'fácil' que fue hacerlo, la duda continúa penetrando el corazón de Woo Hyun, porque en realidad no es un chico malo. Su mayor pecado ha sido romper el corazón de varias chicas, además, cree que Sung Kyu lo merece; cree que un castigo será más que suficiente para todo lo que ha provocado.
     —¿Lo dices en serio? —inquiere, casi rozando la punta de su nariz con la del chico.
     —Sí.
     —Entonces... demuéstramelo —Y Woo Hyun sujeta la barbilla de Sung Kyu con dos de sus dedos.
     Las palabras de Woo Hyun se convierten en una orden que no puede rechazar, y la saliva se atora en su garganta a medida que los segundos avanzan. Pero Sung Kyu no titubea cuando junta sus labios con los del otro chico en un toque suave, simple y sin aparente pena, porque quiere besar a Woo Hyun desde hace mucho, y no le importa sofocar a su agitado y ansioso corazón en ese preciso momento.