Obscura como la obsidiana.

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Durante la tarde las habían solicitado a participar en un acondicionamiento. Mientras se encontraba en la recamara reservada para los "instructores" sentada en cuclillas en el suelo, se había preguntado qué tipo de cuarzo enfrentarían.

Smoky Cuarzo era la líder de su pequeño escuadrón, en situaciones normales, es decir, situaciones donde su Hesonita no se encontraba disponible, realizaban las tareas comunes de que los otros llamarían "guardaespaldas"; sus labores eran sencillas: ser estrictas, responsables, enormes y sobre todo intimidantes. Smoky se sentía orgullosa de cada una de sus Cuarzos, cuando se le fueron asignadas, no eran más que un poco sobresaliente montón de irresponsables y distraídas rocas producidas en las extrañas guarderías de la tierra. Luego de haber sido llamadas a servir de guardia personal para el gran Diamante azul durante su visita al aterrador y salvaje planeta de Carcosa, Smoky y su guardia de cuarzos se habían permitido sentir algo que no todos los cuarzos, o gemas del Planeta madre, podían.

Orgullo.

Pero en ese momento, no sabía que pensar.

Los entrenamientos o "proceso de acondicionamiento" eran ya muy raros, en antaño, las gemas creadas con exceso de material derivaban en animales salvajes como los jaspes tigre o los cuarzos blancos, simples montañas de roca que no aceptaban las ordenes de otra cosa que no fuera la violencia, en cualquier caso, el proceso de acondicionamiento podía durar años, mientras la gema se acostumbraba a obedecer órdenes y claro a esta, a no mostrarse violenta ni agresiva a menos que recibiera la orden.

Smoky era un tanto más alta que sus compañeras, era natural siendo una gema composición particular, pero aun así, no se sentía especialmente agresiva, y no recordaba una ocasión en la cual sus poderosos y enormes brazos se hubieran excedido. Hesonita siempre la describía como "adecuada", y era suficiente halago para ella.

Solo que no era un cuarzo. Era una cosa confundida y torpe, le habían dado una espada que lucía como un bastón plano; aquella gema requería una golpiza para adaptarse, era una cosa ridícula, absurda y sobre todo cruel ¿En que estaban pensando los diamantes?

Un ruido de succión de parte de la puerta le indico a ella y a sus nerviosas nueve compañeras que debían ponerse en movimiento. Hesonita las miraba desde la sala de control, ubicada en un balcón sellado en la parte de arriba de la sala, que era como un coliseo miniatura, la luz brotaba del suelo y era de un color amarillento.

— ¿Qué es eso?—Pregunto Cornalina señalando a la gema con tono despectivo.

—Es una perla con la nariz rara. —Respondió sin dudar Topacio, aumentando la confusión.

— ¿Qué hizo para recibir acondicionamiento?—Inquirió Amatista con curiosidad. — ¿Sonreír demasiado fuerte?

La pequeña broma obtuvo las risas deseadas, Cornalina le dio un cariñoso golpe en el hombro a su compañera. Desde las sala de control, los labios apenas cerrados de Hesonita se curvearon hacia abajo.

—Smoky, creo que tus subordinadas han hecho antes este tipo de procedimientos ¿Acaso tienes un exceso de confianza con tus subordinadas?

Smoky y todas se enderezaron de inmediato, la única diferencia importante entre entrenar un rubí y acondicionar un rubí era que en el primer caso tenían permiso de detenerse si lo consideraban necesario, en los acondicionamientos era tirar a matar sin importar que.

—Cornalina—Exclamo Smoky sobresaltando a la gema color vino. —Tú iniciaras.

—Nada de eso—La voz de Hesonita se había distorsionado en los parlantes, pero aun sonaba intimidante y fría. —Atacaran todas a la vez, finjan que es una pared que se atravesó en su camino.