9

19 4 3
                                        


— ¿No podríamos dejar esto para otro maldito momento? —Pregunto Diamante amarillo frotándose las sienes. —Estoy harta de posar, lo siento, Perla. Terminemos por hoy...

Lapislázuli y Perla amarilla intercambiaron una mirada nerviosa ¿Acababa de maldecir su diamante? ¿Acababa de pedir disculpas su diamante? La estatua de Diamante amarillo de cuerpo entero estaba casi terminada. Perla amarilla hizo echar a la escultora y a su pequeño grupo de compañeras zafiros y cerro la habitación.

— ¿Cómo se encuentra, mi diamante? —Pregunto Perla, como siempre lo hacia todos los días desde que había sido creada.

En realidad, Diamante amarillo llevaba el mismo tiempo ignorando aquella pregunta ¿Acaso importaba eso, hacia alguna diferencia? Se limitó con encogerse de hombros mientras caminaba en dirección a su trono y se recostaba.

Diamante amarillo se quitó su casco, dejando escapar un largo bostezo cargado de frustración.

— ¿Dónde está Azul?

—El precioso y resplandeciente Diamante azul se prepara para retirarse a su colonia. —Explico Perla amarillo entre varios asentimientos de cabeza.

—Excelente. —Gruño Diamante amarillo alborotándose el cabello.

Perla le echo un breve vistazo, tan corto que de inmediato aparto la vista con un rubor anaranjado creciendo en sus mejillas. Claro, nunca había visto a su diamante sin su casco, y eso era decir mucho.

De un momento a otro, Diamante amarillo no aguanto más aquella ridiculez, con un grito de furia, salto de su trono provocando un leve temblor y aproximo a la entrada de sus aposentos.

—Envía un mensaje a Perla azul, dile que les hare una visita.

—Oh, mi Diamante, Diamante azul fue muy específica cuando dijo...

—Me importa un bledo. Dile que voy para allá...—Exclamo Diamante amarillo golpeando la puerta y provocando que esta se abriera con un sonido de succión.

—Pero...—La puerta se cerró antes de que la pobre Perla amarilla pudiese darle más negaciones.

Diamante amarillo caminaba con paso rápido, las gemas de su corte ni siquiera tenían tiempo de ruborizarse ¡Había salido de sus aposentos con el cabello suelto! No tenía tiempo para lambisconerías, les gruñía y estas se apartaban corriendo. Quizás un beso o un pellizco en la mejilla, siempre funcionaban cuando Azul se ponía en esos planes...Ni siquiera espero a que las citrinas activaran el puente levadizo, cruzo el foso que separaba ambos aposentos de un salto. Las paredes y corredores que pertenecían a Azul eran de un color azul mate.

La puerta de sus aposentos se abrió. Azul se giró, mirando hacia abajo, pues solo la visitaban sus cuarzos y rubíes, hasta que sus ojos fueron subiendo con un gesto de sorpresa hasta toparse con el rostro de Amarillo, que tenía un gesto de cansancio mezclado con incredulidad.

— ¿Qué?

— ¡Tu cabello! No...q-quiero decir. —Su rostro se cubrió con un rubor. —Fuera, no te quiero aquí. Lárgate, adiós...

Le dio la espalda y se sentó en su trono, Perla azul se había escondido bajo su tablero de control.

—Oye, Diamante azul, yo...—Empezó a decir Amarillo, con las manos tomadas tras la espalda. —Mi comportamiento hacia ti no ha sido el mejor, me doy cuenta de que he sido bastante dura, y no te lo merecías.

—Crees que soy pusilánime. —Murmuro Azul desde su trono.

—No, yo no creo eso, Azul...

—Y que soy inconsciente y torpe, que no hago nada bien y no vale la pena arriesgarse a dejarme controlar mi propia colonia—El trono de Azul giro en redondo, encarando a Amarillo. —Admite que eso has pensado siempre de mí.

Obscura como la obsidiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora