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Keela abrió los ojos y pensó que Nerval, su abuelo, era quien estaba a su lado, pero se halló sola una vez más. Se incorporó estirando sus brazos y piernas y notando como el cansancio le había calentado los parpados, había dormido muy poco, pero al menos habían empezado a rodear la montaña, muy pronto estaría devuelta con los suyos. No pudo evitar pensar en los heridos, y luego en los muertos, aunque recordó que sus compañeros eran agiles y fuertes, era muy seguro que hubieran conseguido escapar sin que nadie resultara herido.

Pronto estaría en su hogar. Pronto podría deshacerse de Obsidiana.

Apenas y había pensado en aquello, no había formulado lo que vendría después, cuando la entregaran a Rose Cuarzo, Obsidiana había demostrado que podía ser buena, pero era un monstruo, una amenaza, una de aquellas invasoras que solo sabían infectar la tierra y matar la vida a su alrededor para sembrar más monstruos con sus máquinas ruidosas. A menos que esta persona llamada Rose Cuarzo hiciera algo, muy pronto la tierra seria como una concha de mar, una desprovista de vida, con nada más que dolor y veneno.

Y sin embargo, volvió a experimentar una profunda decepción cuando pensó que la gema la había dejado durante la noche, su tobillo no estaba tan hinchado, y se pondría mejor si encontraba algunas hierbas que crecían por esos bosques, y que tenían la cualidad de ayudar con los magullones que se volvían oscuros y endurecían las extremidades, su madre le había enseñado. Keela cerró los ojos, recordó aquella noche sin querer, cuando todo desapareció entre fuego y gritos, mientras los demonios gigantes se movían entre las cenizas, danzando y burlándose, como engendros de la muerte. Y desde entonces su amado abuelo lo era todo para ella, y lo seguiría siendo cuando sus manos soltaran las suyas y se retirara a los campos dorados a regocijarse con sus padres, que la esperaban para volver a ser una familia algún día.

Entonces recordó a Torka, su voluntad de roca y la manera en que la había golpeado antes de que separaran el uno del otro. Torka había sido amigo de su padre cuando ella era niña, aunque solo fuese unos cinco años mayor que ella, había demostrado ser un buen guerrero, pero Keela ni siquiera podía recordar que se hubiera enfrentado a algo más grande que un lobo gordo, mientras que Obsidiana le rebasaba por una cabeza y además había pateado a un puma, luego de que, de hecho, la mordiera uno en la mano.

La gema no se había ido, se encontraba sentada bajo un árbol, como si meditara, mientras gruesos ríos de lágrimas se derramaban sobre sus mejillas, la gema tenía las manos unidas con los dedos apuntando hacia abajo, tocando sus zapatos. Sus parpados se sacudían por momentos, como si pasaran sucesiones de recuerdos turbios por debajo de aquellos parpados oscuros.

— ¿Obsidiana?

Silencio.

Keela tuvo cuidado con su tobillo hinchado mientras se arrodillaba junto a la gema, observando con más atención los rasgos finos de su rostro, su nariz pequeñita y adorable, que le parecía tan desconocida, sus pestañas, el contorno atractivo y seductor de sus labios gruesos y su mirada, que ahora no podía percibir, que trasmitía lo mismo que había visto cuando toco la gema del monstruo araña.

Dolor.

Era increíble lo fácil que se había enamorado de ella. Acaricio con cuidado sus mejillas, recorriéndolas con la yema de sus dedos hasta llegar a sus labios, de los cuales se apartó.

Recordaba la primera vez que Torka la había besado; había conseguido derribar a un venado cebado, dándole justo en el ojo izquierdo, una maravillosa muerte, despojada de cualquier dolor y con un profundo significado, agradecieron juntos al venado por la carne que les daría y por sus huesos, que les darían puntas de flecha, de lanza y de arpón para pescar. Torka tenía una cortada frente en el hombro que se había hecho con una raíz al caerse corriendo, era demasiado orgulloso para admitir que le dolía, y la chica tuvo que obligarlo a sentarse mientras masticaba las hierbas para aplicarlas en la carne abierta de su hombro.

Obscura como la obsidiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora