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Torka tenía los brazos y el torso cubiertos de cortes, rasguños y quemaduras, muchos de sus hermanos y hermanas habían muerto, sus cuerpos yacían esparcidos entre los restos humeantes de la aldea, notaba el sabor salado de su propio sudor y de su sangre manchando sus labios. Muy pronto se desmayaría o moriría, pero en cualquier caso, lo haría dando pelea.

A ambos lados de su cuerpo se encontraban dos de aquellas criaturas gigantes y macizas, con el cabello como la melena de un búfalo, las gemas de piel violeta lo miraban con desdén, pero también con cansancio y temor, porque nunca habían peleado contra un enemigo que moría de ese modo.

Sentada donde habría estado Torka se encontraba una gema, su piel tenia cierto tono verde, con el cabello peinado en dos cuernos y una mirada seria, pero engreída, tenía una pierna cruzada sobre la otra y esperaba pacientemente. Ella, junto con sus cuarzos, habían destrozado la aldea, buscando a la gema Obsidiana, de la cual Torka desconfiaba tanto, después de todo, ella había traído las tragedias a la aldea, nunca habían tenido problemas en ahuyentar a las gemas de sus territorios hasta su aparición.

Aunque eso no fuera cierto.

—Ágata ¿Que haremos con los cachorros de los humanos?—Ambas amatistas se miraron de reojo, ninguna quería hacer la siguiente pregunta. — ¿Quiere que también nosotras...?

— ¡Oh, cielos, no! ¡Súbanlos a la nave, irán al zoológico de Diamante Rosado!

La gema, Ágata musgosa, se aproximó al humano y le dio una bofetada.

—Me has mentido ¿Dónde está la gema?

— ¡Ya te lo dije, no lo sé!—Grito el humano, salpicando saliva rojiza en el rostro de la gema.

Una criatura todavía más horrible, de piel cobriza y cabello corto pero igualmente revuelto, que tenía dos ojos en el lado izquierdo y uno en el derecho, y cuatro manos, pero solo dos brazos, apareció. No pudo evitar mirar con tristeza los cuerpos vagamente definidos entre los escombros, y al ser asaltada por el recuerdo de sus gritos, miro a la chica que sujetaba del brazo.

La chica la empujo y cayó al suelo. Tenía magullones por todo el cuerpo, había luchado como toda una fiera, pero había resultado inútil contras las gemas.

—Encontramos una cueva, aunque estaba vacía, pero parece que ha estado descansando por aquí. Tal vez fuese una celda y ella se escapó o...

—No es una celda, y no es una prisionera. Es una traidora—Gruño Ágata poniéndose de pie.

El resto de sus cuarzos se había congregado en el sitio. Keela miro a Torka, pero el chico mantenía la vista en el suelo, estaba agotado. La gema verde invoco su látigo, que media unos cinco metros y terminaba en una punta parecida a una flecha. Ágata se aproximó a Keela, mientras Calcedonia volvía a sujetarle los brazos y la chica gritaba.

Ágata le acaricio el rostro.

—Eres distinta a tus amiguitos—Dijo la gema. —Mucho más lista y sensible a lo que pasa alrededor, así que espero que mi mensaje resulte mucho más claro y explícito: ¿Dónde está obsidiana?

La chica la miro, estaba agotada, muy pronto llegaría al límite de su resistencia, y cantaría como un pájaro para Ágata, quien no pudo evitar sonreírle.

—A-aquí, en mi boca.

Ágata puso una expresión graciosa y muy confusa, mientras giraba su cabeza un poco.

— ¿De que estas hablando?

La chica tomo aire por su nariz y escupió un grueso gargajo de sangre y mocos en el rostro de la gema, que se apartó como si sus ojos hubieran sido cubiertos de ácido.

Obscura como la obsidiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora