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Luego de atrapar un pequeño peludo con largas orejas, despellejarlo, limpiarlo y cocinarlo con fuego, Keela se había quedado dormida, en ese momento, se encontraba hecho un ovillo cerca del fuego, con la cabeza recostada en la hierba. Obsidiana estaba mirándola dormir cuando escucho el aullido, la chica fue perturbada de su sueño, pero no llego a despertar.

Pero no eran los lobos lo que la preocupaba, sino el desagradable sonido que vino después, al chillar del desafortunado animal, y luego, silencio.

Keela todavía tenía su espada, le acaricio el rostro y se aseguró de avivar el fuego, quería saber que había sido aquel ruido, no tardaría mucho en asegurarse y en regresar. Trepo con la agilidad propia de un puma a los árboles y alejo saltando de rama en rama.

Eran dos gemas, una amatista y un cuarzo verde, que avanzaban levantando lo que parecía un arca, con dos largos tubos que permitían levantarla del suelo, estaba hecha de un material muy sólido, y al resbalar de las manos del cuarzo verde, que iba delante, se golpeó contra el suelo, produciendo un sonido parecido al de una campana.

¡Ay! ¡Ten cuidado, pedazo de carbón!—Se quejó la amatista frotándose el pie izquierdo.

—Esto esta resbaloso. —Se defendió el cuarzo verde.

Las gemas se introdujeron por un corredor de roca entre la montaña, el pasadizo no era tan estrecho para que Obsidiana pudiera acercarse sin ser vista, pero ambos cuarzos apenas y se habían fijado en ese detalle, avanzaron hasta llegar a un portal, se subieron encima y fueron cubiertas por un destello de luz, desapareciendo.

Obsidiana estaba a punto de acercarse al portal cuando escucho un grito, el grito de Keela, apenas y lo había concluido cuando se dio cuenta de que había regresado y estaba enfrente de la entrada. De todas formas, podía ir a revisar el portal después, cuando Keela estuviera segura. No se molestó en detenerse a pensar porque necesitaba eso, y se convenció de que era parte del plan.

Obsidiana la había abandonado. Keela despertó sabiendo que algo caminaba cerca de ella, algo con mucho más que cuatro patas, se levantó blandiendo la espada de la gema, pero lo que encontró frente a ella fue suficiente para paralizarla por la sorpresa y el pánico.

No había visto nada parecido, ni siquiera entre las gemas o en sus propias pesadillas, trepo al mismo árbol que le daba cobijo, intentando llegar a la copa y escapar, pero la criatura se subió también, reventando las ramas con su enorme peso, haciéndola caer al suelo. Lo único que había escuchado era un crujido al aterrizar, un momento después no era capaz de correr.

Su tobillo izquierdo se estaba hinchando.

El monstruo, que parecía una especie de araña con brazos y piernas en lugar de patas y dos ojos irregulares y brillantes en la espalda, que estaba retorcida y era casi cuadrada, se acercó reptando rápidamente hacia ella, intento darle una estocada, pero la criatura, retorciendo sus dedos como asquerosos tentáculos, aferro la hoja y la arrojo lejos, antes de intentar tocarla.

Su torso y uno de sus brazos eran de color rojo, tenía un brazo amarillo con un guante, dos brazos azules, una pierna y un brazo azul y una pierna verde. Sus ojos, de color ámbar, brillaron con malicia e ignorancia mientras se preparaba para atacarla. Keela no planeaba morir, aferro una rama y golpeo a la bestia desconocida con toda la fuerza que pudo, justo donde se encontraba su ojo más grande, la criatura chillo sin tener boca y retrocedió mientras Keela se arrastraba por la hierba, aferrando un trozo de madera, en dirección a la fogata.

La criatura araña metió sin querer una de sus piernas, que era de color azul y tenía una pequeña botita de un tono más oscuro, en la fogata, pero las llamas no le hicieron daño, aunque el fuego oscureció su piel ahí donde la tocaba. Metió la rama, revolviéndola, y la levanto con fuerza, cerrando los ojos mientras arrojaba brazas y cenizas por doquier.

Obscura como la obsidiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora