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 La preocupación invadía los habitantes de cada reino pues aquella bestia que rondaba y atacaba a los más débiles se había despertado y solo alguien con el valor suficiente podría detenerlo, todos temían porque su sangre es lo él quería, aquella bestia sin sentimiento que de sangre se alimentaba.

Ningún habitante salía de las casas y ningún humano era permitido en los pueblos. Un gran silencio inundaba las calles, solo se escuchaba los paso de Kalack que caminaba por aquellas calles vacías con su gabardina negra y flechas con una punta muy fina.

Kalack se dirigió al bosque de las hadas en busca del veneno que mataría a la bestia, las Hadas no siempre eran aquellas personitas tiernas de la cuales siempre se habló en los cuentos, las hadas eran seres muy envidiosos y mezquinos con los suyos. La única manera de que las hadas dejan entrar a los demás seres sobrenaturales es dándoles oro puro.

Kalack llegó al árbol donde estaba la puerta mágica, de su larga cabellera negra arrancó una hebra y la dejó encima de unas hojas, la hebra desapareció y la puerta apareció.

Atravesó el portal llevándola a una tierra esplendida, llena de oro, plata, diamantes, rubíes y de todo los lujos posibles, aquel que entrara a la tierra de las hadas y tomaba sin permiso una de las joyas de ahí seria castigado de la peor manera posible le arrancarían la cabeza antes de que se guardara la joya. Siguió por el camino dorado hasta una hermosa cabaña donde estaba la reina.

Entro en la cabaña y vio a la reina con la hebra de cabello de Kalack muy feliz.

Los rumores eran ciertos la hermosísima Kalack Dyventha ha aparecido.- Dijo aquella hada levantándose del trono.

Sabes ahora que volviste eres la segunda persona más bellas en el mundo mágico.- Dijo con una gran sonrisa mientras guardaba la hebra.

La primera soy yo obviamente.- Dijo con una gran sonrisa.

Solo vine por un poco de sangre de Hada para matar al Deblin.- Dijo directa a la reina.

Entonces regresó, claramente ese no es mi problema.- Dijo sin importancia la reina.

Por un momento lo pensó y termino aceptando.

Pero hay una condición para que yo te dé la sangre, cortar tu hermoso cabello para que me lo des y te daré lo que quieras de aquí.- Dijo viendo el cabellos de Kalack Fijamente, las hadas a la única persona que le tenían envidia era ella, Kalack era más hermosa que todas las hadas juntas y por eso quería su cabello, ya que el cabello ero lo que las hadas más deseaban en el mundo.

Me das la sangre por las buenas o yo misma la tomaré por las malas.- Dijo Kalack enojada hacia la reina.

Las hadas presentes en el salón temblaron de miedo ante la voz de Kalack pero no iban a darle la sangre tan fácil.

No querrás empezar una guerra, aunque sigue la propuesta de tu cabello hay otra cosa que deseo y es algo que tú tienes.- Dijo levantándose y acercándose a Kalack.

Dame ese hermoso anillo que tienes en tu mano derecha y te daré la sangre que necesita.- Eso era un simple anillo de diamantes que le había regalado hace años así que se lo dio sin problemas. Realmente no sabia quien se lo había dado.

Dame la sangre.- Exigió Kalack a las hadas.

Traigan a Rena.- Dijo la reina a su sirviente.

Varias hadas traían arrastrando a otra hada la cual estaba muy golpeada y herida.

La reina sacó una navaja y le hizo un corte en el brazo, con una pequeña botella tomo la sangre necesaria y se la entregó a Kalack.

La pequeña hada herida pidió la ayuda de Kalack pero ella se fue sin decir más y escuchando los gritos de Rena.




LA HÍBRIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora