Seneca

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No sé que decir.

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Se tenía que ir, definitivamente. Guardó el último lápiz de color y lo único que quedó fue la manzana roja envuelta en una servilleta blanca. Steven la tomó, dio dos pasos hacía el desagüe para marcharse por fin de esa pesadilla; pero no supo por qué se detuvo y volteó a ver al joven que se estremecía en la pared.

-Quieres... ¿la manzana?- Le dijo sin pensar.

El chico despegó su rostro de la pared para ver al niño. Steven se arrepintió casi de inmediato de haber abierto la boca. El chico lo miró un segundo para luego, inconcebiblemente, descomponer su rostro en una mueca de dolor tan terrible que Steven se estremeció; enormes lágrimas salieron del rostro de la capucha que cayeron sin miramientos a la tierra seca, el pelinegro se quedó sin habla, inmediatamente notó como del labio partido del que hacía unos minutos era su agresor caía un leve hilo de saliva mientras decía gangosamente.

-Me va a-a-...a...me va-a... pegar... ¡Me va pegaaar!- Y lloró abiertamente con tal desgarro, que Steven tuvo ganas de llorar también.

La cabeza se le enfrió de pronto, ¿Qué debía hacer? Quería huir, correr, ese no era su problema; quizá aún alcanzaría el autobús. Debía llegar a la escuela cuanto antes.

Pero el, ese niño no dejaba de lamentarse como si se muriera de dolor mientras se estropeaba el rostro con la pared. De su fino rostro, a pesar del labio roto, escurría sin cesar una cantidad de llanto que lo impresionaba, y una línea de saliva caía brillante de su boca abierta en el rictus de dolor.

-A-ah...me va-a pega-a-ar..- Siguió mientras hipaba con violencia.

-¿Qui-quién?- Fue todo lo que salió de la asustada mente de Steven.

-¡Mi papá! ¡Me va a pegar muy duro!- Exclamó para luego pegar un gemido de dolor como un niño pequeño.

-No me...alcanza...pa-ra...sus cigarros. Me va a matar.- La última palabra sonó tan aguda que a Steven le rayó en la desesperación. Sintió que le faltaba el aire, retrocedió dos pasos. Huiría de ese lugar antes de que algo más pasara. Pero no pudo controlar su lengua.

-El... ¿Te rompió el labio?- Steven nunca entendió por qué preguntó en vez de huir. -Pendejo -se dijo.

El chico solo asintió con la cabeza con vehemencia sin dejar de llorar ni de ver a la pared.

De pronto Steven sintió un escozor en la espalda que le caló hasta los huesos; fue como si una colilla de cigarro fuese apagada en su piel con violencia. Volteó a ver y no era nada, volteó al frente y lo vio a él.

El chico tenía el pantalón verde viejo, algo humedecido.

-Se...orinó. –Y se llevó una mano a la boca.

Fue entonces el cerebro de Steven pegó un salto que sería irreversible.

-Mi...mi madre fuma.- En el impacto del momento, se le había ido llamar a Vidalia "madre". –Ella...ella siempre tiene una cajetilla en casa. Puedo irla a buscar.-

El chico se giró para verle. Se le notaba muy confundido, su respiración lo ahogaba.

-No seas...mentiroso- Dijo el ladronzuelo con dificultad.- Una vez que salgas de aquí... no vas a-a volver-

Steven se quitó la mochila y la dejó en el suelo. -Regresaré por mi mochila, voy por la cajetilla, pero, tienes que prometerme que no me molestas más.-

Dime que es un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora