Un Ángel para un Final (Parte 01)

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Aprovechando que encontré una forma de romper mi racha sin escribir. Traigo la continuación de este fic, que duele un poco al hacerlo.

Gracias por esperar y espero les gusto. Más datos al final.

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- Un Ángel Para Un Final -

Parte 01

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Dicen que cuando un silencio aparecía entre dos, era que pasaba un ángel, que les robaba la voz...

-Silvio Rodríguez-

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Fue la ausencia de su cuerpo lo que le despertó. Se encontró cara al suelo, aún detrás de unos troncos de madera que, enmohecidos por la fuerte humedad del bosque, habían servido como un precario pero efectivo escondite.

Fue saliendo del sopor del sueño tallándose los ojos. Sintió extrañamente relajada su espalda y se estiró un poco.

¿Cuánto había dormido? No lo sabía. Lo que si sabía es que ella no estaba allí. De inmediato se le agolpó en el cerebro lo acontecido e instintivamente se agachó. Después, se asomó un poco para verificar que el terrible hombre de la casa derruida no estuviera fuera. Testeó el lugar por completo.

Todo estaba bien; todo envuelto en un extraño silencio en donde incluso las aves del basurero cercano, parecían haber enmudecido. El sonido de algunos insectos era tan constante que acompañaban a la calma que reinaba, como tejida en ella.

Pero la niña no estaba y el terror lo comenzó a invadir.

-No, por favor no, Lapis.- Pensó asustado.-Te dije que no fueras con él.-

Se tomó el rostro nervioso, sacudió la cara, recordó lo acontecido la noche anterior y sintió arcadas. Se llevó la mano a la boca, sintió que vomitaría. Un pensamiento lo frenó.

-La va a matar, ¡él la va a matar!-

Sin pensarlo más, se levantó, tomó su mochila, y salió de su escondite en busca de ella.

De Pillo.

***

-Parece que se fue a revisar la bomba de agua.- Pensó aquella andrógina niña mientras caminaba taimada en medio del único hogar que conocía. El techo y suelo eran gris en diferentes tonos, de entre algunos lados se asomaban varillas oxidadas; en las paredes en cemento vivo relucían rayones y zonas húmedas. Ventanas tapadas con cartones y un sillón que hacía mucho había dejado de ser funcional, era todo lo que había. Eso sin contar las botellas de aguardiente que abundaban en las esquinas, así como colillas de tabaco.

Acostumbrada al agrio hedor del sudor impregnado que reinaba en el lugar, Lapis se encaminó cautelosa al cuarto donde solía dormir; lugar que no era otra cosa que una estructura de concreto con una colchoneta sucia en una esquina. Se acercó a la pared izquierda y allí ubicó un tabique suelto que ocultaba detrás de una enorme caja, lo removió. Tomó el tabique en sus manos y sonrió levemente. Rascó un poco la parte central y sacó dos barras de chocolate con arroz inflado.

No tenía dinero, pero sentía una muy extraña necesidad de ofrecerle algo al chico. Tenía guardado esos dulces para alguna fecha especial. (Si su padre se embriagaba lo suficiente y la dejaba en paz, pensaba comerlo en navidad).

Dime que es un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora