Capítulo 3

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Observé la escena desde la barra. La chica estaba nerviosa e intimidada por Egan, pero lo disimuló bastante bien.

- Estoy buscando a mi prima, permiso - le contestó sin responder a su broma intentando apartarlo para pasar, pero él no la dejó. La agarró del brazo y la puso frente a él. Se inclinó hacia ella y reposó el brazo que no la sujetaba sobre su hombro.
- No tan rápido granjera...- le dijo mirando su boca. - ¿Cómo se llama tu prima?
- Dudo que la conozcas. - respondió desafiante. Él volvió a sonreír.
- Si viene a estas fiestas la conozco, lo más seguro es que la conozca muy bien. - contestó enfatizando el "muy". Decidí que era el momento de intervenir y me acerqué a ellos. Los chicos me dejaron pasar sin problema escaneandome de arriba a bajo. Cuando llegué le pasé un brazo por los hombros a Egan haciendo que soltara su agarre de la barbie malibú.
- ¿A quién buscas, cariño? - le pregunté repasándola con la mirada. Ella se aclaró la garganta antes de responder.
- A mi prima, se llama Irene Fiore. - esta vez la volví a mirar otra vez, pero mucho más detenidamente desde los pies hasta la cabeza. Se notaba que eso no le gustaba porque cruzo los brazos frente al pecho con mala cara.
- Irene está en la pista, ¿ves a esa que está prácticamente practicando sexo con el tío sin camiseta? - la rubia se puso roja como un tomate al ver a su prima y se llevó una mano a la boca impactada. Yo sonreí.
- Cr...creo que mejor me voy...- susurró dándose la vuelta dispuesta a marcharse. Cuando salía por la puerta Egan se quitó mi brazo de encima y fue tras ella.
- Ahora vuelvo. - dijo.
- No me lo puedo creer. - susurré. Necesitaba un cigarro. Vi a un chico fumando, apoyado en la pared, así que me acerqué a él hasta apoyarme a su lado. Me giré y le agarré el brazo haciendo que me mirara. Se lo acaricié lentamente mirándole a los ojos. Me sacaba una cabeza. - ¿Me das uno? - pregunté observando deliberadamente su boca consciente del doble significado de mis palabras. Él sacó una caja del bolsillo y me dio un cigarro.
- No tengo fuego.
- No lo necesito. - me puse el cigarro en la boca y lo acerqué al que él tenía en la suya encendiéndolo. Tomé una calada y dejé salir el humo sobre sus labios. No me quitaba los ojos de encima. - Gracias. - sin más me di la vuelta y salí de la fiesta a tiempo de ver como Egan subía a la chica barbie malibú a su moto y se iba.

    Pasó el fin de semana y me reuní con Egan en el taller de coches en el que habíamos convertido el garaje. No era un taller del todo legal, pero ¿qué lo era en este pueblo? Cuando llegué estaba ocupado debajo de un coche con la camiseta amarrada a la cintura.

- ¿Cómo vas con eso? - le pregunté dejando la mochila con nuevas herramientas que había encontrado por ahí encima del sofá. Era una de las pocas cosas que no habíamos cambiado.
- El coche no arranca y no consigo averiguar qué tiene. - me quité la camiseta de tirantes negra y le di dos toques en la pierna que sobresalía por debajo del vehículo.
- Déjame ver. - salió y se me quedó mirando. Tenía el pelo suelto, nada de maquillaje, un sujetador de encaje morado oscuro y un pantalón de chandal gris. - Deja de babear y levanta. Deja que la maestra haga su magia.
Me acosté donde él estaba y antes de meterme debajo del coche le devoré con la mirada los brazos subiendo hasta el pecho, bajando hasta el ombligo.
- ¿Quién babea ahora? - preguntó poniéndose la camiseta, yo le sonreí y me metí debajo del coche.
- ¿Y ese chupetón que tienes debajo del ombligo quién te lo hizo?, ¿la chica fresas con nata? No veas con las buenecitas.
- ¿Qué chupetón? Mierda...ya no vuelvo a ver a esa Samanta. Odio que me marquen. - su voz se escuchaba apagada desde donde yo estaba, pero su tono era incuestionablemente de mosqueo.
- Susana, Egan, se llama Susana. - puede parecer raro que yo recordara los nombres de las chicas con las que se enrollaba y él no, pero es porque yo tengo buena memoria y él es Dori. Solo recuerda lo que realmente le importa o le causa interés. - Hecho.- dije antes de salir.
- Qué sexy estás manchada de grasa. - me acerqué al sofá donde había dejado mi camiseta consciente de que observaba detenidamente cada uno de mis movimientos. La cogí y me la restregué lentamente por el cuello poniendo mi pelo a un lado. Después me di la vuelta y mirándole deslice la camiseta por el escote de mi sujetador hasta llegar a mi ombligo. Le oí tragar saliva, sus ojos parecían salirse de sus órbitas. Cuando sentí que se iba a abalanzar sobre mí me la puse con rapidez y cogí la mochila desparramando las herramientas sobre una mesa en la que me apoyé.
- ¿Y qué? ¿Qué te parece lo que he conseguido? - se me acercó por detrás pegándose a mi espalda y asomándose por encima de mi hombro.
- Están bien. - me di la vuelta y le encaré - ¿Sabes qué nombre sí recuerdo? - levanté las cejas como diciendo 'sorpréndeme'. Él miró mi boca antes de hablar. - Alice. - se contestó enfatizando el final del nombre.
- ¿Ese es el nombre de la chica fresa? - pregunté conteniendo la risa. Él asintió. - Dios...hasta su nombre es ñoño.
- ¿Son eso celos?- preguntó pegándose más a mí. Le puse una palma en el pecho y me agarré con la otra a la mesa. Busqué con mis ojos los suyos que no se habían separado de mi boca en toda la conversación.
- Ya sabes que no. - me puse seria para que entendiera lo que le quería decir.- Mira, Egan, tú ya eres grande. Sabes lo que haces. Si te la quieres tirar, hazlo, pero solo te digo una cosa - separó sus ojos de los míos para volver a mirar mi boca haciéndome perder el hilo de lo que estaba diciendo.
- Ajá...¿qué cosa? - lo alejé con la mano que tenía apoyada en su pecho y le cogí de la barbilla para que me mirara a los ojos otra vez. Tenía un brillo travieso en su mirada.
- Las chicas como ella no se acuestan con tíos como tú y si lo hacen es porque se enamoran. Para eso vas a tener que pasar tiempo con ella y descubrirás algo, algo que ninguna de aquí te puede dar.
- ¿Qué quieres decir con eso? - preguntó confundido.
- Que tengas cuidado, Egan. Solo eso.
- Creo que llegamos en mal momento. - se escuchó la voz de Ethan en la puerta del garaje. Egan se pasó una mano por el pelo separándose de mí.
- Te vimos salir con una chiquilla de la fiesta de Ricky, ¿te la tiraste? - preguntó James dejando la bolsa con cervezas al lado de un sillón en el que sentó. Ethan se sentó en otro a su lado. Egan se sentó en el de siempre y yo me separé de la mesa siguiéndole para sentarme a su lado, no sin antes coger una cerveza para mí y otra para él. En ese sillón solo nos sentábamos él y yo. Era como una norma no escrita que todos respetaban. - No parece que sea tu tipo.
- No lo es. - contestó abriendo la cerveza y dándomela, quitándome la que yo sujetaba. 
- ¿Lo hiciste o no? - preguntó Ethan con interés. Egan sonrió tomando un sorbo.
- Aún no. - contestó después de tragar y recostarse con la brazos abiertos en el sofá.
- Sinceramente, tío, no creo que a esta la consigas es demasiado...
- Frígida. - terminó James. En lo particular no me gustaba esa palabra. Si una tía no se enrollaba con tíos y no follaba era frígida y si lo hacía era una puta. Hiciéramos lo que hiciéramos nunca estaba bien.
- Me dio su número.
- ¿En serio? - pregunté. - ¿Y la has llamado? - eso sí que sería sorprendente.
- Aún no. Le estoy dando tiempo para que piense en mí, así cuando le diga de quedar no me dirá que no. - le pegué un codazo en el estómago y sonreí ante su plan dándole un sorbo a la cerveza.
- Eres imposible.

La mala del cuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora