Capítulo 11

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What makes a man break up inside? 

And what makes a man give up his pride?

What makes a man feel he's begun to fail? 

And when he can't win 

he thinks he's in jail? 

Tell me...

    - Una mujer. - sentí que los pelos de mi nuca se erizaban y que un escalofrío recorría mi columna vertebral al notar su aliento en mi oreja. Egan se había sentado a mi lado en el sillón y me había quitado un auricular del oído.

    - ¿Tan alto se escuchaba? 
    - Oí la canción nada más entrar. ¿Cuántas llevas?
    - Esta es la quinta vez que la escucho. Me pone en trance. - Egan apoyó la cabeza en el respaldo del sillón y cerró los ojos. - Este día se siente como un funeral.
    - En cierta forma lo es. - contestó, y llevaba razón.

    Hoy era el día en el que el hombre al que había llamado "papá" los primeros años de mi infancia me había dicho que en realidad no era mi padre. De eso hace ya tiempo y, a partir de aquel momento, nunca más lo volví a ver. Al menos me dejó su gusto por la buena música.

- ¿En qué piensas? - preguntó.
- En que tengo ganas de bailar. - contesté. Él giró la cabeza para mirarme.
- ¿Te fías de mí? - estaba despeinado y algo ojeroso, pero seguía siendo endiabladamente guapo. 

    Sin esperar mi respuesta cogió su móvil y puso una canción. 

   Se levantó y extendió su mano para que yo la tomara. Había momentos como este, insignificantes, momentos que por lo general se pierden en la memoria, pero que por alguna razón a ti se te quedan gravados. Su mano extendida era solo una mano suspendida en el aire. No tenía que significar nada, pero agarrar su mano nunca significó "nada". Tiró de mí hacia su pecho y poco a poco nos balanceamos al ritmo de Cry to me. Recuerdo que cuando vimos la escena en la que sonaba esa canción ninguno pudo apartar la mirada, entre asombrados y avergonzados por lo que estábamos viendo. Solos ante un ritmo y unas imágenes que nos provocaban. Su mano se deslizó por mi cadera y me apretó levemente. Podía sentir el calor de su vientre pegado al mío. Eché la cabeza hacia atrás y él aprovechó para dejarme caer mientras me sujetaba subiendo su mano por mi espalda. Cuando me acercó de nuevo, mi pecho quedó apretado contra el suyo. Cerré los ojos y sentí como inclinaba la cabeza hacia mí, primero noté su respiración en el lóbulo de la oreja, después bajando por la mandíbula hasta mi cuello donde depositó un beso. Pausado, permanente. Respirar se me hizo pesado. Volvió a bajar lentamente su mano a mi cintura, acariciándome, y pegó su frente a la mía. Yo pasé mi mano derecha por su nuca, tocando su pelo con la punta de mis dedos, y la izquierda por su cintura apretando su camiseta y acariciando con mi meñique la piel desnuda que dejaba al descubierto la caída de su chándal gris. Nuestras miradas se encontraron. Nuestros labios estaban a menos de un segundo de distancia. 

   La música dejó de sonar.  Nos quedamos parados, estancados, sin dejar de mirarnos.  Sus ojos se deslizaron hacia mi boca y los míos hacia la suya.

- ¿La quieres? - la pregunta me salió atragantada, casi sin voz. Escuché cómo contenía la respiración y soltaba el aire, aire que murió en mis labios. 

La mala del cuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora