Mis latidos

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El edificio número seiscientos veinte, de un barrio no muy lejos de mi casa me impone demasiado. Mis manos están sudadas, y las piernas me tiemblan. El típico angelito de las películas que te advierte de lo que no debes hacer aparece, pero no le hago caso, pues el demonio y mis ganas de verle en persona ganan por goleada en mi mente lujuriosa.

Llevo ropa sencilla, ni siquiera me he arreglado, no es una cita ni voy a encontrarme con el chico que me gusta, si no que voy a tener sexo con el hombre de mis fantasías. Pico a su puerta en cuanto doy tres respiraciones profundas para calmar mis nervios, y una voz en el interior me avisa que enseguida abre.

Los segundos que pasan se me hacen eternos, hasta que al fin escucho el sonido de una cerradura y la puerta se abre delante de mí. Una pequeña entrada con varios zapatos tirados por el suelo me da la bienvenida, al levantar la mirada observo que la casa no es mayor que la mía. La luz es tenue aun así me permite ver la figura masculina que hay parada en medio del comedor.

Es él.

Mientras me acerco puedo percatarme que lleva unos pantalones negros cortos, y una camiseta de tirantes a juego que deja ver algunos de sus tatuajes. Sus músculos están marcados, las fotos y videos no son nadas comparados con tener a Ravi delante. Lo miro por primera vez a la cara, lleva el mismo antifaz de siempre, el pelo negro le cae sobre él, dándole un toque misterioso y sexy a la vez.

- Sígueme. – Lo escucho hablar, su voz es profunda, atrayente. Solo me incita a hacerle caso.

Entramos en una habitación sencilla, con una cama de matrimonio de sábanas blancas. En un lado hay un escritorio con un ordenador y en el otro un armario con espejo, que hace la estancia mucho más grande. Todo me es familiar, he visto el lugar en sus videos, la lámpara, la silla de la esquina e incluso el gran cuadro del cabezal. Lo único que la diferencia de cualquier dormitorio son las dos cámaras de video que hay a cada lado de la cama, sujetadas por un trípode y varios cables conectados al portátil de la mesa.

Siento su presencia detrás de mí y luego una respiración en la oreja que me hace tener escalofríos.

- No te muevas. – Asiento.

Veo algo negro pasar por delante de mis ojos y luego noto un peso sobre la nariz, seguidamente el lazo que sujeta el antifaz, es atado en la parte de atrás de mi cabeza y comienzo a sentir la excitación por todo mi cuerpo.

- Debes firmar algo antes de continuar. – Vuelvo a asentir y lo sigo hasta la mesa.

Me tiende un boli junto con un papel y comienzo a leer con atención. Son simples directrices y normas como las que me envió por mensaje, pero más serias y oficiales. También hay un apartado que firmo conforme acepto a ser grabado, y que estoy de acuerdo en que los videos se subirán a internet.

No me importa, llevo un antifaz y voy a ser conocido como el chico numero veintitrés de Ravi, una fantasía cumplida, un futuro momento ardiente. Escribo mi nombre con la mano algo temblorosa, pero no puedo estar más seguro de aquello, en cuanto suelto el bolígrafo me giro.

- Quítate la ropa menos la interior, y colócate sobre la cama, boca arriba.

Hago lo que me pide sin haber dicho aún ninguna palabra, no puedo, me siento algo intimidado pero no me importa. Dejo mi ropa sobre la silla de la esquina, y me tumbo en la fría cama de matrimonio, no sé qué hacer con mis piernas así que las mantengo estiradas, esperando la siguiente orden. Coloco las manos entrelazadas sobre mi abdomen que sube y baja despacio, muy diferente al rápido movimiento de mis latidos.

Lo veo enfocar las cámaras y colocarlas en dirección donde estoy estirado, al levantar un poco la cabeza me puedo ver a mi mismo en la pantalla del ordenador, me avergüenzo pero lo soporto. Dos pequeños pilotos rojos me distraen y me informan que ya estamos grabando, respiro hondo y prefiero olvidarme de ellos para entrar en situación.

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Boy 23 (Navi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora