Diario de Máximo Landore
27 de abril, 1910
Alejandro me llamó hace cuatro días. Tan pronto como el teléfono sonó, sabía que se trataba de él y fui consciente de sus intenciones desde el primer momento.
Solicitó que hipnotice a Amira y la lleve a su infancia. Mas como era de esperarse, sus recuerdos estaban distorsionados y fueron realmente confusos. Habló de un cangrejo llamado Joseph con un tatuaje de ancla; de su padre, Andrew; de la playa, del mar. Comentó haber llegado a la playa mediante un túnel bajo su cama, y poder caminar sobre el agua del mar. Por supuesto, esto era simplemente parte de la distorsión que las drogas ocasionaron en sus recuerdos.
Sin embargo, el que los recuerdos sean muy abstractos no impidió a Alejandro llegar a Joseph. No estoy muy seguro de cómo lo hizo aún, pero llegó a la conclusión de que sería un pesquero del puerto con un tatuaje de ancla y logró contactar con él. Intentó dialogar con Joseph/Thomas, pero yo y mis hermanos sabámos que no terminaría bien ya que Thomas es un hombre muy violento. Por esta razón, decidimos intervenir en la situación.
Dimitri se encargó del cuerpo de Thomas, transformándolo en arte como solía hacer con los cadáveres de animales. Por otro lado, yo y Amira nos encargamos de llevar a un inconsciente Alejandro a su hogar, calmar un poco la inflamación en la herida de su cabeza (que habíamos provocado nosotros con la intención de que no nos vea, ni al asesinato de Thomas).
El primer paso de la venganza está hecho. Matamos a uno de los secuaces.
Pero aún quedan tres personas más.