Capítulo 10: Sueños

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"El arte es hacer algo de la nada."

―Frank Zappa

Abrí los ojos al sentir que Jax se ponía de pie a mi lado. Me incorporé un poco, refregándome el rostro. Todavía podía escuchar el ruido de la música, así que la fiesta no había terminado.

―Te has quedado dormida ―susurró Jax, sonriendo― ¿Puedo? ―preguntó señalando el cierre de su campera que llevaba puesta.

Asentí y él subió el cierre. Me reí porque estaba somnolienta, pero podría haberlo hecho yo.

―¿Tienes mucho frío? Estabas temblando hace un momento ―dijo.

Dudaba que fuera por el frío.

―No, no tanto. Tu campera es muy abrigada. Gracias.

―Creo que ya es hora de irnos.

Asentí y me estiré antes de ponerme de pie. Agradecí llevar la campera de Jax, porque había mucho más viento que antes. Por esa razón ya no había casi nadie en el jardín, solo nosotros y una pareja que estaba besándose recostados en el césped. Aparté la mirada.

Me llevé las manos a la sien, tenía un dolor horrible de cabeza.

―¿No quieres la campera? ―le pregunté, mientras nos dirigíamos a su auto.

Jax estaba con una camiseta de manga corta y debía de tener frío, pero negó con la cabeza.

―Quédatela tú.

Subimos rápidamente al auto, Jax prendió la calefacción. Se colocó el cinturón y yo hice lo mismo.

―Si tienes sueño puedes dormirte ―me dijo―. Te despertaré cuando lleguemos.

―Gracias, pero se me parte la cabeza ―le contesté―. Prefiero llegar a mi habitación, tomar algo e ir a dormir.

―Como quieras ―repuso y puso el auto en marcha, pero no arrancó. Me echó un rápido vistazo― ¿Siempre sueles beber tanto?

―La verdad es que no.

Jax alzó las cejas.

―Tus antecedentes no dicen lo mismo ―dijo y supe que se refería al día que llegué tarde a su clase.

―¡Eso ha sido por el estúpido Karaoke! ―me defendí― Solo bebo ante situaciones de extrema necesidad, no iba a poder concebir esa noche de Karaoke sin alcohol.

Me miró con curiosidad.

―¿Y cuál fue la razón de esta noche?

Apoyé mi cabeza en el respaldo del asiento.

―Malos recuerdos y pensamientos.

Jax asintió.

―No eres la única ―musitó.

―¿Cuáles son los tuyos? ―le pregunté, pero él se quedó callado― Lo siento, no debí preguntar eso.

―Mi mamá era alcohólica ―dijo, de repente―. Murió hace unos años.

Guardé silencio automáticamente. Lo miré asombrada, pero Jax no me estaba mirando, seguía con la vista fija hacia adelante. Sentí un nudo en la garganta. Era fácil para mí sentir su pérdida. Tal vez fuera porque yo también había perdido a un familiar y, además de la vida, probablemente la muerte fuera lo que más me uniera con una persona.

―Lo siento ―logré decir, aunque mi voz sonó entrecortada―. Lo siento mucho.

Él trató de sonreír. No lo logró.

Nuestros DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora