Capítulo 13: Paréntesis

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"El arte es para consolar a todos los que están rotos por la vida."

―Vincent Van Gogh

Hay una diferencia entre estar sola y sentir soledad. A menudo me sentía sola y tal vez era egoísta de mi parte porque nunca estaba realmente sola.

Siempre había tenido a mi familia conmigo, preocupándose por mí. Incluso aquí en la universidad, haber conocido a Maddie, Ethan y Jax fue un alivio para mí. Pero, más allá de que las personas podían estar conmigo todo el tiempo, más allá de que podía estar rodeada de ellas, no podía evitar que ese sentimiento de soledad me golpeara de vez en cuando. Era una sensación de desolación, de desconexión con mi entorno y con el mundo. Era sentirme incomprendida, fuera de lugar, aislada.

Al ver las obras que me había mostrado Jax sentí una conexión con aquellos artistas, incluso si no los conocía o eran pintores talentosos que nada tenían que ver conmigo. A pesar de eso, me sentí identificada como si ellos también hubieran experimentado aquella soledad, aquel dolor que era como un malestar en el pecho tan fuerte que a veces tenía que hacer un gran esfuerzo para poder respirar. Solo una vez había sentido esa conexión anteriormente y había sido con mi artista favorito Bauer.

Algo me decía que Jax también se había sentido así y por eso sabía que compartir ese lugar y hacerme conocer otros artistas que me hicieran sentir comprendida iba a ser una gran ayuda para mí.

Ahora me encontraba en el estacionamiento de la universidad. Estaba esperando que Maddie llegara con su nuevo auto cuando reconocí el auto de Jax a unos metros de mí. Me acerqué a él en el momento que terminó de estacionar.

―¡Jax! ―lo llamé, cuando abrió la puerta.

Pero la persona que descendió del auto no era Jax. Era un chico alto, tenía la piel pálida y el cabello teñido de blanco. Estaba lleno de tatuajes. Sus ojos castaños me miraron de arriba abajo hasta que se detuvieron en mi rostro de nuevo. Me sonrió de manera burlona.

―Ay, Emma ―Me sobresalté al escuchar mi nombre―. Ni siquiera nos conocemos y ya me insultas.

Lo miré sorprendida.

―¿Cómo sabes quién soy?

―Vaya, ¿te llamas Emma? En realidad, dije un nombre al azar. Tal vez sea un poco brujo. ¿Te ofreces como voluntaria para que realice algún hechizo? ―me preguntó.

Okey. No sabía qué decir. Solo me quedé mirándolo, debatiéndome entre animarme a pedirle una explicación lógica o huir de allí. Él chico suspiró, aburrido.

―Jax me habló de ti ―explicó.

Vaya, eso sí me interesaba. Ignoré el estúpido aleteo en mi pecho y me animé a preguntar.

―¿Eres su amigo?

―Desgraciadamente.

El chico volteó para cerrar la puerta del auto y colocó la alarma. Cuando volvió a darse vuelta y se dio cuenta que yo seguía allí parada, me miró con impaciencia.

―¿Necesitas algo más?

Estaba a punto de decir que no e irme. Sin embargo, algo en su mirada irritante hizo que me quedara allí. O tal vez se debía a que quería saber más sobre lo que Jax le pudo haber dicho a este chico.

Te está mirando mal Emma. Seguro te odia.

¿Quién no lo haría?

Tragué saliva.

―¿Por qué tengo la sensación de que no te caigo bien? ―me animé a preguntar.

Mierda, ¿y si Jax le había dicho algo malo de mí? Antes de que el repentino miedo se materializara en mi cabeza, el chico hizo un ademán con la mano para quitarle importancia al asunto.

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