Capítulo 6: Pesadilla

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"Nunca pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad."

―Frida Kahlo

Creía que mi peor pesadilla, la que más odiaba, era la única que había vivido en carne propia. Aun así, no solía soñar con ello a menudo, pero cuando lo hacía, revivía mi sufrimiento y me desesperación de nuevo de una manera diferente.

En esta ocasión, estaba en el auto con mi padre y mis hermanos, nosotros tres estábamos en los asientos traseros. En el sueño, tal como había pasado en la realidad años atrás, era un día lluvioso. A mí me gustaban los días lluviosos y me encantaba mirar por la ventana la lluvia caer, pero ese día no me llamaba la atención la lluvia, sino los autos que pasaban a toda velocidad por nuestro lado, apresurándose para llegar a algún lugar antes de que la tormenta empeorara.

Recordaba a mi hermano discutir con mi hermana porque a ella se la veía triste desde hacía semanas, pero Abril le insistía a Kian que no se metiera en su vida.

―No tienes por qué meterte en mis problemas, yo puedo arreglarlos sola ―le había dicho Abril a Kian.

―¿Llorando? ―replicó él.

―Kian ―le advirtió mi papá mirándolo por el espejo retrovisor―, basta.

―¡¿Ven?! ―exclamó Abril, sacándose los auriculares― Eso es lo que me molesta, que todos salten en mi defensa cuando no se los he pedido. ¡Dejen que yo resuelva mis problemas y déjenme en paz!

―Mason es el problema ―le dijo mi hermano.

―¿De qué problemas hablan? ―pregunté.

Yo era una niña de ocho años, no entendía por qué Abril estaba triste, solo sabía que era por un chico.

―Problemas de adolescentes ―contestó mi papá, como si yo no entendiera nada del tema.

―Es sobre el amor, ¿verdad, Abril? Yo sé sobre eso, mamá me lo explicó... y a mí también me gusta alguien ―le conté.

Abril sonrió. Mi madre me había contado que a Abril le gustaba mucho un chico, pero por diferentes razones les era muy difícil estar juntos, aunque se querían. Yo le había dicho que a mí también me gustaba un chico del jardín, se llamaba Tim y me había prestado los lápices para colorear cuando yo me los olvidaba.

―¿Quién te gusta? Eres muy pequeña para eso ―me dijo Kian mirándome.

―No lo soy ―protesté.

―¿Cómo se llama? ―volvió a preguntarme Kian.

―¡Kian, déjala en paz! ―se quejó Abril.

Le saqué la lengua a Kian.

―Ustedes dos son insoportables.

Abril rodeó los ojos y se volvió a poner los auriculares. Kian y yo nos aliamos para hacerle cosquillas a Abril, como siempre lo hacíamos, ella se retorció riendo.

―¡Odio cuando hacen eso!

―Yo odio cuando no estás feliz ―repliqué, frunciendo el ceño.

Abril se mordió el labio y me dio un abrazo.

―¡Hey! ¿No hay un abrazo para mí? ―preguntó Kian.

Mi hermana estaba por abrazarlo cuando mi padre gritó que nos sostuviéramos. El auto comenzó a dar vueltas y Kian puso su brazo delante de mí para que no me cayera hacia delante por el impacto. Había sucedido todo muy rápido.

En el sueño, yo volvía a mirar el espejo retrovisor para ver a mi padre, pero en vez de él, era yo la que estaba manejando, mi yo de diecinueve años miraba por el retrovisor con una sonrisa gélida a mi yo de ocho años. Mis manos estaban sobre el manubrio y la única intención que tenía era que chocáramos con otro vehículo.

Nuestros DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora