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No estaba tranquila, no me gustan los truenos, solo me gusta cuando llueve tranquilamente y ponerme en el sofá que está pegado a la ventana y contemplar cómo llueve en una noche de invierno.
Tenía miedo, se había ido la luz y tronaba muy fuerte. Me sentía niña pequeña que quiere protegerse entre los brazos de su madre, pero ahora mismo esto no podía, ya que vivo lejos de ella, y ya estoy grande para ello.

Por suerte estaba él para protegerme de todo peligro y de todo mal. Estaba a mi lado acurrucado en el sofá, al frente de la chimenea. Llevaba una de sus camisetas que desprendía un olor bastante agradable para mi gusto, el olor me recordaba cuando nos conocimos en aquella parada de tren a las dos de la mañana.

Volvió a tronar fuerte y ruidoso y me escondí en su pecho. Me susurró: tranquila, estoy aquí para protegerte de todo peligro, me beso en la frente y me abrazo con más fuerza, levante la vista, lo miré a los ojos y le susurré, te amo antes de darle un tierno beso.

Me quedaría para siempre así con mi salvador de las tormentas mas grandes.

Derribando TabúesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora