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Cerré de un portazo la puerta de mi taquilla tras coger mi comida. Reconocí la risa de Will detrás de mí y puse los ojos en blanco antes de girarme para mirarla. Tenía una sonrisa en la cara, nada parecido a su aspecto de muerta viviente de la mañana anterior.

―Algo me dice que la charla con la orientadora no ha ido muy bien...

Entrecerré los ojos por su tono jocoso y se rio de nuevo. Negué con la cabeza y cogí la mochila del suelo antes de ir hacia la cafetería. Gruñí, molesta.

―¿Tan mal ha ido?

―Básicamente ha insinuado que tengo problemas de control de la ira que tendremos que trabajar. Por favor... ¡problemas de control de ira! ―Me detuve y la miré―. ¡Yo no tengo tal cosa!

Era consciente de que estaba gritando y tenía los ojos tan abiertos que cualquiera podría haberme tomado por una loca. Will enarcó una ceja, como diciendo <<¿Enserio? Lo que tú digas>>.

―No, para nada.

La fulminé con la mirada. Hizo una mueca, como restándole importancia, y me agarró del brazo para que siguiese andando.

―Solo tienes carácter, nada más.

Puse los ojos en blanco al oírla decir aquello. Era la misma charla que había tenido con mi madre de camino al instituto.

―Escúchame bien: quiero que seas extremadamente amable con la señora Harrison. Nada de ironías, ni sarcasmos, ni salidas de tono; es decir, que seas todo lo contrario a como sueles ser ―había dicho ella.

La señora Harrison era la orientadora del instituto. Aunque no la habíamos visto en persona, la tarde anterior nos había mandado un correo electrónico diciendo lo entusiasmada que estaba por conocerme.

―Gracias ―dije sarcástica.

―Eso es exactamente a lo que me refiero ―me recriminó―. Gía, esa señora solo quiere ayudarte a adaptarte mejor, no puedes ser grosera con ella.

―Hablas como si fuese un ogro ―me quejé―. Además, yo no he pedido su ayuda. Creo que en la maldita semana que llevamos en esta estúpida ciudad, no te he dado ningún problema. No la necesito.

Ella suspiró y dijo:

―Hasta que no consiga que dejes de referirte a esta ciudad como ''estúpida'' o con cualquier palabra despectiva, seguiré creyendo fielmente que necesitas su ayuda.

Puse los ojos en blanco, exasperada, y me giré hacia ella.

―Por favor, ¡es una estupidez! Me hace sentir como si estuviese loca o tuviese problemas de conducta.

Aprovechando que habíamos parado en un semáforo, me miró. La molestia y el cansancio estaban reflejados en sus ojos.

―A ver, ya te hemos explicado que acudir a la orientadora no implica que estés loca. Y que tengas carácter no supone que tengas problemas de conducta, solo que eres ligeramente insufrible ―dijo, aquello último, sonriendo.

A pesar de que odiaba las clases del señor Hobbs, habría preferido tener que tragarme uno de sus monólogos sobre lo grandiosos que son los Estados Unidos de América que tener que hablar con la señora Harrison. O Amy, como ella se empeñaba en que la llamase, como si llamarla por su nombre de pila iba a hacer que cogiésemos más confianza.

―Joder, es que encima pretende ser mi amiga ―dije, poniendo los ojos en blanco.

Will se rió.

―¿Tienes que volver?

―Sí, pero con la condición de que me desapunten del periódico escolar ―la dije, sonriendo triunfante.

In my bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora