Uno.

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Percy estaba ansiosa por volver a estar en Hogwarts, necesitaba tiempo con sus amigos, lejos de dioses griegos y titanes locos.
Lo único de lo que Percy no podía escapar era de los monstruos.
Era una hija de Poseidón, su esencia atraía a cualquier monstruo, y su cabeza traería una gran gloria a aquel que la decapitara.
Por eso no separaba a Anaklusmos de su lado, era tan importante como su varita dorada.
Al aterrizar en los jardines de Hogwarts, tomó su varita rápidamente y se cambió a su uniforme con el emblema de Gryffindor orgulloso en su pecho.

―Lamento haberte pedido que volaras tan lejos, Blackjack ―se disculpó ella con su pegaso, recién había terminado la guerra contra los titanes y ahora tenía que llegar a clases.

Ni siquiera estaba segura de que tanto tiempo había pasado desde que el curso había comenzado pero sabía que si hablaba con Dumbledore sobre su situación, le ayudaría a integrarse correctamente a sus clases. Después de todo, el director de Hogwarts sabía sobre su secreto. 

Ahhh, estoy tan cansado, jefa, le decía Blackjack, mientras bajaba su cabeza y comenzaba a respirar con más fuerza. Tal vez me encuentre mejor si me da uno de esos pastelillos de calabaza.

Percy soltó una risilla entre dientes y le dijo a Blackjack que la esperara cerca del Bosque Prohibido y le llevaría algunos dulces después de la cena y de su plática con Dumbledore. 

¿Por qué la semidiosa no había llegado junto al resto a Hogwarts? Después de que terminara la batalla contra Kronos, había decidido quedarse un poco más con su familia y amigos, ayudando a la reconstrucción del campamento y vigilando que los dioses cumplieran su promesa. 

Soltó un gran suspiro cargado de cansancio al recordar los sucesos del verano: Había a visto a Luke morir, uno de sus primeros amigos en el campamento, y no solo eso, ella había sido la que le había dado el arma; se había bañado en el Río Estigio para ser capaz de enfrentarse a Kronos, ahora su piel era una armadura salvo por un solo punto vulnerable en su cuerpo el cual solo Annabeth sabía donde estaba.

Cuando recordó a la rubia, volvió a suspirar, esta vez no cansada pero con un sentimiento que no era capaz de identificar por completo.

Annabeth, Annabeth, Annabeth, repitió ella su nombre en su mente con un tono soñador, un sonrojo comenzó a hacerse visible en las mejillas de la azabache al recordar el beso bajo el agua que habían compartido. 

Aún no eran nada oficial, Percy sentía que estaría traicionando la confianza si no le hablaba primero de este otro mundo del que era parte, el mundo mágico. Si iban a comenzar a salir, quería mostrarle cada lado de ella a la rubia porque era lo que se merecía. Pero para comenzar a contarle todo eso, primero tenía que hablar con su madre, después de todo, había sido ella quien le había pedido que mantuviera esa parte de ella en absoluto secreto y Percy nunca había cuestionado el consejo de su madre. 

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que apenas había prestado atención a sus pasos y ahora ya estaba frente a las puertas del Gran Comedor. 

Abrió las puertas lo más sigilosamente posible, y cuando hubo un espacio lo suficientemente grande para ella, entró y deseó pasar desapercibida por una vez en su vida. 
Y gracias a los dioses, pareció que así fue, todos estaban demasiado ocupados aplaudiendo por algo que estaba pasando al frente y que ella decidió no prestar atención por el momento, después le preguntaría a los gemelos de que se había tratado aquello. 
Cuando llegó a donde Gryffindor, tomó asiento entre Fred y George, haciendo que los Weasley dieran un salto en su lugar por la sorpresa, cuando reconocieron a la azabache no pudieron ocultar sus sorpresa, incluso olvidando lo que fuera que estaba pasando a su alrededor para saludarla con un abrazo. 

—¿Dónde demonios estabas? —le preguntó Fred.

—Cuando no apareciste en la estación. —ahora George.

—Ni en el tren. —terminó Fred.

—Nos preocupamos. —dijeron los dos.

Percy no era buena mintiendo, por eso no lo hacía, simplemente respondía esquiva. Además, no quería mentirle a ellos tampoco. 

―Tenía que hacerme cargo de varias cosas en casa y no pude llegar a tiempo ―contestó simplemente ella.

Y antes de que los gemelos pudieran preguntar algo más para indagar en la vida de Percy en América, un alboroto comenzó a tener lugar a su alrededor, llevándose la atención de los tres amigos a la causa de este.  

En frente y a lado de Dumbledore se alzaba un cáliz con fuego azul dentro de el, fuego que comenzó a crecer, y al echarle un vistazo a los demás, supo que eso no tenía que estar pasando.
Entonces escupió un pedazo de pergamino quemado y cayó suavemente hasta la mano de Dumbledore.
Leyó lo que había escrito en el y susurró algo, un nombre.

—¡Harry Potter! —gritó entonces el director, esperando que el chico se pusiera de pie y caminara hasta él. 

Percy buscó con la mirada al trío de amigos, quienes siempre parecían estar en el centro de peligrosos acontecimientos que ocurrían desde que el niño de la profecía había llegado a Hogwarts. No pudo evitar si no tener empatía por Harry, como muchas veces antes. 

Por lo menos yo ya acabé con las profecías raras, pensó ella.

—¿Qué está pasando? ―les preguntó entonces a los gemelos al ver las miradas que le estaban dirigiendo a Harry una vez que se puso de pie y comenzó a caminar hacia Dumbledore para tomar el pedazo de pergamino que le estaba ofreciendo. 

Fred volteó a verla y le regaló una sonrisa torcida.

—Te has perdido muchas cosas, enana.

°*°*°*°

Una vez más, he decidido reescribir una de mis historias en lugar de terminar o continuar las que tengo, siiuuu.

Ya en serio, perdón por volver a hacer esto, pero de verdad pienso que es lo mejor:(
Tengo nuevas ideas y he mejorado un poco al escribir, así que espero entregarles algo mejor de lo que ya tenía 

Los tqm<3


Harry Potter y la Hija de Poseidón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora