Dos.

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De regreso a la sala común de Gryffindor y tras todo el interrogatorio que le dieron de si había o no metido su nombre en el cáliz, Harry solo quería dormir, y tal vez hablar con sus amigos antes de eso, si es que aún seguían despiertos. 

Esperaba también, no tener ninguna pesadilla esa noche. 

Al llegar con el retrato, se encontró con una persona en su camino, dándole la espalda. 
Estaba por rodear a esta persona y pasar directamente a la sala común, pero entonces reconoció a Percy. 

Cuando ambos pares de ojos verdes se conectaron, Harry supo que él era la razón por la que Percy Jackson estaba ahí esperando en primer lugar. 

―¿Cómo estás? ―le preguntó ella y Harry estaba por desestimar la pregunta, cuando vió la preocupación sincera brillando en los ojos de Percy.

―Bueno, otra vez estoy metido en una situación peligrosa de la que al parecer puede que no salga vivo, así que, no muy bien que digamos. 

Percy hizo una mueca. 

―Sí, los gemelos me contaron sobre todo eso del torneo de los Tres Magos ―le dijo ella asintiendo―. Supongo que no tuviste nada que ver con que tu nombre saliera del cáliz.

Harry negó con la cabeza, en parte fastidiado pues no sabía cuantas veces ya había repetido aquello en la última hora. 
Entonces, sintió la mano de Percy en su hombro, haciendo que volviera a dirigir su mirada al rostro de la azabache. 

―No te preocupes, te creo ―le dijo ella, regalándole una sonrisa de lado―. Y si alguna vez necesitas ayuda, no dudes en decírmelo.

Dicho eso, la azabache se despidió de él y subió las escaleras para irse al dormitorio de los de sexto año.

Harry no pudo hacer otra cosa que mirar como se iba mientras pensaba en las palabras de Percy.

Percy Jackson, habían cruzado caminos varias veces, después de todo, era mejor amiga con los gemelos Weasley. Sabía que era popular en la escuela, era considerada una chica atractiva y talentosa, pero también había quienes la llamaban una busca problemas, había ocasiones en las que desaparecía por un par de días y cuando regresaba, estaba hecha un desastre, lastimada y con más de un rasguño. Además, era obvio que varias veces también era participe de las bromas que los gemelos hacían. Esa era ella, una chica despreocupada, divertida, talentosa y sobre todo, misteriosa.  
Aún así, Harry nunca había pensado mal de ella y sus palabras fueron como una suave caricia para su corazón preocupado. 

―¿Vas a entrar a seguirás mirando hacia la nada? ―preguntó entonces el retrato de la puerta, sacando a Harry de sus pensamientos.

Él le dijo la contraseña por fin y entró. 

Dio gracias que la Sala Común estaba vacía y subió corriendo hacia el dormitorio de los chicos, esperando tal vez hablar con Ron y poder desahogarse un poco más, pero la mirada que le dirigió el pelirrojo cuando llegó le hizo saber que aquello no iba a ser posible. 

Se acercó hasta su cama y comenzó a prepararse para dormir lentamente, pensando en si debería intentar hablar el primero con Ron, pero ¿no ya había pasado por suficiente esa noche como para tener que enfrentarse a aquello?

Ya lo pensaría en la mañana.

Por lo menos eso es lo que había pensado, hasta que escuchó la voz de Ron desde su cama. 

—¿Cómo lo hiciste?

—¿Hacer qué? —ni siquiera volteó a verlo, el tono de voz del pelirrojo le decía todo. 

—Meter tu nombre en el Cáliz, ¿cómo pudiste hacerlo y no decirme?

Harry frunció el ceño, pero no contestó. Ya no tenía energía para aquello. 

Terminó de cambiarse y se acostó en su litera, mañana tendría su entrevista para El Profeta, y tendría que notificarle al Profesor Dumbledore y a los demás quién sería su compañero durante el torneo, el cuál le habían permitido tener ya que era menor que el resto. 

Pensó en Ron y en Hermione. Era obvio que ahora no podría hablar con Ron sobre eso, y Hermione siempre estaba demasiado ocupada con sus clases extras.

Entonces, la voz de Percy se reprodujo en su mente desde sus memorias.

"Y si alguna vez necesitas ayuda, no dudes en decírmelo." 

Harry Potter y la Hija de Poseidón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora