especial.

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Estaba cansado, tal vez trabajar y estudiar al mismo tiempo no era una buena idea después de todo.

Recargó sus codos en la barra, bajó la mirada y dejó salir un suspiro cansado, había veces como esa en la que quería dejar todo de lado e ir a dormir por el resto de su vida, olvidarse de todo pero claro no podía darse tal lujo, tenía una escuela que pagar, una familia a la cual ayudar y de una u otra manera tenía que salir adelante.

- ¡Hey, la dos tiene alguien! - gritó uno de sus mayores, bufó y tomó la pluma.
¿Por qué cada vez que deseaba aunque sea un pequeño descanso lo interrumpían?, comenzaba a sospechar que se aprovechaban de él.

Caminó hasta llegar a la mesa indicada, se preparó y su sonrisa apareció pues ella era parte esencial en su trabajo, lo hacía lucir amable y lindo. Ambas cosas eran algo primordial en aquel empleo.
Acomodó su delantal negro, sacó el bolígrafo negro que traía consigo junto a su libreta de pedidos y con amabilidad preguntó.

- ¿Qué desea ordenar? - él tenía que modificar su voz, era dulce, muy agradable de escuchar. Eso le daba mayor propina.

- Sólo un café, por favor.- respondió el comensal, Sanha asintió y escribió con rapidez. Dirigió su mirada al cliente, se llevó una grata sorpresa porque el chico era bastante apuesto, su cabello se veía tan suave que deseaba acariciarlo y ni hablar de la hermosa sonrisa que le estaba mostrando en ese momento, aquel muchacho era simplemente perfecto. Era su prospecto a pareja, claro si gustará de los hombres.

- ¿S-sería todo? - su tono era tembloroso, ¿qué pasaba?, una pequeña risa se escuchó por parte del joven y un leve carmín pintó las orejas del mesero. Tenía vergüenza.

- Sí, es todo. Gracias.- contestó de forma amable, sonriendo de nuevo, dejando al empleado con el corazón dando un vuelco.
Sanha se limitó a asentir, hacer una pequeña reverencia e irse a paso rápido para dar la orden y tranquilizarse.

- ¿Te encuentras bien? - cuestionó uno de los cocineros al verlo tan agitado y rojo, él sólo lo miró tratando de lucir tranquilo.

- Claro que lo estoy.- sonrió con nerviosismo, arrancó la orden y se la entregó.- Sólo es eso, regreso enseguida.- tenía que irse a un lugar solo. Ese hombre le había puesto los pelos de punta y aún no comprendía cómo.

Corrió apresurado al baño de empleados y se encerró, ¿tan mal lo puso aquello?, se abanicó con su mano, su pulso aún no quedaba estable.

- ¿Enserio? - susurró cuando se observó en el espejo, su cara se encontraba sonrojada y su temperatura parecía ir en aumento, suspiró para después desabrochar los dos primeros botones de su camisa blanca con cuello. Abrió la llave del lavamanos, el agua cayó y luego mojó su rostro, en un intento de bajar el calor que sentía por todo su cuerpo.

- Oye, sal de ahí.- gritaron tras la puerta mientras tocaban la misma con fuerza y repetitivas veces. El chico puso los ojos en blanco, cerró uno de los botones y tomó un poco de papel para limpiar su cara húmeda.

- Ya voy.- contestó abrumado pues los golpes en el umbral no paraban. Echó un último vistazo a su aspecto, su sonrojo ya había disminuido y su corazón parecía haberse calmado. Dio un suspiro y salió del baño, encontrándose con una de sus compañeras de trabajo, Yewon.

- Las ordenes están listas para eso te llaman.- comentó la chica luego de dar una sonrisa dulce, San asintió y caminó hasta la ventanilla donde recibía los pedidos.

- Ve rápido, estoy por sacar más platos.- ordenó su superior sin siquiera mirarlo, él simplemente tomó la taza junto lo que necesitaba como azúcar, una cuchara, entre otras cosas.

La torta antes del recreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora