The Witch [PAUSADA]

II.

Anna se paró al llegar a una plaza bastante concurrida y desmontó al ver novedades.
Había aún más carteles de niños desaparecidos por todos lados.
El nuevo era un chico de unos nueve años que desapareció misteriosamente por la noche mientras guardaba unas gallinas de su granja, según le contaron a Anna. Cosa que la extrañó, ya que, normalmente, los niños desaparecían al principio del bosque y no se los volvía a ver.
Nadie sabía qué o quién estaba provocando las desapariciones pero el pueblo tenía muchas teorías; unos decían que el bosque estaba maldito, otros que era obra de las brujas y el resto pensaba que era castigo de Dios.
A Anna sinceramente, le había interesado desde muy pequeña el tema de las brujas, a su padre, la idea de que su querida hija aprendiera eso desde una edad tan temprana no le hacía ni pizca de gracia. Sin embargo, Elisabeth, su madre le compró libros de leyendas y se las contaba antes de ir a dormir a pesar de los reproches de su marido.

Aprovechó a olvidarse un poco del tema por el mercadillo de la plaza y se paseó por los tenderetes de madera desgastada. Había un poco de todo, vestidos, telas, joyas, comida y artículos de caballería; desde armas hasta armaduras y utensilios para los caballos.
Ella se paró en uno que le llamó mucho la atención, era una especie de tienda pequeña con un montón de artículos de magia, algo que la extrañó y mucho, ya que las brujas eran perseguidas, torturadas y ejecutadas.

"Malleus Maleficarum" Era lo que decía el cartelito de madera de la pequeña tienda sujeto por unas finas y oxidadas cadenas. Por lo que sabía de idiomas, reconocía que era latín, pero no lo entendía bien. Decidió dejarlo para más tarde y entrar.
Aunque la tienda era pequeña, tenía un  montón de artículos,  desde libros de plantas y animales, joyas y hierbas secas hasta objetos raros: como una especie de balanza pero sujeta solamente por una cadena, que desafiaba a la gravedad.

Escuchó un graznido detrás de ella y la puerta se cerró de golpe.