The Witch [PAUSADA]

VIII

Oscuridad. Eso era lo único que se podía visualizar a pocos centímetros de distancia.
--¿Dónde está?--Una voz retumbó por toda la estancia, fría y húmeda.
--Donde y como yo la quería, así está--respondió él a la defensiva.
--¿Por qué demonios has tenido que hacer eso? Lo único que te pe...
--Hice lo que consideraba oportuno, ya está. De todas formas no vas a poder encontrarla. Y ellos tampoco, era lo que querías, ¿cierto?

El otro hombre encendió una vela, que iluminaba tenuamente la habitación, dándole un toque más escalofriante del que ya tenía.

Rasgos muy demacrados por la edad, pómulos marcados y la cabellera negra ligeramente canosa; a la luz de la vela el cura, Fermín, parecía otra persona.
--¿Y bien?--Extendió la mano con ansia esperando su recompensa.

Don Fermín se quedó dubitativo.
--Ese no era el trato, tenías que traerla con vida. ¡Debía tener una ejecución digna!
--¿Te parece digno acaso la humillación de la pobre muchacha ante toda esa gente deseando verla arder?--Él estaba perdiendo la paciencia, y no le gustaba.
--El pecado por brujería es digno una muerte de ese calibre.
Se notaba que Fermín no tenía casi argumentos para defender su teoría, eso le dejaba una ventajosa oportunidad para contraatacar.
--Si así lo fuera--empezó,--¿por qué no te atreves a tocar a mi hija?
--¿Te refieres a...?
--Así es. Su madre,--farfulló entre dientes con un toque claro de desprecio--era una ramera, una simple fulana que se creyó algo, sin ser nada, que iba metiéndose donde nunca le incumbió. ¿Por qué crees que acabó como lo hizo?
--Eso no lo sabe nadie, su cuerpo nunca se hayó.
--¿Por qué cree eso? ¡Quizá porque yo la maté con mis propias manos!

Fermín se quedó de piedra, y, por una vez, rogó de rodillas a Dios poder salir vivo de allí.