Capítulo III: Nadie volvería a tocar lo que es mío
Sus ojos negros se posaron en los míos. No podía creer que me encontraba en su casa. Me observó aterrorizada. No necesitaba adentrarme en su mente para saber que estaba por salir corriendo. Me aseguré de que no pudiera salir y la invité con un gesto sutil a sentarse en el sillón a mi lado. Sus pensamientos eran rápidos e imprecisos.
-Querida, no te haría daño.- No estaba seguro de poder cumplirle esa promesa
Mis palabras no parecían tranquilizarle. Tomé el primer libro que alcancé de un pequeño estante y me recargué junto a la pared. Era el mismo que ella llevaba en las manos el día que la conocí. Cien años de soledad. Curioso título. Comencé a hojear las primeras páginas, fingiendo leer mientras ella se tranquilizaba.
Al cabo de un minuto o dos, tras haber buscado en vano algún objeto que le sirviese como arma, se acercó lentamente al sillón. Se sentó en la orilla, dispuesta a huir si era necesario. Sus manos delataban su miedo con cada temblor. Eventualmente se relajó al ver que no me había movido de la pared. Lentamente, aún con el libro en las manos, me acerqué al sillón y me senté a su lado. Bastaba con oír su respiración para saber que todavía tenía miedo. Yo estaba gozando terriblemente con la delicia de su inocencia.
-¿Qué haces aquí?
-Aún no sabe mi nombre y ya me habla de usted- le reproché burlonamente.
Sus mejillas se sonrojaron al instante. Avergonzada, y con un destello de orgullo en su voz me respondió:
-¿Y qué puede esperar de mi si no me ha dicho su nombre y tiene la indecencia de entrar a mi casa sin invitación?
Sin pensarlo, extendí la mano para saludarla. Por instinto ella correspondió a mi saludo, y en vez del apretón que esperaba, me acerqué cautelosamente a besarle la mano, teniendo el cuidado de prolongar el beso y no soltar su mano. Deje que la conexión física rompiera las barreras de su mente. Sus recuerdos y anhelos comenzaron a mostrarse en mi cabeza. Los observé superficialmente para no desatenderla.
-Soy Loki, hijo de Laufey y legítimo heredero al trono de Jutenheim, Asgard, Midgard y cualquiera de los demás reinos restantes.
Retrocedió al instante. Escuchaba de nuevo sus pensamientos. Ella esperaba que una risa me delatara y le comprobara que yo era un demente. Mi seriedad pretendía convencerla, pero se negaba a aceptarlo.
-No espero que una mortal lo comprenda. –Dije.
La situación la tenía totalmente confundida.
-¿Qué hace en mi casa? ¿Y quién es realmente?- Sus gritos ahogados delataban su pánico.
-He venido de paso. Necesito que me recomiende otro libro.
Su rostro volvió a su curvatura normal. Su mirada me escudriñaba sin piedad, buscaba un resquicio de mentira, una señal de ataque; un buen motivo que le justificara el huir. Le atemorizaba más darse cuenta de que estaba equivoca, de que estaba a salvo conmigo, al menos por el momento. Hablar de libros no le importaba por el momento, ni a mí tampoco. Había demasiado que no me importaba, y sin embargo, seguía ahí. Sus labios gruesos temblaban. Quería hablar, pero las palabras no salían de su boca. No lograría nada si la dejaba tomar la iniciativa. Cerré los ojos un momento y establecía una conexión mental.
-Sí, soy un dios. Y tu futuro rey.
-No creo que seas un dios. Mucho menos "mi futuro rey".
-¿Qué más prueba quieres que esta?
Se acababa de dar cuenta de que estábamos hablando sin palabras. No tuvo tiempo de reaccionar o pensar más, porque en ese momento tocaron el timbre y se levantó a atender la puerta. Titubeó un momento. Imágenes de ella siendo golpeada por un hombre cruzaban rápidamente. Palideció por un momento y se llevó las manos al vientre, como si reviviera el dolor. Se asomó por la ventana, pero no alcanzaba a ver quién tocaba. Abrió la puerta despacio, intentando que el visitante aún desconocido no se diera cuenta e inmediatamente retrocedió para cerrar la puerta, pero fue lanzada al suelo. Yo había ejecutado un hechizo de invisibilidad justo después de que se levantó del sillón para conocer un poco de las relaciones sociales de Midgard y por lo tanto el hombre que se abrió paso a la casa no estaba consciente de mi presencia. Era el mismo hombre al cual ella había visto en su mente antes de abrir, el mismo con el que tenía pesadillas en las noches; aquel que le había desvirgado y que la ultrajaba con cada visita. Ella intentó ponerse de pie y huir, pero él se abalanzó sobre ella, sujetándola bruscamente del cuello mientras intentaba bajarse el pantalón.
La ira me invadió de súbito, fuego y hielo se arremolinaron en mis puños y en la cabeza. Tomé la daga de hielo que había confiscado del cadáver de Laufey hacía tiempo, y sin dudar, la clavé en el cráneo del bastardo.
Nadie volvería a tocar lo que es mío.
ESTÁS LEYENDO
Romance con el dios del engaño Loki
FanfictionLoki decide esconderse en Midgard para fingirse muerto y alejarse de Asgard. Una continua batalla contra sus emociones y su realidad se gestará cuando se cruce en su camino Valerie, una joven de Midgard que esta tan desamparada como él. (AU Post Tho...