Soy el dios del engaño

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-Creo que hay algunas cosas que aclarar. – Me dijo Loki. Acababa de empujar la mesa quitándola de la sala. Estábamos ahora ambos sentados en los cojines sobre el suelo, recargados en un sofá de piel negro. Lo poco que había visto de su apartamento era terriblemente elegante, aunque había algo extraño en él, pero aún no identificaba que.

-Creo que si – le respondí.

-Empezaré yo si no tienes problema- me dijo. -Necesito quitarme la duda.

Por su respiración parecía ansioso. Vamos, ¿el ansioso?

-¿Qué es en si el cortejar a una mujer?

La expresión de sorpresa en mi cara debió haber sido monumental pues de inmediato intentó corregir su pregunta.

-Me refiero, que es lo que sí se puede hacer y qué no. No estoy seguro si el cortejo practicado en Asgard sea el mismo que en Midgard.

-¿Cómo es el cortejo en Asgard? – Esa última palabra no sonaba bien en mi boca.

Se quedó pensativo un momento. Tenía la ligera impresión de que estaba intentando mentirme.

-Si algo detesto es que me mientan. –Le dije fríamente. Sus ojos esmeraldas se entristecieron. Bajo la mirada.

-Bien – se detuvo a suspirar. – No pretendía mentirte, pero si suavizar la verdad. De donde yo vengo, no existe como tal el cortejo. Si queremos vástagos o nos atrae alguna mujer contraemos nupcias. La mayoría de las veces no existe ningún sentimiento antes del matrimonio y en ocasiones este jamás llega a existir. Además existen rameras que están a disposición de cualquier hombre en el palacio.

Se había esforzado por que no escuchara la palabra rameras pero estando a unos centímetros de él era imposible. ¿En qué clase de lio me había metido?

-¿Si el cortejo no existe, porque fue lo que único que me pediste? ¿Por qué no tratar de que fuera una de tus "rameras"?- le reproche ácidamente. La idea de imaginarlo con decenas de otras mujeres me enfurecía. ¿Pero qué te pasa? ¡Lo acabas de conocer!

-¡No me hables así humana insignificante!- Había perdido el control y lo sabía. No quise darle momento de decir nada más. De inmediato me puse de pie y me dirigí a la puerta. Casi al llegar sentí su mano retener mi brazo bruscamente.

-No te vayas.

De inmediato me liberé de su agarre, cuando él se puso frente a la puerta.

-Déjame salir.- Intente hacerlo a un lado, pero naturalmente, era imposible.

-No he estado con otra por voluntad propia. – me dijo.

-¿Qué quieres decir con voluntad propia?

Sin decir más me guió con la mirada a regresar al sillón. Esta vez nos sentamos casi uno frente al otro. Seguía molesta, pero me había intrigado con lo que me dijo. Recordé a mi tío.

-Cuando se hacían celebraciones, Thor y los otros me emborrachaban. Cuando estaba casi inconsciente hacían que una de esas se metiera a mis aposentos.

-¿Por qué permitías que te emborracharan?

-Yo, solo… Éramos demasiado jóvenes.

Podía darme cuenta de que realmente no quería hablar de ello.

-Gracias- me respondió mentalmente.

-¿Podrías dejar de hacer eso? Es bastante confuso. No sé si son mis pensamientos, o los tuyos. No sé qué emociones me pertenecen y cuáles no.

-Es casi instintivo. No puedo controlarlo, al menos no contigo.

No tenía motivos para desconfiar de él.

-Respóndeme por favor.-

Nunca me había puesto a pensar que era en sí el acto de cortejar. Sabía bien que aunque una respuesta universal lo hubiese dejado satisfecho, él buscaba saber que quería yo.

-¿Puedo?- Intentaba acercar su mano a mi sien.

-Ya lo has hecho antes, ¿porque pedir permiso ahora?

-SI me permites tocarte ahora, reforzara nuestra unión mental.

Comprendí que darle permiso sin restricción a mente nos uniría más. O al menos lo uniría a él conmigo. He ahí el problema:

-Puedes- me estiré para alcanzar su mano y guiarlo hacia mi cabeza. –Pero también quiero poder conectarme con tu mente.

Palideció si ese fuese posible aún más. Acercó su mano a mí.

-No funciona así, no podrás saber lo que pienso o siento totalmente, porque tú no tienes esos dones.

Cualquier opción distinta a nada era buena, así que solté su mano y dejé que terminara de acercarse a mí. Sus largos dedos primero se pasearon por mi cabello, hasta que las yemas de sus dedos alcanzaron mi piel. Bastaron un par de segundos para sentirme mareada. Necesité un segundo para recuperar el aliento. Loki dulcemente me acomodó para que me recostara en el sillón, con la cabeza recargada en sus piernas. Cerré los ojos por instinto. Ante mi aparecían centenas de imágenes que no reconocía. Una de ellas llamo en especial mi atención. Parecía una tierra desértica, pero era oscura y gélida. Era uno de los paisajes más hermosos que había visto.

-¿Te agrada? – Me preguntó con sorpresa Loki

-Es muy hermoso. – le dije -¿Dónde es?

-Se llama Jötunheim, es uno de los nueve reinos. Rayitos ha tratado de destruirlo más de una vez

Aún con los ojos cerrados le pregunte quien era rayitos. Loki se sonrojó, lo sabía porque podía sentir su calor como si fuese yo la apenada. De su tono jovial ya no quedaba nada.

-Thor – dijo secamente. –El dios del trueno- Su tono se había vuelto sarcástico.

-Un momento, si hay un dios del trueno, ¿de que eres dios tú?

Con todo el orgullo del mundo respondió.

-Soy el dios del engaño.

Romance con el dios del engaño LokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora