Inocencia intacta

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Estaba por levantarse de la regadera pero se abstuvo de hacerlo. Buscaba la forma de salir sin que yo la viese desnuda. Conservaba intacta su inocencia, aún después de todo lo que había vivido, y a mí me parecía adorable.

-Espere- dije -no te muevas-.

Me tele transporté afuera de la regadera. Conjuré para conseguir una toalla y me la envolví en la cintura. Me dirigí a su cuarto y me observé en el espejo. Pasé mi mano por el cabello acomodándolo ligeramente. Recordé que esta no era mi casa, y con magia terminé de vestirme. Escuché como Valerie ya se preparaba para salir del baño y me apresuré a salir de la habitación. Aún no conocía lo suficiente de costumbres mortales y no sabía si mi presencia allí podría incomodarle. Había logrado demasiado como para echarlo a perder.

Aguarde pacientemente en la estancia. Lamentablemente, la paciencia era una de mis virtudes menos desarrolladas. Cerré los ojos y dejé que sus pensamientos impregnaran los míos. Estaba terminando de vestirse, llevaba un maquillaje discreto y un ligero rubor rosa que le daba un toque inocente a su atuendo.

Al abrir los ojos ella se presentó ante mí. Su corazón se había acelerado. Me acerqué de inmediato a ella y le ofrecí mi brazo como el día en que la conocí. Nos dirigimos entonces a la puerta y cerré detrás de mí. No habíamos llegado a la banqueta cuando un hombre joven se asomó de la casa de un lado y salió a saludar a Valerie.

-Escuché anoche gritos, ¿está todo…?

Evidentemente no se había dado cuenta de mi presencia.

-Ahora lo entiendo –dijo en un amargo tono que trataba de parecer burlón. Quiso esbozar una sonrisa. Sus sucios pensamientos terminaron con "una maldita puta". No dudé en tomarlo del cuello y levantarlo varios centímetros por encima del suelo.

-¡No te atrevas a volver a decir jamás nada semejante insignificante bastardo!- Le escupí en la cara.

-¡Loki!- Valerie me tomó del brazo intentando impedir que asesinara a aquel mortal

-Basta por favor.

Sentirla tan cerca de mí, con su mano en mi pecho tratando de alejarme de ahí me tranquilizaba. Lancé sin mucho esfuerzo al infeliz hacia el suelo y tropezó tratando de buscar una bocanada de aire. Me reacomodé el traje y me dispuse a continuar el camino con Valerie.

Avanzamos un par de metros más casi corriendo cuando paró en seco y se plantó frente a mí

-¿Qué ha sido eso? ¿No te parece que te has propasado?

-Tú no sabes que estaba pensando. ¡No iba a permitir que te ofendiese! – Mi grito la dejó muda y la hizo retroceder un paso. Acerqué mi frente a la suya enredando mis manos en su cabello.

-Nadie se volverá a dirigir a ti de esa manera.

Sus brazos entonces rodearon mi torso y correspondí a su abrazo, sintiendo su calidez y aspirando el perfume de su cuello. Lentamente se separó de mí y me regaló una sonrisa. La primera que era para mí. Absolutamente para mí.

-¿A dónde iremos a desayunar entonces? –preguntó en tono jovial.

-¿Tienes algún lugar en mente, o me permites sorprenderte?

No necesitó responderme con palabras. Su mirada lo hizo por ella.

-Cierra los ojos. – le susurré.

La tomé respetuosamente de la cintura y nos llevé hasta mi apartamento. En cuestión de un segundo había preparado todo para comer.

-¿Puedo ver ya? – Me dijo curiosa por saber que había sido esa extraña sensación.

La mesa de centro estaba adornada con un mantel blanco y mis platillos favoritos del restaurant cercano. Me divertía imaginar la cara de las meseras cuando no encontraran los platos para llevar a las mesas.

En vez de sillas, en el suelo había dos cojines verdes.

-Honestamente querida – le dije – no me apetecía mucho salir de casa. Prefiero hoy un lugar tranquilo donde conversar. Espero no te moleste.

-Me parece una muy buena idea. Creo que nos hará bien conocernos un poco mejor. –me respondió.

Extendí la mano para indicarle que tomara asiento. Sin decirle nada me dirigí a mi habitación y me puse más cómodo con un par de pants negros y una camisa verde.

-Me siento demasiado elegante ahora. –pensó al verme.

-Eso se arregla. Te dejé ropa en la habitación si quieres cambiarte.

En un par de minutos estaba de nuevo sentada conmigo. ¡Por Yggdrasil, que bien le sentaba el color verde!

-Mi ropa es casi igual a la suya- señaló, -¿ha sido casualidad?

-Quizá. – Yo sabía perfectamente que no.

Nos dispusimos entonces a comer. Había huevos revueltos con tocino, pancakes y omelette de huevo.

Se tomó un segundo para elegir, pero escogió los huevos revueltos. Se llevó un poco a la boca y lo saboreó. Un poco de café haría este desayuno perfecto.

-Tus deseos son ordenes- A su derecho aparecí una taza de café. Le dio un sorbo.

-Necesitamos hablar de eso- dijo casualmente. –De ti hablando en mi mente.

-¿Te parece cuando terminemos de comer? –De verdad tenía hambre.

Asintió con la cabeza. Sabiendo que se avecinaban momentos de silencio, procedí a comer. Debí de haber devorado al menos tres platos cuando ella apenas había terminado uno y dijo estar satisfecha.

-¿Es normal que comas tanto?

-Si querida – le respondí mentalmente porque aún masticaba el ultimo pedazo de mi pancake- Los dioses necesitamos mucha más energía.

Habiendo ambos terminado, se avecinaba el momento que realmente había estado esperado. Conocerla.

Romance con el dios del engaño LokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora