Capítulo 2

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Clare y Allan despertaron después de un día sin noticias de Taylor. Él único que podía tener noticias era su padre, pero aun no quería preocuparle.

La llamada de James la noche anterior, dejó a Allan preocupado. Conocía perfectamente del pasado a él, por que antes era el secuaz de uno de los jefes de los carteles de México. Y sabía que volver a ver a Francisco González, le traería a James muchos problemas.

Clare se maldijo por no haber impedido lo que había ocurrido. No podía parar de ver como Allan sufría y de vez en cuando se echaba las manos a la cabeza. Pero sabía que podía encontrar la solución al problema que había metido a Taylor. Y aunque le costase la vida porque sabía qué clase de hombre era Joan y podía matarla para no desvelar donde estaba con Taylor.

Al despertarse de una resaca, Joan recordó su matrimonio con Taylor. Pero también la noche de bodas que le había dado a ella y que la había dejado atada en la habitación que había preparado para poseerla sexualmente y castigarla cuando hiciera algo indebido.

Se levantó del sofá. El sitio donde se había tirado, después de meterse la ultima raya después de mantener sexo con su esposa y fue hasta la mazmorra que construyó para ella antes de que la secuestrara por primera vez y se pensase en aquello de llevarla a la isla.

Cuando abrió la puerta, él observó que su esposa estaba dormida.

Cerró la puerta con llave y después fue hasta a ella.

Ante ella le miró como si estuviese viendo algo bello por el cual debía de apostar. Pero lo único que sentía por Taylor, era odio por todo lo que había logrado en James últimamente.

―Despierta dormilona ―dijo Joan dándole pequeñas bofetadas en la mejilla.

Taylor se sobresaltó y enseguida comenzó a forcejear, al ver a Joan ante ella.

―Tranquilízate Taylor. Ya sabes que no te soltaré hasta que no estés relajada.

Él le quitó la mordaza y ella le respondió:

―Lo siento. Tenía una pesadilla y por eso he comenzado a forcejear.

―Supongo que será por tus días de cautiverio.

―No. Tengo pesadillas desde hace años.

―¡Algún pasado atormentador!

―Algo que prefiero olvidar.

―Bien.

Ambos se miraron, hasta que Joan cogió una de las piernas de Taylor.

Joan comenzó a desatar solo las piernas de Taylor y ella se quedó exhausta por lo que estaba comenzando a pensar.

―¿Qué vas a hacerme? ―le preguntó.

―Tranquila. Te lo dije anoche. Voy a rasurarte el bello de esa vagina. No me gusta que mis sumisas tengan bello donde suelo disfrutar.

―No soy una sumisa. Soy su esposa.

―¡Y que son las mujeres casadas para sus esposos!

―Eso era antes.

―Para mi aun pervive la tradición de mi familia.

―¡Estás loco! ―dijo ella forcejeando.

―Loco no, querida. Quizás podrás pensar que lo este, pero en realidad soy lo que un día decidí convertirme a parte de narcotraficante de armas y de drogas.

Joan fue hasta la mesilla y cogió de ahí, una máquina de afeitar.

En breve, él abrió las piernas de su esposa y comenzó a afeitar poco a poco con la maquina el bello de la vagina ella.

Cuarenta Días de Dominación (Una Noche en Verona II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora