Capítulo 3

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James llegó al día siguiente al departamento de Allan. Había pensado en contarle toda la verdad a George y quería que él le acompañase.

Pero antes de nada, quería hablar con Clare de cosas del pasado. De un pasado que ambos habían compartido, antes de que Taylor entrase a su vida y de que Allan fuese su novio.

Ella le había dado a James un té y mientras que se sentaba junto a él en la barra de la cocina, Clare le dijo:

―No hay noticias de Taylor.

Él negó con la cabeza.

―Te escucho ―volvió a decirle ella―. ¿Qué es eso que tenias que saber?

―Cuando estuviste hace años tirándote a Joan antes de que me confesases que me querías y todo eso, no te llevó a algún lugar desconocido.

Ella se echó atrás en la silla y le respondió:

―No, que yo recuerde. Solo me llevó a su casa y de vez en cuando al bosque para sentir la adrenalina de ser pillados.

―Pero debe de haber algún lugar al que te llevase con los ojos tapados y que tú no supieses donde era. Uno al cual te devolviese tal y como habías ido.

―Solo recuerdo que cuando te marchaste a meditar a Verona, me llevó en varias ocasiones a un lugar. Es como dices tú. Me ató las manos y después me vendo los ojos.

―¡Que sentiste u oliste!

―Solo pude sentir la adrenalina. Oler, siempre a velas.

Hizo una pausa:

―Lo siento, James. Pero no puedo decirte si el entorno olía a estiércol o a hierba fresca mojada de la brisa de la noche.

―Tranquilo James ―dijo Allan―. La encontraremos.

James asintió.

En breve, él se levantó de la silla de la cocina y en seguido se marcharon a la salida del departamento para ir a hablar con el padre de Allan y Taylor.

James estaba seguro de contarle toda la verdad a George para que supiera donde había metido a su hija. Solo esperaba que después de todo, el padre de ambos reconsiderase lo que hizo y emendase ese error.

Taylor despertó de pronto y se levantó enseguida de la cama.

Ella fue corriendo hasta el caño y ahí, se sentó en el suelo y en breve, comenzó a vomitar.

El ruido despertó de pronto a Joan y cuando no vio a Taylor a su lado, se puso muy furioso. Pero cuando volvió a escuchar el ruido, supo que era su esposa.

Se levantó de la cama y fue hasta el cuarto de baño.

Al ver a Taylor vomitando, Joan se maldijo pensando en algo que no se le pasó por la cabeza. Y pensaba que no podía cargar a un hijo de otro. Más aun de su enemigo.

―¡Estás bien! ―Exclamó él.

―No.

Ella pensó en un embarazo y de quien seria. Por lo tanto, no dijo nada al respecto.

―Sé lo que ocurre Taylor. Un embarazo no va a cambiar nada de lo que tengo planeado para ti.

―Lo sé ―susurró ella.

―Pero ese bebe será mio. Es una decisión que he tomado. A cambio, quiero que de momento nadie sepa que estas embarazada.

―Es que no se si estoy embarazada.

―Pues mañana saldremos de dudas ―le dijo él―. Y si lo estas, pondré una nueva norma en este matrimonio.

―Sé que si estoy embarazada, solo querré paz.

Cuarenta Días de Dominación (Una Noche en Verona II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora