Taylor comenzó a despertar, mientras que pensaba en que había pasado para despertar atolondrada. Hasta que recordó que en la fiesta se habían escuchado disparos y Joan se marchaba para ver qué es lo que estaba ocurriendo fuera del edificio.
Cuando ella se ubicó, Taylor se levantó de la cama y fue hasta la puerta de la habitación en la que estaba.
Cuando llegó ante ella, observó la puerta estaba cerrada con llave. Entonces supo que estaba secuestrada de nuevo. Y sospechó lo que un día le prometió James.
De pronto, la puerta sonó por que la estaban abriendo con la llave y se abrió en pocos segundos.
―¿Dónde estoy? ―preguntó ella.
González le dio una botella de agua, diciéndole:
―Debes de estar seca. Bebe, te hará bien.
González cerró la puerta y le dijo de nuevo:
―Estas en mi casa. Tu marido y tu amante están en deuda conmigo.
―Pues arregle sus asuntos con ellos. Yo no tengo nada que ver en ellos.
Taylor comenzó a beber porque estaba seca.
―Claro que si tienes que ver, mujer ―dijo González―. Eres para ambos, un tesoro valioso. Y si ambos no han sobrevivido al ataque de ayer por la noche en la fiesta, vendrán a buscarte y podre acabar con ellos de una vez. Pero también con esa deuda que ambos tienen conmigo.
―¡Está usted loco! Con que fue usted quien sembró el pánico en la fiesta.
―Exacto.
―Quiero irme. Exijo irme.
―No estás en posición de exigir nada, señora Thompson.
Taylor salió corriendo hacia la puerta. Pero González fue hasta a ella y en breve, la sujetó diciéndole:
―Tengo órdenes de disparar a mis hombres si ven que sales corriendo de aquí, niña. No me tientes o será peor.
Recordó entonces de donde procedía toda la maldad que Joan tenía en su corazón. Venia de ese hombre al que no conocía y que estaba segura que algo hizo Joan para ganarse su odio.
―Quiero irme. Aquí no hago nada.
―De momento me sirves a mí como rehén si tu esposo y James no han muerto. Espero que si lo hayan hecho, porque no me quedara de otra que matarles personalmente.
Hicieron una pausa:
―Deberías de relajarte. Le dire a mis hombres que te traigan algo de comer.
―No tengo apetito gracias.
―Pues lo tendrás. O si no...
―O si no nada. No me apetece comer y punto ―dijo ella rugiendo.
―Tú misma.
González decidió irse y Taylor se quedó a solas.
Ella comenzó a pensar en la forma de salir de allí. Sabía que no había ninguna. Ya que González había vuelto a echar otra vez la llave en la puerta de aquella habitación. Pero le quedaba otras opciones que explorar.
Joan solo sabía pensar en los planes que había repasado junto a James. Pero él no quería deberles nada a sus mayores enemigos, porque sabía que una vez intentó jugársela.
James le había pedido a Allan que mantuviera todo aquello en secreto, mientras que veían la forma de rescatar de las manos de González a Taylor. Incluso le dijo que no le dijera nada a la familia de ella.
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Cuarenta Días de Dominación (Una Noche en Verona II)
Teen FictionTras el secuestro, la violación y la obligación de casarse con su secuestrador; Taylor sufre las consecuencias de la decisión que tomó para mantener a salvo a su familia y al hombre que ama. James. Que no sé deparará en buscarla para mantenerla a sa...