Capítulo 1

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*190 DÍAS ANTES*

Alex despertó por el molesto ruido de su despertador. Era Jueves, lo cual significaba que debía quedarse un tiempo más después de sus clases, en la Universidad. Le fastidiaba tener que estar allí para acomodar los libros de la inmensa biblioteca, se le hacía eterno. Pero en parte, eso era una clase de escapatoria de su padre.

Se levantó con dificultad, aún el sueño no quería despegarse de él. Se encaminó hacia el baño con el fin de darse una ducha antes de comenzar su día. Al salir de la tina, Alex se miró en el espejo de cuerpo entero; observando su delgada figura. Se inclinó hacia delante para tener una mejor vista de su rostro; apreciando su alborotado cabello rubio que caía sobre su frente, sus cejas bien delineadas hacían resaltar sus profundos ojos azules , sus carnosos labios enrojecidos y su marcada mandíbula.

Salió del cuarto de baño con una toalla envuelta en su cintura, se vistió y bajó a la planta baja a desayunar. Faltaban diez minutos para comenzar su primera clase a las 8:00 AM, pero no le interesaba llegar tarde. Ya tenía una excusa planeada.

Alex estudiaba Derecho en una prestigiosa universidad llamada Stanford. Una de las diez mejores Universidades del mundo.

Estando abajo, se encontró a su padre leyendo unos papeles que él desconocía. El hombre yacía sentado en la mesa del comedor, desayunando. Alex no le tomó importancia a su presencia, tomando rumbo hacia la cocina para prepararse su desayuno. Regresó al comedor con un tazón de cereales con leche en sus manos y se sentó en el otro extremo de la mesa. Quería mantener la distancia con su padre.

- Llegarás tarde a clases, Alex.- Dijo su padre con arrogancia.

Sin siquiera mirarlo, con su mirada fija en su tazón con cereales, le respondió:- Lo sé.

Alex comió lentamente su cereal, esperando a que este le agregara algo más. Pero lo que obtuvo no fue lo que sus oídos querían escuchar.

- ¿¡Qué carajos haces todavía aquí!?.

- Ya me iba.- Dijo Alex levantándose bruscamente, golpeando con ambas manos la mesa.

Siempre trataba de no darle importancia a las discusiones que tenía con su padre, pero esta vez no lo logró.

Al salir de su casa, se dirigió a la Universidad. << Otro cumpleaños de mierda >> Pensó.

En el camino a Stanford, se la pasó pateando piedras que encontraba en la acera, sumido en sus pensamientos. Aún no podía creer lo mucho que había cambiado Jack, su padre. Le dolía, aunque le costara admitirlo.

Alex detestaba parecerse físicamente a él; los ojos azules, cabello rubio, tez bronceada... en cierta forma, odiaba a Jack. Él era un abogado muy conocido y contactado  en toda California. La imagen que su padre le obligaba a aparentar de él en público,  generaba que todos pensaran  que su vida era perfecta, aunque distaba mucho de serlo.

Eran las 8:15 AM cuando Alex llegó a Stanford. Se encaminó hacia su respectivo salón y abrió lentamente la puerta, provocando que todas las miradas cayeran sobre él.

- Llegas quince minutos tarde, Parker.- Dijo la profesora Spier, mirándolo molesta por encima de sus gafas. Una mujer de aproximadamente unos 28 años de edad, muy coqueta y con unas grandes curvas que se llevaban la mirada de muchos alumnos y algún que otro profesor.

- Es que...- Avergonzado, miró a sus compañero que contenían una carcajada.- el despertador no sonó.

- ¿Por cuarta vez en la semana?.

No hubo respuesta por parte del rubio. Sintió que sus mejillas se ruborizaron. La profesora le hizo un ademán para que se adentrara en su clase. Este obedeció y se sentó en la segunda fila de bancos que se encontraba vacía.

La clase de la señorita Spier se le hizo eterna, y él simplemente simulaba prestar atención. No le interesaba el tema que estaban dando hoy, ni el de ayer, ni el de todos los días. Derecho no era una carrera que a Alex le interesara, pero su padre le obligaba a estudiarla. No le quedaba otra opción, ¿o sí?.

El timbre sonó, dándoles a entender que la hora del almuerzo había llegado. Todos salieron a empujones del lugar. En el momento en que Alex estaba a punto de marcharse del salón, la voz de su profesora lo detuvo en seco:

- Alex, ¿tienes un minuto?.

- Pero el timbre acaba de sona...- La seriedad en la cara de la señorita Spier provocó que el chico se retractara.- Está bien.

- Toma asiento, por favor.- Levantó el mentón, indicándole una silla. Éste obedeció.- Alex, necesito que mañana te quedes una hora más de lo habitual en la biblioteca.

-¿Habla en serio?- Preguntó Alex.- ¿Cuál es el motivo?

-Los alumnos de un grado más avanzados que tú, tienen que ir a recoger unos libros de administración de empresas. Tienes que indicarles en el sector que se encuentran, y luego quedarte a ordenarlos.- Añade- ¿Podrías hacer eso?.

Alex pensó por un momento, era preferible estar una hora más en la biblioteca antes que estar en su casa  con su padre. Sin dudarlo aceptó.

Sin más que decir, se dirigió a la cafetería. Buscó una mesa apartada de la multitud. No tenía apetito así que no almorzaría ese día, y  se dispuso a esperar a su amigo.

Se distrajo por un momento observando a las personas, pero su mirada se concentró en una sola persona en especial. Una pequeña sonrisa se formó entre sus labios al ver a ese chico...

-¡Feliz cumpleaños, amigo!- Le dijo despeinándolo, sacándolo de sus pensamientos.

Al reconocer la voz, giró sobre sí mismo para mirarlo cara a cara.

-Gracias, Troye.- Dijo el rubio, con el semblante caído.

Troye era un chico alto, de tez pálida, ojos verdes y cabello marrón con rizos. Demasiado sociable como para creer que era el mejor amigo de Alex.

- No me digas que se olvidó otra vez de tu cumpleaños...

- Si.- Le dedicó una sonrisa triste.- Pero ¿qué más da?.

Lo único que se le ocurrió a Troye, fue abrazarlo por los hombros. Alex agradeció internamente esa muestra de afecto, la necesitaba. A los minutos, el timbre dió por finalizado el almuerzo. Los alumnos volvieron a sus clases, pero sin embargo, Alex se dirigió a la biblioteca, como era de costumbre.

Él jamás pensó encontrarse con aquel chico...

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