Capítulo 2

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Cuando los pasillos se encontraron desolados, Alex caminó paulatino por ellos. Lo único que se escuchaba allí eran sus pasos.

Su supuesta última hora de clases, él la pasaba en la biblioteca. Ya le causaba repulsión estar ahí. Alex sabía que estando allí el tiempo se prolongaba y se terminaba quedando una hora más de lo debido, siendo el último alumno en irse de la Universidad.

El director de Stanford, Charles, tenía una relación muy estrecha con Jack . Sin que nadie se lo dijera, Alex supo que su padre le había pedido a Charles que él permaneciera más tiempo en la Universidad. La excusa que dijo el director fue "Parker, la bibliotecaria no puede hacer su trabajo sola. De ahora en más,  tendrás que salirte de tus clases una hora antes, todos y cada uno de los días para arreglar la inmensa biblioteca tú."  Pero al rubio eso no le molestó. Al igual que su padre, él prefería estar ordenando unos cuantos libros, antes que estar cerca de él.

Al llegar al final del pasillo, abrió la gran puerta que conectaba con la biblioteca. Al empujarla emitió un chirrido, que provocó que Alex se estremeciera. Por milésima vez observó el lugar, que cada vez le transmitía más odio. Parado en el marco de la puerta, suspiró y se adentró en la inmensa habitación. Con ambas manos en su cintura, pensó por dónde comenzar. A lo lejos,  Alex divisó una pila de libros que yacía en una de las tantas mesas. Desganado, fue hasta allí para comenzar a ordenarlos alfabéticamente. Intentó tomar todos los libros juntos, pero no pudo lograrlo. La torre de libros se estrelló fuertemente contra el piso, y algunos tantos contra su pie.

- ¡Mierda!.- Gritó adolorido.

- Ssshh.- Dijo casi gritando Margaret, la bibliotecaria. Ella era una mujer que rodeaba los 50 años de edad. Sin hijos y divorciada. Ya las canas se apoderaban de su cabeza. Las arrugas muy notorias y sus gafas redondas la hacían lucir más anciana de lo que en realidad era.

- Lo siento...- Dijo el chico entre dientes. Desde su punto de vista, Margaret era una mujer aborrecible, que lo único que le importaba o eso parecía, era que la gente permaneciera en completo silencio.

- ¿Los libros se arruinaron?- Preguntó con arrogancia.

- No, pero mi pie si.- Alex le dedicó una sonrisa falsa, llena de odio.

Continuó con su trabajo, y sin darse cuenta, los minutos pasaron rápidamente.

El chirrido de la puerta lo sacó de sus pensamientos, provocando que mire hacia esa dirección. Observaba detalladamente los movimientos del chico que acababa de entrar.

Alex se percató de que lo estaba mirando demasiado, sacudió la cabeza para volver a concentrarse. Su mirada volvió a caer sobre el chico cuando este comenzó a hablar con Margaret. Su voz grave resonó por todo el lugar.

-Buenos días, Margaret.- Saludó, parándose frente a su escritorio.- ¿Podrías darme el libro de Administración de Empresas de 2do grado?.

- En este momento no pudo hacerlo.- Explica.- Los libros están desordenados, no tengo idea de dónde se encuentran. Para mañana los libros ya estarán en sus respectivos lugares. Ven a la biblioteca entre las 16:00 y las 17:00 a buscarlo. 

El muchacho hizo una mueca.- Entre esas horas se me hace imposible...

- No hay problema.- Señala al rubio a lo lejos.- ¿Ves a aquel chico? él siempre permanece aquí más tiempo. Podrá mostrarte dónde se encuentra el libro que buscas, Connor.

Se le formó una gran sonrisa de labios cerrados a Alex al oír el nombre de aquel chico; Connor. Vio como él se despidió de Margaret amablemente. Connor a paso seguro se dirigió a la puerta de entrada. Antes de salir de allí, se paró en el marco de la puerta y con una sonrisa ladina en sus labios miró al rubio, el cual, avergonzado, bajó la mirada rápidamente y simuló seguir ordenando los libros. Connor, al ver la obvia reacción de aquel chico (que él desconocía su nombre), su sonrisa se agrandó, enseñando su perfecta dentadura.  Alex no se percató de aquello.

Cuando el reloj marcó las 17:00, Alex ya había terminado de poner todos los libros en su lugar. Margaret se había marchado hace ya una hora, al igual que todos los alumnos. El único que yacía en la Universidad, aparte del rubio, era el director Charles, quien debía quedarse a cerrar el instituto.

Alex cerró la biblioteca con la llave que Margaret acostumbraba a dejar sobre su escritorio. Caminó por el deshabitado pasillo. Fue a la oficina del director, con el fin de entregarle la llave, e informarle que había terminado con su trabajo y decirle que se marcharía a su casa. Al haber hecho eso, Alex se dio la vuelta para marcharse, pero la voz del director lo detuvo.

-Alex.- El muchacho giró sobre su eje, y lo miró para que prosiga.- Feliz cumpleaños...

Sintió sus ojos humedecerse y desvió la mirada rápidamente. Los ojos de Charles se posaron sobre él, con una mirada que derrochaba lástima. Alex quería agradecerle, pero temía que su voz le fallara. Se limitó a responderle, solo le dedicó una triste sonrisa y salió cuanto antes de allí. Necesitaba aire fresco.

Cuando ya estuvo afuera, su pecho subía y bajaba con fuerza. Tomaba grandes bocanadas de aire, pero aún así no era suficiente.

-Vamos... cálmate Alex...- Se dijo a sí mismo jadeante, entrelazando sus temblorosos dedos con sus cabellos.

Esperó unos minutos hasta que su respiración volviera a la normalidad. De regreso a su casa, se la pasó sumido en sus pensamientos. Era posible que sus ojos estuvieran en un punto, pero su mente se encontraba distante.

Eran cerca de las 19:00 cuando Alex por fin llegó a su casa. Había preferido caminar y despejar su mente antes de volver a ver a su padre. Al abrir la puerta, vio al hombre sentado en el mullido sillón, de espaldas a él. Intentó subir a su habitación lo más silenciosamente que pudo. No quería hablarle, no estaba de humor. En realidad, jamás lo estaría si se tratara de Jack.

- Alex, ven aquí.- Habló tajante.

Rodó los ojos, y bajó los pocos escalones que había subido. Lamentó internamente el haber llorado de regreso a su casa. No por el hecho de que su padre no le preguntara qué le sucedía, más bien porque detestaba lucir débil. Lo detestaba aún más si era frente a su padre.

Cuando estuvo frente a Jack, éste lo miró inconmovible, notando los enrojecidos ojos de su hijo, ignorando aquel detalle.

-¿Por qué te tardaste tanto?.

-¿Acaso te importa?.- Preguntó precipitado.

El hombre decidió pasar por alto esa contestación, añadiendo: - Este sábado tendremos una reunión muy importante, con mis compañeros de trabajo. Quiero que te comportes como el chico respetuoso que se supone que debes ser, y dejes de lado tu humor de mierda.- Soltó con repugnancia.- ¿Entendido?.

La única respuesta que obtuvo Jack por parte de Alex fue un asentimiento de cabeza.

Después de eso, Alex se dirigió a la cocina. No tenía apetito como para cenar, por lo que tomó una manzana. Le dio un mordisco y se dirigió a su habitación.

Se dejó caer en su cama, y lentamente el sueño se fue apoderando de él...






-CelluCamm💙

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