Sin Tiempo

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Hasta cuándo seguiría corriendo de aquí para allá sin tiempo para nada?

Entre el estudio y el pseudo trabajo que tenía casi nunca tenía un momento para él.

Está bien que hay tiempos para hacer sacrificios y tiempos para disfrutar lo obtenido pero a Hoseok se le estaba yendo la vida entre preocupaciones y responsabilidades.

A la mañana tenía clases desde temprano, al salir generalmente almorzaba un sándwich o cup ramen, una fruta y se dirigía a trabajar.

Porqué es un pseudo trabajo? bueno porque en realidad comenzó siendo un favor para su abuela quien terminó recomendándolo con sus amigos del bingo, los viajes de jubilados y las reuniones para tomar el té.

Su abuela tenía una biblioteca enorme la cual nunca estuvo acomodada. Un día cenando con su nieto le pidió si la ayudaría a poner en orden la cantidad ridícula de libros que había ido comprando o intercambiando a lo largo de los años, a cambio por supuesto de una suma de dinero que le permita a él pagar aunque sea unas pocas cosas de su vida diaria.

No había acomodado ni el 15% de la enorme biblioteca cuando empezaron a llamarlo amigos de su abuela pidiendo ayuda para acomodar archivos, otras bibliotecas mas pequeñas, facturas de los servicios que guardaban hace 10 años o hasta cartas de familiares o álbumes de fotos.

Y a nadie le decía que no, le gustaba pasar tiempo con ellos, saber sus historias, ver como se emocionaban al encontrar algo que pensaban perdido hace años, que siempre lo esperaran con bocadillos ricos y por supuesto la paga que era buena y le permitía seguir estudiando.

Hoy estaba siendo un día típico para olvidar.

Prácticamente no había dormido porque tuvo que escuchar a su mamá discutiendo con el novio de turno toda la noche porque le había robado plata para irse de cabaret, pero bien que luego le llevaba flores, la endulzaba y todo volvía a ser igual como un maldito círculo vicioso.

Culpa de eso se durmió tarde lo que hizo que se saltara su alarma y llegara prácticamente una hora tarde a clases. Cuando salió se sentó tranquilo a disfrutar de un maravilloso almuerzo que le había preparado Rebeca, la señora de la cantina. Lo había visto hecho un desastre y le dijo que su comida tenía poderes curativos, tanto física como emocionalmente. Dos bocados había dado cuando su teléfono comenzó a sonar, era el señor Huang que lo estaba esperando para acomodar su colección de estampillas. 

Se había olvidado! 

Le pidió disculpas una y otra vez y se dispuso a salir corriendo.

-Quieto ahí muchachito! Adonde crees que vas?- Rebeca le bloqueaba el paso de la salida de la cafetería -te olvidas mi tentempié especial. Te vas sin comer bien y no voy a ser responsable si te sientes mal- con una sonrisa sostenía un paquetito entre sus manos.

-Eres la mejor, Omma- recibió el paquetito , le dejó un beso en la mejilla y salió corriendo. Rebeca le demostraba mucho más amor y cuidado que su propia madre, por eso es que un día sin querer le dijo Omma y se puso tan colorado que Rebeca largó una carcajada diciendole que le podía decir de cualquier forma ya que era un "muchachito respetuoso y siempre la hacía reir".

Perdió el rastro de tiempo entre estampillas de ciudades y animales autóctonos. El señor Huang hacía un café batido lleno de espuma riquísimo y las galletitas de vainilla con chispas de chocolate que horneaba su esposa eran la gloria. Cada estampilla tenía su historia, la mayoría eran enviadas por sus nietos o amigos que vivían en otros países. Hoseok pensaba en su vida y en si algún día podría salir y ver el mundo, aunque sea una pequeña porción de él. Pero era algo que lo veía muy lejano dadas las circunstancias en las que se encontraba. 

Escuchó el sonido de un reloj péndulo y se sobresaltó al fijarse la hora. Eran las 22 y no llegaría a la parada del colectivo a menos que corriera con todas sus fuerzas.

Saludó a la amorosa parejita que lo acompañaron hasta la puerta saludándolo con los brazos en alto pidiéndole que vuelva a visitarlos. 

Mientras corría busco en sus bolsillos pero no le alcanzaba para tomar un taxi, se había olvidado de cobrarle al señor Huang y no iba a volver solo para eso porque le daba vergüenza, por mas que le correspondía. Así que apuro la marcha y siguió corriendo.

Estando a 5 cuadras de la parada se acordó de algo en lo que no había pensado en todo el día y le pareció raro ya que era algo que ocupaba su mente varias veces al día.

El chico del restaurante.

Mientras esperaba el colectivo siempre lo veía barriendo o atendiendo el teléfono. Le gustaba como acomodaba su cabello, que últimamente estaba medio largo, cuando movía su cabeza de un lado para otro y se tapaba los ojos al parecer intencionalmente. Tenía esos movimientos sutiles que eran todo lo contrario a él que siempre estaba inquieto, apurado y hasta gritando.

 Nunca lo había escuchado levantar su voz, nunca lo había visto discutir con su padres, desde la vereda de frente todo se veía en armonía y era todo lo que él quería para su vida.

Pero lo que más quería era saber su nombre, que pensaba, que música le gustaba.

Le gustaría bailar como a él?

Iría al cine?

Qué películas le gustaría ver?

Qué sabor de helado le gusta o como se vería enojado?

Una noche mientras esperaba el colectivo le pareció escuchar su risa, sonó grave y profunda provocando que su corazón diera un respingo, no sabía si había sido él, pero algo en su interior le dijo que si y aquella noche se durmió recordando esa risa.

Nunca se animaría a hablarle.

Por más que se mostraba extremadamente social con las personas no dejaba a nadie acercarse como para tener conversaciones profundas. Estaba demasiado dolido y defraudado como para confiar tan fácil, pero había algo en ese chico que le daban ganas de arrojarse a sus brazos, cerrar los ojos y no pensar nada, sólo, descansar.

Dió la vuelta a la esquina y vió como su colectivo, que era el último de la noche, se ponía en marcha. En la desesperación bajó a la calle y gritó mientras le hacía señas al chofer para que lo viera. Por suerte lo conocía y lo dejó subir, a veces son muy estrictos con la parada, otro lo hubiera dejado para que se vaya caminando, pero no Horace, él era un buen tipo. 

Esta vez no pudo ver el frente del restaurante y al ser Viernes tendría que esperar al Lunes para poder verlo.

Caminó por el pasillo del colectivo hasta el fondo pero veía todo ocupado.

Estaba por dirigirse al frente para por lo menos ir conversando con Horace cuando vió a alguien cruzar la calle como si lo estuvieran persiguiendo los perros del mismísimo infierno. Pegó un salto y un sutil grito de asombro se escapó de su garganta cuando lo vió tropezarse al momento que esquivó un auto y casi caer. Era el chico del restaurante, había podido verlo después de todo. El chico levanto unos papeles del suelo para luego llevarlos hacia su pecho como si los abrazara. Esto extraño a Hoseok pero en el momento no le presto atención. Pensó que quizás era algo que el chico había perdido.

Se sentó detrás de Horace, saco el tentempié que le había preparado Rebeca y le ofreció a su amigo chofer quién agradeció el gesto ya que no había comido nada en varias horas.

Se puso a acomodar el desastre de papeles que tenía encima de su piernas cuando notó que algo le faltaba. Buscó en la mochila y el colectivo pero no estaba su trabajo sobre la niñez y la danza. Había trabajado tanto en eso que no podía darse el lujo de perderlo ya que lo había escrito en una computadora de la universidad y no tenía pendrive para guardar esas cosas.

Recordó al chico del restaurante levantando esos papeles en la calle.

Quizás era su trabajo!

Pero porque razón habría puesto en riesgo su integridad física para recogerlos, y más aún, luego abrazarlos?

Acaso...?

-Oye Hoseok, estás bien?- Horace lo había sacado de sus pensamientos

-Si Horace, mejor que nunca- ahora tendría una excusa para hablar con el chico del restaurante y no tendría que esperar hasta la siguiente semana.

Bus Stop - Terminada✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora