Capítulo 13.

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Katsuki pensó haber llegado al punto máximo de locura cuando tuvo su primer —ojalá último— sueño. Allí todo parecía girar alrededor de Eijirou; si reía, el sol parecía azotarlo con más fuerza, si de alguna forma sus miradas chocaban, su temperatura se elevaba, si sus manos se tocaban, sentía que el mundo en torno a ellos desaparecía por completo. Él realmente odiaba no tener el control de la situación. Sin embargo, con ya dos años enamorado del zopenco, se había dado cuenta de que nunca podría llevar las riendas de sus sentimientos.

En su sueño, Kirishima y él parecían estar debajo de un árbol, sobre el pasto verde y suave, frente a una laguna cristalina. No entendía por qué mierda estaban en medio de aquel escenario, pero se sentía muy en calma. Eijirou, como siempre, parloteaba de cosas triviales, pero cerrando cada vez más la cercanía entre ellos. Se aferraba a su brazo como un verdadero enamorado,
coqueteándole y provocándole sonrojos de vez en cuando. Katsuki
se volvía una masa tibia e inestable de felicidad y su estómago se estremecía, como si en lugar de las dichosas mariposas, un buen montón de elefantes bailaran allí dentro y se burlaran de él

Sin embargo, Katsuki era un adolescente aún, las cosas se tornaban diferentes una vez que lograba unir sus labios con los del contrario. Al principio, era un beso lento e inocente, hasta que las manos de Eijirou empujaban su nuca hasta sumergirlo en un ósculo travieso, caliente y desordenado. Unos minutos después, tenía al pelinegro contra el fino césped, sometiéndolo bajo su peso y el exigente besuqueo, robando todo su aliento hasta volverlo dependiente al agarre que ejercía en sus caderas. De pronto se encontraba a sí mismo deseando más y más, nada era suficiente.

Apretaba toda la piel que llegaba a alcanzar, subiendo un poco la camisa que Kirishima traía en aquel sueño. Bajó a su cuello, besando, mordiendo y chupando como si estuviese ansioso por beber su sangre. Los jadeos y quejidos del contrario se oían tan realistas que no pudo evitar despertar con una enorme erección en la mañana. Maldijo a su despertador que interrumpió la maravillosa experiencia —falsa— que estaba a nada de dirigirse a la mejor parte. Sabía que probablemente llegaría tarde, pero aun así forzó sus piernas para llegar hasta su puerta tras recorrer el frío piso, y trabó la misma

Pasó los siguientes veinte minutos solucionando su gran problema. Se acarició recordando la sensación de la piel suave de Eijirou, los ruidos que producía cuando lo tocaba y sus brillantes ojos nublados de lujuria. Mientras bombeaba furiosamente su polla, se retorcía contra el colchón y ahogaba cualquier jadeo un su almohada. Maldijo mientras llegaba a la culminación, tanto a su intensa atracción por el muchacho y al mismo por no resolver aquello que él provocaba. Cuando acabó, su mano estaba empapada, al igual que sus pantalones. Se encontraba a punto de tomar una rápida ducha para quitarse todo el resbaladizo sudor —y otros fluidos— cuando su madre lo apresuró con gritos tras su puerta.

Camino a la escuela estaba de su usual mal humor, pero multiplicado por mil. Saliendo tropezó con uno de los obesos gatos de su vecina, así que amenazó al minino —este se mostraba tan indiferente como se podía— con cortarle sus cortas patas y metéselas por las orejas, o algo sí. Mientras tanto, el menor de los Kirishima se burlaba a una distancia segura. No había podido disfrutar su desayuno por los asuntos que debió atender esta mañana, pero al menos la ducha tibia arrasó con cualquier rastro que evidenciaba sus asuntos. Y, especialmente, le irritaba como aquel estúpido individuo hablaba sobre trivialidades tranquilamente, siendo él el responsable de esos problemas.

—¡Oh! Ayer se me declaró una muchacha, fue tan raro, no creí que pudiese gustarle a alguien de esa forma —comentó en algún momento, molestándolo porque Katsuki se sentía jodidamente así y no parecía ni siquiera tener en cuenta la posibilidad.

—Díselo a quien le importe. —Se limitó a responder.

Eijirou hizo un puchero, pero no detuvo su relato, probablemente bastante acostumbrado al comportamiento del rubio—. ¿No quieres saber si estoy saliendo con ella o no? —inquirió, extrañamente ansioso.

» Iridiscencia | Bakushima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora