Capítulo 3.

7.3K 1.2K 820
                                    

Unas semanas después, Katsuki estaba dejando todo su orgullo de lado para posicionarse frente a la casa del fastidioso niño de cabellos color ébano. Él definitivamente no estaba ahí para reconciliarse con ese tonto, bueno, quizá sí, pero no porque quisiera. Cuando su madre había visto a su amiga irse de su casa aquella vez, comenzó a comportarse más distante y enfurecida, ni siquiera podía calmarse con los cursis besos en las mejillas que su padre le proporcionaba. Tampoco admitía que eso fuese su culpa o algo así; él tenía una manera especial de jugar, y si Eijirou no podía con ello no se hubiera acercado en primer lugar.

Aún estaba debatiéndose si tocar o no la puerta de la rústica casa, tan parecida a la suya y a todas las del vecindario. Regresó a la misma hora, en el mismo día de su última —y única— visita a los Kirishima, cuando se suponía Hana no estaría. Si se topaba con ella, probablemente lo echaría a patadas. Por suerte, cuando al fin se dignó a presionar el timbre, fue Eijirou quien lo recibió. Se veía estúpido, tal como lo había conocido, e incluso actuaba más extraño que las otras veces.

No podía tomarlo en serio cuando llevaba una ridícula camiseta con estampado de tiburones y un par de crocs rojos, pero intentó ser serio y no reírse de él tan pronto se presentó. Inmediatamente, el contrario exhaló de sorpresa y se cubrió los ojos con ambas manos. Katsuki levantó una ceja, y estaba por soltar alguna vulgaridad cuando Eijirou lo interrumpió.

—¿Qué estás haciendo aquí? —chilló, aunque el rubio cenizo lo ignoró por completo.

—¿Por qué tapas tus ojos? Pareces un...

Se sobresaltó—. ¡No te atrevas a decir una palabra prohibida!

—¿«Palabra prohibida»? ¿Así les dice tu mamá? —carcajeó.

—¡Fue una idea mía, de hecho! ¡Deja de reírte! —gruñó—. Y tapo mis ojos porque no me permiten verte.

Katsuki resopló y rió más fuerte aún, observando con burla el rostro avergonzado del contrario. En un impulso, sostuvo las manos de Eijirou y las apartó de sus ojos; este no luchó ante eso, solo se mostró confundido y luego furioso, soltándose de su agarre mientras apartaba la mirada.

—Ya me viste, ¿van a castigarte por eso, o qué? —soltó, burlándose.

Eijirou refunfuñó, preparado para cerrar la puerta de su casa de un golpe. Sin embargo, un pie luchó contra eso, interponiéndose. Incluso pensó en empujar con más fuerza, ver como el contrario se retorcía de dolor mientras la punta de su zapato era atrapada. Obviamente no lo hizo, porque a diferencia de Katsuki él no se creía capaz de dañar a alguien, o al menos hasta que conoció al arrogante tipo y debía luchar con los impulsos que lo invadían. Su madre dijo que era normal; a veces nos desagrada todo de la gente y sentimos deseos de lastimarlos, pero no era una salida efectiva.

—Bien, solo quiero hablar —escupió el rubio, como si le quemara. Eijirou no estaba muy convencido, pensó en si su madre lo aprobaría, ella siempre había apoyado el diálogo, ¿verdad?

Abrió lentamente la puerta, haciendo a esta chirriar—. ¿Qué quieres?

—Disculparme —gruñó, vacilando. Eijirou no podía creer lo que estaba oyendo, de hecho no lo creía para nada, debía haber algo detrás de todo, ¿verdad?

—¡Mentiroso! —exclamó mientras se cruzaba de brazos.

—¡No estoy mintiendo, inútil!

—¡Claro que lo haces! ¡Lo tienes escrito en todo tu rostro!

—¡Está bien! ¡Tienes razón, volvería a golpearte si se diera la oportunidad! —admitió—. Solo estoy haciendo esto por mi madre, ella parece extrañar a la tuya o algo así. Realmente no me importa, pero ha estado insoportable conmigo y me harté, ¿entiendes?

» Iridiscencia | Bakushima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora