Cliro

29 1 0
                                    

Llevaban semanas en la Ciudad de Dioses semanas. No, habían pasado meses. O eso le parecía. Cuando salieron de Valtynos pensaba que solo se quedarían unos días, puede que se alargara una semana. Pero nunca pensó que llegáran a ser meses. Nunca veía a su padre, el Rey de Valtynos, siempre estaba reunido con los Máximos y el Sumo Sacerdote discutiendo sobre "cosas irrelevantes y sin importancia" decía su padre. Las primeras semanas se entretuvo explorando la Ciudad. Era enorme. Había descubierto cinco grandes comedores diferentes, uno para cada dios, todos con una decoración complicadísima y preciosa. Visitó los templos a los que tenía acceso y todas las salas que pudo. Vió en funcionamiento la Puerta del Agua, cómo los monjes movían palancas y cerraban compuertas. Observó a los monjes dedicarse a sus tareas diarias: trabajar en el campo (la Ciudad contaba con tantos campos que la mitad de ellos habían sido abandonados hace años) escribían, leían "Las leyes de los dioses", estudiaban diferentes disciplinas y rezaban, rezaban todo el día. Cinco veces al día, una vez en cada lugar: El lago Sagrado, el bosque de Hoja, el templo de Fuego, la torre de Piedra y por la mañana y la noche rezaban en el gran templo de Sol y Luna. A Yanos se le contagió el amor por los dioses y durante unos escasos días los copió. Se cansó rápido.
Tardó semanas en saber llegar por si solo a su habitación. Preguntar a los monjes no solía funcionar, se cerraban en si mismos y rezaban todo el día. Había intentado preguntar  a los monjes porque lo hacían, obviamente no le habían respondido. La Ciudad de Dioses era una ciudad de caras tristes y mustias. Su percepción de esa "Ciudad de caras tristes" cambió drásticamente el día en que conoció a Cliro.

Estaba aburrido, tremendamente aburrido llevaba horas en la cama, desde la mañana y ya era casi mediodía. Decidí levantarme de la cama después de pensarlo un instante. Me levanté, hize un estiramiento y alzé las manos, me rasqué la cabeza y me revolví los mechones negros. Bostezé y me dirigí hacia el ropero, me puse una camisa muy suelta blanca, unos pantalones negros y unas sandálias. Tenía ganas de hacer algo, de ver personas, aunque fueran unos monjes amargados. Salí de mi habitación en la cumbre de la Torre de los Visitantes, bajé escaleras y escaleras hasta que llegué al pasillo principal de la Ciudad de Dioses. Era la hora de los desplazamientos de los monjes, para ir de un templo a otro, ahora les tocaría ir al lago Sagrado a rezar a Agua. Me integré en la marea de túnicas de colores. Después de mucho rato caminando, vi algo que no había visto nunca en la Ciudad de Dioses: un niño, de mi edad. Lo vi muy adelante, llevaba una túnica azul claro y destacaba por ser más bajo que los demás. Me hize paso entre la muchedumbre a codazos y cuando llegué donde había estado el niño, él ya no estaba. Lo vi más adelante, no lo perdí de vista en ningún momento hasta que salieron al exterior y la luz me deslumbró, me tapé los ojos, las torres reflejaban la luz al estilo de Lyr. Lo perdí. Me resigné a encontrarlo y seguí a los monjes.

Acabada la ceremonia todos se retiraron menos yo que me quedé lanzando piedras al lago, furioso por no haber encontrado al niño de la túnica azul. Tenía tantas preguntas que hacerle ¿Qué hacia allí? En la Ciudad no se permitían niños monjes.
— Antes has estado siguiendome como un acosador te pasa algo? Necesitas ayuda?
Yanos se giró. El niño de la túnica. Era tertiano, no se había podido fijar en el pasillo con tanta gente.
— No...no...
Lo interrumpió.
—Eres tartamudo? Bueno en realidad me da igual. Adiós si no me voy me echarán y a Calen le costó convencerles.—Me sonrió e hizo ademán de marcharse.
—Eh...espera. ¿Como te llamas?
—Cliron, la gente me llama Cliro. Puedes llamarme Cliro, si quieres claro está.— Hablaba extremadamente rápido. —Si no quieres debes ser un poco tonto, Cliro es más corto que Cliron. Una letra menos.
Íba a preguntarle más cosas pero se giró y se fué. Me dejó con las preguntas goteandome por todos sitios. Tenía más preguntas que antes. Puede que a algunos, Cliro, no les parezca una persona muy abierta o sociable dado a la forma en que me trato. Pero a mí, que llevaba meses sin relacionarme casi con nadie abiertamente me pareció la mejor persona que había conocido jamás.

Después de ese gran acontecimiento en la que entonces era la "vida" de Yanos, el príncipe volvío a la monotomía de siempre, pero ahora siempre atento por si veía por los pasillos a alguien más bajo que los otros.
Volvió a verlo después de una aburrida y larga semana de no hacer absolutamente nada. Yanos se estaba bañando en el lago Sagrado como otras veces ya había hecho. Estaba atardeciendo, le recordó el día en que llegó a la Ciudad de Dioses, emocionado por las aventuras que viviría. No sabía como íba a ser su estancia allí ese día.
Cuando ya salía del agua vió que alguien "más bajito que los otros" lo observaba con curiosidad desde una piedra de la orilla.
— Pareces una foca en celo, nadando claro. No se como los humanos nadáis tan mal.—Le dijo.
Yanos se quedó sin palabras, sentía unas ganas incontrolables de responderle de malas maneras y largarse enfadado de allí, pero se quedó, testarudo, o quizá por las ansias que sentía de hablar con alguien. No dijo nada.
— No sabes hablar? Yo sí. También se escribir, ahh y leer, me enseñó Calen. Fue antes de venir aquí."Si quieres que te dejen entrar tienes que aprender a leer" me decía. Sigo sin entender porque tengo que leer o escribir, si puedo hablar y memorizar. Te preguntas porque se hablar lyro? Eso me lo enseñaron los monjes del Agua. Aunque todavía tengo accento tertiano dicen ellos. Yo sinceramente, creo que no.
Tuvo que estar muy atento para comprender todo lo que le dijo, hablava muy, muy rápido. Tenía una voz muy bonita.
— No quieres hablar? Te he ofendido no? Lo siento los tertianos decimos lo que pensamos, es natural como respirar o caminar. Puedo oír tu voz?— Dijo él.
El maestro Yenis le había enseñado algo sobre los tertianos pero no lo recordaba. Sus clases eran tan largas que siempre se dormía a la mitad de la lección.
— Si, si, si puedes.— Respondí.
El tertiano llamado Cliro rió.
— Alaa que voz más bonita tienes, a mi me gustan mucho las voces de la gente.— Dijo alegre. Quieres que te enseñe un sitio muy bonito? Está muy alto quieres ir ?
<<Si porfavor un sitio nuevo>>— Pensó.
— De acuerdo, Cliro, no?
— No eres tonto.

————————————————————

Si es que alguien sigue esta historia. Espero que os haya gustado. Comentad si os ha gustado.¡Gracias!

Memorias  de ValtynosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora