3: ¿Es por mí?

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CAPÍTULO 3: ¿Es por mí?


El sábado y el domingo me resultan un tremendo infierno. Me hace falta su voz tan jodidamente tentadora.

Esto es tonto, pero hablar con ella hizo que me olvidara de lo miserable que me siento sin Esmeralda. Y creo que ahora me siento miserable por no hablar con Gema.

Visité a mi madre el domingo en la tarde y no fue mejor, porque me preguntó por mi ex y tuve que decirle que me dejó y el porqué. No está de más decir que ella hizo lo que imaginé que haría y me aconsejó ir a un sexólogo, oferta que, por supuesto, decliné porque, qué vergüenza, claro que no podría ni verlo a la cara cuando le hable de ello.

El lunes me levanto media hora tarde y salgo casi corriendo para la universidad. Nada más llegar, las miradas de mis alumnos están puestas en mí como todos los días desde que llegué, pero esta vez no disimulan la burla. Tendré que lidiar con esto todo el día, no puede ser.

—Profesor Luna, a mi oficina, por favor. —Oigo la voz del director Valdéz, su tono me es como una clara señal de "estás en problemas, muchacho" y me congelo.

"Ya valió, ya lo sabe".

Entramos juntos a su oficina y me dice que tome asiento frente a su escritorio y lo hago, luego él toma lugar del otro lado de este y me mira de una manera que no comprendo, de esas que me dan miedo averiguar ahora.

—Darío. —Suspira con frustración—. Te estoy dando una oportunidad muy grande, ¿y te quedas dormido en plena clase?

—Es que...

Me callo, ¿qué cosa, que suene aceptable, puedo decirle?

"Oh, disculpe, señor director, es que pasé la semana charlando con una completa extraña sobre mis problemas sexuales hasta que la madrugada nos descubrió, y no he dormido bien en casa". No, ni en mi cabeza suena prudente. No puedo perder mi trabajo, menos ahora que estoy casi vacío de la cartera. ¡Aun ni siquiera tengo mi primer paga de aquí!

—Si esto vuelve a pasar, me veré en la obligación de remplazarte, Darío.

Alargo un suspiro, asiento y me levanto. ¿Qué más puedo hacer? Solo concentrarme y dejar de pensar en mis estúpidos problemas. Necesito enfocarme en mis clases si quiero salir al menos el semestre bien parado.

—Hola, hola, anciano. —Por la puerta aparece una chica y me congelo al escuchar su voz. Carajo, no puede ser—. Ay, perdón, papá, creí que estabas solo.

—Y aunque no lo estuviera, Catalina, soy el director y debes respetarme. —Valdéz la ve serio, pero luego noto que cambia a preocupado—. ¿Por qué no habías venido en toda la semana?

—Bueno, lo que pasa es que no tenía para la colegiatura por lo de la mudanza y, como no debes ayudar, trabajé horas extras, ¡y ya conseguí el dinero! Vine a entregártelo.

El director niega con la cabeza y se ríe. Yo solo me siento entre una conversación que no debería escuchar, y peor, entre una batalla mental grande, ¿estaré alucinando o será que es...? No, eso sería imposible. Aunque, ¿dónde trabajará esta chica? Se me hace un nudo el estómago de pensar que posiblemente he pagado su colegiatura.

"No mames, Darío", me regaño de inmediato.

—Sabes que no...

—Sí, sí, no necesito trabajar porque tú y mamá pagan —continúa ella con su excusa, rodando los ojos—. Pero soy independiente ahora, anciano, estoy por graduarme y debo mantenerme sola. No debo depender de ustedes para siempre.

El virgen que llamaba a la línea erótica© [AYOD #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora