17: Las cosas no se arreglan con sexo

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CAPÍTULO 17: Las cosas no se arreglan con sexo.

Desconocido: No te ilusiones.

No podrás hacer que él te prefiera antes que a su hijo. Además, como te lo he repetido, él aún me ama.

Eres solo un objeto que usó para vengarse de mí, pronto te va a dejar.

Nuestro bebé será el más amado, ¿ya te dije que Darío está muy emocionado con la idea de que le dé un hijo?

Desconocido2: ¿Miedo? Bloquéame de donde quieras, niñita. Yo siempre buscaré cómo joderte hasta que entiendas que no debes interponerte entre Darío y yo. Él te va a dejar.

Desconocido3: Me viste, ¿verdad? Por eso lo besaste. Has lo que quieras para provocarme, no me importa. Total, pronto te va a abandonar.

Siento ganas de vomitar. Siento impotencia. Quiero llorar de desesperación. ¡Esto no puede ser posible! Pero, desgraciadamente, lo es y no me gusta nada.

En la pantalla del teléfono aparece mi nombre, de inmediato contesto.

—Te llevaste mi...

—¿Por qué no me dijiste, Cata? —Mi tono es fuerte, no estoy enojado, estoy preocupado—. ¿Por qué no me dijiste que Esmeralda te ha estado acosando?

La oigo suspirar.

—No importa, solo tráeme mi teléfono y llévate el tuyo, tienes un montón de mensajes de la madre de tu hijo, dice que quiere que le vayas a dar atole con el dedo porque es tan inútil que no puede empinárselo ella sola. —Ella sí está molesta—. ¿Sabes qué? Olvídalo, ya voy saliendo de casa, ahí te llego.

No me deja ni responderle, me cuelga. No sé cómo arreglar las cosas, pero tengo que hacer algo grande, me siento un completo estúpido. No eran celos, más bien el estrés y la presión que Esmeralda le ha estado inyectando con cada maldito mensaje sin sentido.

La espero sentado en el sofá, pensando en qué decirle. Y, tristemente, no encuentro manera de reparar el desastre que he provocado. Presiento que ella no me perdonará lo tonto que he sido todo el mes.

Cinco minutos después, entra sin tocar y se me acerca, extendiéndome la mano donde trae mi teléfono.

—Te prometo que estuve a nada de aprovecharme de tener tu teléfono y mandarla al carajo, pero no soy como ella —dice cuando lo tomo—. Dame el mío, ya me voy.

—No. —Ella bufa, insistiendo que se lo devuelva, pero yo sigo con mi firmeza—. Dime por qué razón no me lo dijiste.

Se me acerca e intenta arrebatarme el teléfono que le muestro acusatorio. Vuelve a bufar cuando retrocedo y le niego.

—No te dije porque no quería que le dijeras nada, con la cantidad de mensajes, y el contenido de los mismos, creí que cometería una locura, no lo sé, esa tipa me da miedo, Darío. —Vuelve a acercarse—. Dámelo que me quiero ir.

—Que no, vamos a arreglarnos tú y yo, después a ver cómo hacemos para que deje de molestarnos así, ¿podemos?

—No quiero seguir batallando. —Se cruza de brazos, rindiéndose y se sienta en el sofá—. Hagas lo que hagas, crea yo en ti o confíe en lo que sientes por mí, hará todo lo posible por lograr vernos separados, ¿qué caso tiene seguir con esto? Así no me imaginaba nuestra relación. ¡Maldita sea! Me imaginaba escenarios cursis y otros sexys, ¡pero ella no nos deja tener ninguno de los dos!

Me río ante sus últimas palabras, pero eso solo provoca que me quiera asesinar con la mirada. Para calmarla un poco, le toco la cara.

—Cariño, mira, no quiero pelear contigo, mucho menos separarme de ti. ¡Dios, Cata! Las locuras que hice para llegar hasta aquí, no quiero que se vaya a la basura lo más loco y bonito que me ha pasado en la vida —le digo, desesperado. No puedo evitar recordar las cosas que le decía al teléfono, cuando le conté de mi problema... Mala idea, ahora comienzo a alterarme ¡Carajo, no es momento, amigo!

El virgen que llamaba a la línea erótica© [AYOD #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora