15: Entre amar y deber

24K 3.1K 732
                                    

CAPÍTULO 15: Entre amar y deber

Glenda regresó el viernes. Para ese entonces, Brenda y yo ya habíamos hablado de tantas razones por las cuales yo me la pasaba sola, entre las que ella aceptó que era por las mentiras de Glenda. La antes mencionada me miró emputadísima cuando apareció por la puerta y se fijó que estaba sentada, sonriendo. Sin embargo, en lugar de arremeter como siempre, me ignoró y se fue a su habitual asiento. Eso fue raro, pero me agradó bastante, mi día había empezado bien.

O eso creí hasta que, una vez que las clases terminaron, y yo voy camino a la salida, siento un empujón en mi espalda que provoca que caiga al suelo.

Al levantar la vista, Glenda está allí, viéndome furiosa. A su lado están todos nuestros compañeros, excepto Brenda y José.

Nunca he comprendido la aniñada actitud de Glenda, somos dos adultas que, se supone, pueden arreglar las cosas de manera civilizada. Esta chica lo único que quiere hacerme es romperme la boca cada que la "supero" en algo, o no sé cómo interpretar su comportamiento base a lo que yo haga o deje de hacer. Que yo sepa, por conducto accidental, ella es una chica agradable y no la rubia tonta y ofrecida que a todos hace creer. La vi con su madre una vez. Es buena tipa, casi podría decir que me agradaría ser su amiga, pero nunca cedería, por supuesto.

—¿Por qué estabas con él en el armario, perra? —me exige. Casi me dan ganas de reírme de ella e inventarle cualquier cosa. Ya ni cuando era una adolescente enamoradiza se me ocurría actuar así, me parecía absurdo andar peleándome por alguien que ni es mío.

—Lo que pase o no entre ella y yo, si es que ese fuera el caso, a ti te tendría que valer verga, Glenda. —Siento sus manos en mi espalda para ayudarme a levantar—. ¿No crees que ya estás muy grandecita para actuar como una niña?

Cuando veo a Darío, él la mira a ella con una seriedad inmensa. Glenda parece sorprendida, pero luego intercambia esa expresión por una tremendamente furiosa.

—No entiendo por qué razón siempre la defiendes, ¡de verdad que no! ¿Es que acaso tienen sus revolcones como todos piensan? ¿Le ayudas con las calificaciones a cambio de sexo?

Todos le dan la razón, como si aquello también les molestara. La sangre comienza a hervir en mí y, por un momento, estoy por gritarles a todos, sin embargo, Darío suspira con frustración y dice:

—Uno: a ella ni falta le hace que alguien la ayude en nada, es inteligente, así como a todos ustedes, ¿es que van mal todos que les duele el pensar que ella no hace esfuerzos? Y dos; y lo voy a decir una última vez y para todos; pase algo o no entre ella y yo, o quien carajos sea, a ustedes les vale, no se metan en lo que no les importa, ocúpense de lograr graduarse y ser unos profesionales, no en los demás. Aprendan a dejar de juzgar y dejarse llevar por rumores estúpidos, son adultos, no chamaquitos faciles de influenciar.

Me da una palmada en la espalda, invitándome a caminar para salir de una buena vez de allí y lo hago, pese a que Glenda quiere continuar armando drama de la situación.

Camino unas cuadras sola y, cuando estoy por llegar, él aparece atrás de mí, tomándome de la cintura.

—Me enferma tener que actuar como si no te quisiera comer la boca frente a la gente —dice, girándome hacia él.

—Igualmente, aunque tú, aun cuando se supone que debe ser algo secreto, por ahora, insinúas muchas cosas como algo posible. —Trato de imitar su voz para lo siguiente—. "Pase algo o no entre ella y yo, les tiene que valer", claro, discreto que eres, mi amor.

—Es para ir preparando a todos y que no se sorprendan mucho cuando les diga que te tengo como novia. —Comienza a reírse, yo no puedo hallarle gracia. La verdad es que me aterra tanto pensar, más que nada, en cómo se lo vaya a tomar papá. No quiero que surjan problemas entre ellos o entre nosotros, más cuando sepa que, además de lo nuestro, tendrá un hijo con su ex.

El virgen que llamaba a la línea erótica© [AYOD #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora