30: Locura

21.4K 2.7K 968
                                    

CAPÍTULO 30: Locura.


¿Qué? Por favor, no puede ser. De todas las cosas que pensé que pasarían al reencontrarnos después de tres días de que no nos vemos, de que Esmeralda la había tenido secuestrada, un "¿Y tú quién eres?" no era lo que esperaba realmente. Siento horrible de escucharla, no puede ser que me haya olvidado.

—Cata, ¿de verdad no me recuerdas nada? —no puedo evitar preguntar de nuevo, aunque ella ya me ha dicho que no. Sinceramente esto me provoca un terrible dolor en el pecho, peor que, justamente, acabo de enterarme de que voy a ser padre, ¡y ella ni en cuenta de ello! O si lo sabía, ya lo ha olvidado completamente.

Cuando ella vuelve a negar, dispuesto a salir de ahí, me doy la vuelta. Ana me muestra un gesto de disculpa.

—No te creas. —Entonces, cuando estoy por salir, Catalina se comienza a reír. Desconcertado, la miro—. Siempre quise saber cómo sería fingir amnesia, no he olvidado nada ni a nadie, tonto alegre.

—Eres una hija de... —Ana se le acerca y le jala un mechón de cabello—. ¿Tienes idea lo mucho que nos preocupamos, reverenda pendeja? ¡No juegues con algo así! Creímos que te ibas a morir, a la verga, ¡no mames con tu broma, Catalina!

—Qué grosera, Ana, ya, relájate. —Catalina se soba la cabeza despacio por encima de la venda—. Quería ponerle humor a esto, estuve tres días encerrada con una loca, sin comer, sin dormir decentemente, solo quería olvidarlo un rato. Perdónenme.

—Para mí tampoco tuvo gracia —le digo, aunque es lo que menos me importa ahora, de hecho, hasta me siento contento de que sea una broma—. Como dijo Ana, estábamos muy preocupados, yo creí que te iba a perder, Cata.

La abrazo de nuevo, esta vez no se hace la "graciosa" y también me abraza fuerte, unos segundos después siento cómo llora, hasta yo lo hago, ahora de mera felicidad.

—Te amo tanto, Cata. —Me separo de ella, la tomo de las mejillas y atrapo sus labios, estos días es lo he deseado más que cuando hablábamos por teléfono, más que cuando la miraba en clases, más que cuando acabábamos de despedirnos aun sabiendo que nos volveríamos a ver al día siguiente.

—Disculpen. —Ana aclara su garganta—. Sigo aquí, y, de puro coraje, Cata, te daré una mala noticia; tienes que hacer unos exámenes porque creen que Darío te ayudó a pasar, con eso de que se alocó cuando desapareciste, y ahora toda la universidad sabe lo de ustedes.

—¿Neta? ¡Pero si otros hasta copian! —Le resta importancia a lo demás. Le digo que sí, dándole la razón también. Dadas algunas quejas el día de la graduación por lo que dije, creyeron que yo ayudé a Catalina a pasar, que le di puntos sin esfuerzo y ahora lograron hacer que "demostrara" que en verdad merecía graduarse. Es una estupidez, pero ni modo. Yo sé que mi Cata lo hará bien.

—También hay otra cosa. —Ahora soy yo el que quiere dar noticias—. ¿Recuerdas cuando hablábamos de tus sobrinos y decías que verlos hacer travesuras era como algo anticonceptivo para ti?

—Sí —me responde con el ceño fruncido—. ¿Qué tiene eso?

—Pues resulta que solo verlo no lo hace anticonceptivo. —Ana se ríe con ganas. Cata sigue con su pose extrañada.

—No entiendo. —Miro a Ana, buscando ayuda. Así que hace señas, simulando una barriga y luego la señala, riéndose—. Espera, espera, espera, bájale la velocidad a tu auto, ¿me están bromeando ustedes ahora? Qué vengativo me saliste, Darío. De verdad. Sé que mi broma estuvo pesada, pero no me mientan así.

Me río yo ahora.

—Claro que no estoy bromeando. —Agarro aire y tomo seriedad—. El doctor nos dijo que estás embarazada, que llevas mes y medio. Tendremos un bebé, no es por supuesto ninguna broma.

El virgen que llamaba a la línea erótica© [AYOD #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora