10. Sueños rotos.

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-Sé que no tendrás sexo conmigo y lo respeto, pero quiero tu compañía... -supe que estaba ruborizado-, podemos ir a tu habitación un momento y bañarnos juntos.

-Su majestad...

-Por favor, no haré nada que no quieras. Solo deseo olvidar por un momento que soy el Rey y volver a ser Jonathan.

Alexander tragó saliva. Lo meditó mientras caminó de un lado a otro. Hasta que aceptó. Le pedí a Jeremy que se encargara que ningún guardia esté dentro de sus aposentos. Así que pudimos entrar sin ser vistos. Alexander cerró la puerta de su habitación. Yo me quité la camisa sudada.

-Creo que esto es un error...

-Solo nos tomaremos un baño -dije mientras observé una foto con su familia Jace estaba ahí y también un niño.

-¿Hay un nuevo miembro en tú familia?

-Max, mi hermano pequeño, creo que nunca te he hablado de él.

-Esa chica hermosa es tú hermana -señalé.

-Una rompecorazones -respondió-. Aunque tiene un gusto especial por los subterráneos sobre todo un hada llamado Merliorn.

-¿Jace sigue en Nueva York?

-Sí, nos mandamos mensajes todos los días.

Vi el rostro de Maryse. Recordé mi sueño y después ayudé a Alexander a quitarse la sudadera.

-Kaelie habla mucho entre los sirvientes, dice que la Reina está frustrada porque usted ya no la toca.

Llevé mis manos a su camisa y se la empecé a subir, su piel estaba caliente después de hacer ejercicio, el simple contacto con ella, me erizó por completo.

-Jonathan... -susurró.

Me gustó como se escuchaba mi nombre en esa voz y salía de esos labios, pero continúe tocando su piel encontrando sus cicatrices, marcas de batalla y entrenamiento, lo despojé de su camisa y empecé a besar su cuello.

-Jonathan me dijiste que solo tomaríamos un baño.

-Así es... Solo será un baño -respondí besando su manzana de Adan mientras acariciaba sus cicatrices-. Malachi me contó tu examen final con Jace, arriesgaste tú vida con tal de estar aquí, te mereces un premio y yo voy a dártelo subí por su oreja y después a su mejilla.

-Acepté ir a una cita con el brujo Bane.

Me detuve en ese momento y busqué su mirada.

-Quiero decir, aceptaré. No sé como consiguió mi número y debo continuar con mi vida.

Lo detuve apoderándome de sus labios. Creo que flaqueó por unos segundos hasta que los aceptó. Hasta envolvernos en un beso, en un beso húmedo y delicioso, en esos besos que no tienen nombre, esos besos que sacuden las neuronas, los que te dejan sin aire, esos besos que solo Alexander podía darme. Besos que pensé que mis labios se romperían. Me dirigió al baño, tal como acordamos. A oscuras, solo tocándonos mientras nos besábamos, llegó a la regadera y la abrió. No es que el baño fuera muy grande, era un insulto para mí parecer. Pero fue el espacio y la cercanía que necesitábamos, nos besamos con el agua cayéndonos encima, le besé su cuello mientras me jabonó. Seguí tocándolo y también le jaboné, los dos nos sonreímos cómplices, fue intimidad, fue cercanía, sin llegar a la penetración, no rompí la promesa que él quería. Pero significó mucho para los dos. Toqué cada rincón con la mano enjabonada, y sí por cada rincón me refiero a su escroto y su miembro, acto que no negaré que me excitó. Como él también me enjabonó a mí y sentí su miembro erecto sobre la parte baja de mi espalda mientras lo hizo, cada uno se liberó asimismo, mirándonos al hacerlo, yo observé sus ojos y volví a besarlo, hasta que el salpiqueo invadió nuestros cuerpos. Nos enjuagamos en medio de risas. Al terminar, me proporcionó una toalla y yo me sequé, él hizo lo mismo, salimos con las toallas puestas. Él se colocó su ropa negra habitual y me prestó una camisa junto con un bóxer. 

EL HEREDERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora